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Sembrar maíz blanco, importar maíz amarillo
El resultado del panel sobre la prohibición a la importación de maíz transgénico, solicitado por Estados Unidos y Canadá ha sido adverso para México, por lo que considero necesaria una explicación sobre el maíz que producimos en México, el que consumimos y el que importamos.
Habría que iniciar señalando que la diferencia entre el maíz transgénico y el no transgénico estriba en que al primero se le hizo una modificación genética para conferirle características específicas, por ejemplo, la resistencia o tolerancia a ciertos insectos o al herbicida glifosato. El maíz no tiene estas habilidades de manera natural, de modo que le son introducidas por medio de técnicas moleculares hechas en laboratorio y se llama transgénico por haberle insertado uno o varios genes de otros organismos, principalmente bacterias.
Los agricultores en la mayor parte del mundo privilegian el maíz transgénico pues les permite disminuir la aplicación de insecticidas y herbicidas para controlar las plagas y las malezas, lo cual redunda en una reducción de los costos de cultivo, genera mayores rendimientos y reduce en forma muy significativa la aplicación de agroquímicos, con el consecuente beneficio ambiental.
En México consumimos maíz blanco, maíz amarillo y una extensa variedad de maíces nativos que afortunadamente aún se cultivan a lo largo del territorio nacional. Sin embargo, es muy importante decir que maíz es maíz y no existen diferencias nutricionales entre los diferentes tipos. Lo que los distingue es su pigmentación, su sabor, sus usos y su productividad.
Desde hace varias décadas se ha extendido la producción de maíz blanco por la mayor aceptación que tiene entre los consumidores, principalmente en la elaboración de la tortilla. En consecuencia, se han canalizado importantes esfuerzos técnicos y apoyos económicos al cultivo de este tipo de maíz, principalmente en el noroeste y en la región de El Bajío. Gracias a ello es que hace más de diez años logramos la autosuficiencia en su producción (en nuestro país se consumen aproximadamente 20 millones de toneladas de maíz blanco al año).
En contraste, el cultivo de maíz amarillo ha recibido menor atención y progresivamente fue disminuyendo su superficie de siembra, al tiempo que hubo poco interés por generar nuevas variedades. Todo lo anterior ha dado como resultado que en el ciclo anual 2023 se produjeron tan solo 3.2 millones de toneladas en 552,600 hectáreas cultivadas.
Además del consumo humano, nuestro país requiere cantidades adicionales de maíz para otros dos usos de gran importancia: como forraje para la creciente agroindustria pecuaria (aves, cerdos y bovinos) y como materia prima en la fabricación de almidón, aceites y edulcorantes.
La progresiva demanda del maíz complementario al blanco nacional se ha cubierto por varias décadas con la importación, principalmente de Estados Unidos, de maíz amarillo transgénico. México es el principal comprador de ese grano a los productores estadounidenses, con aproximadamente 17.5 millones de toneladas promedio en los últimos años, a un costo que supera los 4,300 millones de dólares.
Este es el contexto en el cual se emitió el decreto del 13 de febrero de 2023, cuyo objetivo fue establecer medidas para prohibir el uso del glifosato y del maíz transgénico para consumo humano, el cual generó la inconformidad de nuestros socios comerciales en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TMEC). Evidentemente, nunca se debió haber mezclado el glifosato con el maíz transgénico en un decreto firmado por la máxima autoridad del país.
El decreto señala que el maíz transgénico es perjudicial para la salud humana y que, por lo tanto, debe disminuirse su importación para consumo humano. Sin embargo, esta premisa no se sustentó con datos sólidos en términos científicos. La falta de argumentos colocó a México en una posición de desventaja al instalarse el panel de controversia.
Con el fin de sostener lo que establece el decreto, algunos altos funcionarios del gobierno, promotores de la iniciativa, se comprometieron ante el entonces presidente de la República a presentar las evidencias científicas para probar que efectivamente el maíz transgénico hace daño a la salud humana, evidencias que nunca fueron exhibidas. En consecuencia. se perdió el panel que no debió haberse establecido.
Finalmente, el panel concluyó que, dado que México no presentó una evaluación de riesgo y que las medidas contenidas en el decreto no estaban basadas en principios científicos, nuestro país no podrá prohibir la importación de maíz transgénico de Estados Unidos o Canadá, ni para consumo humano ni para su uso como forraje y en la industria.
Vale aclarar que la controversia y su resolución no tienen nada que ver con que en México se siembre o no maíz transgénico, de hecho, hay que recordar que existe una medida cautelar que prohíbe de facto esta práctica desde 2013. Para ser más preciso, una cosa es prohibir la siembra de maíz transgénico y otra distinta es prohibir su importación. Lo primero no viola el T-MEC, lo segundo sí.
Habrá que esperar los planteamientos por parte de las autoridades de los Estados Unidos y de Canadá como respuesta a la resolución del panel, pero México debería anticiparse tomando sus propias medidas. Al respecto, se ha mencionado que desde el Poder Legislativo se anuncian algunas propuestas y habrá que esperar las propias medidas que se decidan desde la Presidencia de la República.
En mi opinión, podría considerarse la promulgación de un nuevo decreto que derogaría el de 2023 estableciendo de manera explícita que, para el consumo de los mexicanos, únicamente se utilizará maíz sembrado en México. Con esto, se daría una respuesta viable a la preocupación que dio origen al decreto anterior y que de manera innecesaria derivó en la controversia internacional, que es no incluir el maíz transgénico en la dieta de los mexicanos. El nuevo decreto no tendría por qué hacer referencia al maíz transgénico, cuya siembra, como ya mencioné, está prohibida desde 2013, sino únicamente referirse al uso del maíz sembrado en México.
De esta manera, se continuará importando sólo maíz amarillo transgénico en tanto no tengamos la capacidad de producirlo en México, tema que es de la mayor importancia y de mutuo interés en la relación comercial entre los dos países. Por otra parte, estamos obligados a fortalecer la producción de este maíz en nuestro territorio, ya que de no hacerlo nuestra dependencia y vulnerabilidad será cada vez mayor.