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Aventuras editoriales Banxico
¡Mis textos eran violatorios del secreto bancario! Hacían referencia a operaciones de crédito que se habían realizado mas de medio siglo antes…
Con apoyo en una recomendación, tuve el privilegio de ser contratado por el Banco de México para el proyecto correspondiente a su historia institucional. Con juventud, me entregué con toda la entrega imaginable al desarrollo de la propuesta. Con una buena dosis de ingenuidad -ahora lo reconozco- pero con total integridad intelectual, fui escribiendo los capítulos correspondientes. Lo hice buscando que los textos reflejaran con fidelidad las ideas que se desprendían de las fuentes primarias consultadas. Los avances iban presentándose a la consideración de un órgano colegiado que se denominaba “Comité bibliográfico”.
Nunca sospeché que en algunos integrantes de ese órgano colegiado -funcionarios de alta jerarquía en la institución- fuera surgiendo antipatía al proyecto histórico encargado. Particularmente, en dos de esos integrantes surgió la intención de bloquear el proyecto y, de ser posible, descarrilarlo. Se trataba del contador público Wilbert Medrano y del abogado Emilio Gutiérrez Moller. ¡Qué barbaridad, en mis escritos revelaba yo cuestiones “confidenciales” del Banco de México! ¡Aunque nadie pudiera explicar, con precisión, en qué consistía la confidencialidad que se estaba vulnerando!
De la intervención del contador Medrano surgió la decisión de revisar, con un enfoque de auditoría, todas las cifras estadísticas que se habían recopilado para apoyar los textos redactados. Me sometí a esa revisión detectivesca con toda la disciplina intelectual imaginable. Pero el abogado Gutiérrez Moller fue mucho más allá en su reclamo. En su opinión, el proyecto no debía continuar en razón de que mis capítulos violaban el secreto bancario. ¡Mis textos eran violatorios del secreto bancario en razón de que hacían referencia a transacciones que había realizado el Banco de México hacía más de medio siglo!
En el brete descrito me encontraba yo y el proyecto que realizaba cuando venturosamente entró en mi salvamento un funcionario de alta jerarquía que apreció valor en el esfuerzo intelectual que yo desarrollaba. Se trataba del abogado Francisco Borja Martínez. Con institucionalidad y mucha diplomacia administrativa, el abogado Borja se abocó a revisar y ajustar los textos impugnados para salvarlos de la acusación que se había levantado.
Lo que principalmente quisiera destacar de la anécdota relatada es el poder y la destructividad que tienen en nuestro medio las fuerzas del anti intelectualismo. Incluso, en las entrañas históricas del Banco de México. Si durante aquel episodio de debate Medrano y Gutiérrez Moller se hubieran salido con la suya haciendo abortar al proyecto —como claramente era su intención— hoy en día no habría Historia del Banco de México. No se habría escrito ninguno de los 19 volúmenes con los que ya cuenta la magna obra…