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Opinión

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ETA y la traición

Con tan solo 8 años Jon Viar descubriría que su padre fue miembro de ETA y que, entre su álbum familiar, estaría una foto de Txabi Etxebarrieta, autor material del primer asesinato de esta organización e ídolo de la resistencia vasca.

A una década desde el fin de las acciones terroristas de ETA (20 de octubre de 2011), los distintos esfuerzos por retransmitir los recuerdos y traumas de la historia española moderna encuentran eco en una sociedad que comparte muchos relatos pero que, al mismo tiempo, se aleja en lo que atañe a una memoria histórica común.

De manera brillante y honesta, Jon Viar hace en su última película Traidores, una especie de recorrido psicoanalítico entorno a los efectos y síntomas que dicha organización terrorista ha provocado en su círculo familiar, político y social.

Iñaki Viar, padre de Jon, fue condenado a 20 años de cárcel por colocar una bomba en la Bolsa de Bilbao que, si bien no explotó, terminaría en prisión. Jon, junto a su padre y otros ex miembros de ETA, protagonizan en este documental más que la búsqueda por una redención, una historia de traición.

Una traición que la portan con orgullo, pues los llevó a cuestionar y romper historias de fidelidad y de linajes familiares, pero sobretodo, a poner un alto al “delirio de pureza, identitario y racista”, como señala Jon en una reciente entrevista sobre su filme que puede ser visto en RTVE.

Una votación para decidir “si matar o no matar” a Patxi Torrioz (líder de ETA) por sus tintes “españolistas”; atestiguar que en prisión “todos eramos iguales” (etarras, nacionalistas, comunistas, trostkistas), o bien, ver que el dolor de una madre de un Guardia Civil asesinado por ETA era el mismo que el de una madre de un militante de ETA asesinado por la Guardia Civil, son algunos destellos que llevaron tanto a Iñaki Viar como a otros miembros de la organización a haber sido expulsados al noveno y último círculo del infierno de Dante.

“El arrepentimiento es un acto estéril, casi ridículo. El asesinato será pecado para un religioso. Para los ateos como yo es un acto irreversible” señala Jon, quien nació en Bilbao el 20 de noviembre de 1985, justo 10 años después de la muerte de Franco. El tiempo demostraría que la afrenta del separatismo vasco no tendría como objetivo al franquismo, sino a la democracia española en su conjunto. ETA asesinó a 853 personas y los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), agrupaciones parapoliciales utilizadas por el gobierno de Felipe González entre 1983 y 1987 para combatir el terrorismo de ETA, a 27 personas.

Ni la transición a la democracia ni la llegada del PSOE al poder detendrían la muralla identitaria y terrorista que por años ha disfrazado la xenofobia y el delirio.

@Emer_Seg

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