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Opinión

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El Santo contra el Cerebro del Mal en la lucha contra el Cáncer

“Cuando me enteré del diagnóstico, lo primero que me vino a la mente fue la muerte” Lamari.

La palabra 'muerte' es a menudo el primer término asociado con el cáncer. El choque inicial shock paralizó mi mente. Es una sensación extrañamente gélida, relata María del Mar Rodríguez (Lamari), una artista que fue diagnosticada con cáncer de mama a los 30 años. Su voz, impregnada de una tristeza profunda, resuena con la misma pesadumbre que envuelve a incontables familias las cuales, sumidas en la desesperanza, enfrentan la negligencia del gobierno en la atención al cáncer en México.

El eco de alarma retumba en el ciberespacio, revelando la dura realidad de los pacientes con cáncer dependientes del IMSS: un periodo de espera de casi un año para recibir radioterapia, en un país donde el cáncer siega 330 vidas cada día. La obsolescencia de los equipos médicos se ha convertido en una crisis particularmente aguda en las regiones centro, occidente y norte del país. La urgencia de reemplazar 12 equipos obsoletos para el 2024, con un valor estimado de 2 mil millones de pesos, es más que una necesidad: es un grito de auxilio. La saturación de los servicios médicos de alta especialidad y la falta de infraestructura adecuada son un lastre para la eficiencia, programación y calidad del cuidado que se proporciona en instituciones públicas como el Hospital Oncológico del Centro Médico Siglo XXI. Lo mismo o peor ocurre en otras instituciones públicas como el ISSSTE o el SS-IMSS-Bienestar.

El gobierno, simbolizado aquí como “El Cerebro del Mal”, tiene el deber ineludible de salvaguardar el derecho a la salud, más aún frente a enfermedades devastadoras como el cáncer. Sin embargo, su actuar, teñido de malevolencia y negligencia, solo profundiza el sufrimiento de los pacientes. Hace un año, denuncié en este espacio la complacencia del Director Zoe Robledo al alardear sobre un superávit de 38 mil millones de pesos en el IMSS. Argumenté que ese superávit reflejaba una negligencia flagrante por no destinar fondos al mantenimiento y sustitución de equipos médicos esenciales, adquisición de medicamentos y contratación de personal cualificado. Hoy, la realidad subraya mis advertencias con un trazo doloroso: la necesidad de 2 mil millones de pesos para actualizar equipos oncológicos es apenas una mínima parte del superávit acumulado. Ha llegado el momento de exigir a las autoridades que asuman la gravedad de esta situación con la responsabilidad que merece.

“El Santo” o “El Enmascarado de Plata”, un personaje inmortalizado por Rodolfo Guzmán Huerta (1917-1984), fue un luchador y actor mexicano cuyo legado se extiende más allá del cuadrilátero y la gran pantalla. Su lucha contra el mal en todas sus formas, desde hombres lobo hasta extraterrestres, lo cimentó como un símbolo de justicia. En su debut cinematográfico, “El Santo Contra el Cerebro del Mal” en 1958, el héroe, tras ser hipnotizado, triunfa sobre el malévolo doctor Campos, salvando al mundo de una amenaza global. Esta metáfora me inspira a soñar con un despertar cívico y profesional —nuestro propio 'Santo'— que desafíe la negligencia gubernamental en la atención del cáncer de los últimos cinco años.

Dado que “El Economista” es un medio especializado en finanzas, considero pertinente ilustrar brevemente -a mis escasos lectores- el cáncer desde una perspectiva médica. En los tumores malignos, las células han ganado la habilidad de infiltrar tejidos vecinos, acceder a la circulación y diseminarse a cualquier parte del organismo (metástasis). En presencia de metástasis, la cirugía tiene un valor muy limitado para tratar a los enfermos.

El análisis histológico del tumor nos proporciona información del probable comportamiento del cáncer. Cuando el tejido tumoral se parece mucho al normal, de llama “bien diferenciado” y normalmente crecen de manera lenta y se diseminan tardíamente. Cuando la apariencia histológica difiere del tejido normal, usualmente con alta frecuencia de mitosis -células con reproducción muy activa-, se dice que el tumor es “pobremente diferenciado o anaplásico” y nos da pista de un comportamiento agresivo.

La mayoría de los cánceres surgen en tejidos epiteliales como la piel, el tracto respiratorio y el aparato digestivo y se les llama “carcinomas”. Los cánceres de otros sitios reciben nombres específicos como “sarcomas” alrededor del tejido conectivo o linfomas en el tejido linfático.

Antes que los carcinomas invadan los tejidos vecinos, proliferan primero en el sitio de origen, en esta etapa se les llama carcinoma “in situ” y tienen muy alta probabilidad de ser curable como ocurre por ejemplo en el cuello del útero, de ahí la importancia de la detección temprana por medio del Papanicolao.

Una vez establecido el diagnóstico, es importante determinar la extensión y distribución del cáncer que va desde un estadio 0 (enfermedad in situ sin invasión) hasta el estadio IV, cuando han ocurrido ya metástasis distales, el tratamiento usualmente es paliativo con diversos métodos para aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida.

Los tratamientos han evolucionado mucho en los últimos años gracias a la ciencia e innovación, existiendo una gran variedad de ellos dependiendo el tipo de tumor, la estirpe histológica y el estadio en que se encuentre. Puede incluir tratamiento con hormonas, radioterapia, quimioterapia, cirugía o una combinación de todas ellas.

Un tumor maligno surge de una única célula mutante que ha escapado de los mecanismos de regulación celular. Ésta prolifera exponencialmente, de modo que después de 30 duplicaciones del tumor se habrán producido aproximadamente mil millones de células tumorales. Se trata todavía de un volumen de células relativamente pequeño, aproximadamente 1 cm3. Todavía es necesario duplicar un poco más antes de que haya una masa tumoral suficiente para que el cáncer se vuelva sintomático.

Sin embargo, después de sólo unas cuantas duplicaciones más aparecerá un kilogramo de tumor, que probablemente será abrumadoramente letal. Por lo tanto, cuando el cáncer se reconoce clínicamente por primera vez, se encuentra en una etapa relativamente tardía de la evolución del tumor y es posible que el proceso de metástasis ya haya ocurrido.

Los determinantes más importantes del resultado para pacientes con cáncer son entonces el tipo de tumor, estadio, diferenciación histológica, presencia de receptores hormonales y el tratamiento recibido. Por esto tiene tanta importancia que el “Cerebro del Mal” actúe negligentemente en cualquiera de estas etapas, por ejemplo, retrazar la radioterapia que tiene como fin evitar la replicación de las células tumorales, pues los está condenando a un resultado irremediablemente negativo y quizá fatal.

El INEGI acaba de publicar las principales causas de defunción de enero a junio del 2023: 45,409 fallecimientos (53% mujeres), un 2% más que el mismo periodo de 2022, siendo la tercera causa de muerte en ambos sexos.

La siguiente tabla muestra el número de fallecimientos por tumores malignos por sexo, edad y rango ocupado entre las primeras 10 causas reportado por el INEGI el pasado 24 de enero.

Se puede apreciar que en las mujeres el cáncer ocupó el primer lugar de mortalidad como moda en las mujeres y el cuarto lugar en los hombres. Además en las mujeres en el último año tuvo un crecimiento del 4% comparado con el 2022.

Es probable que esta semana publique el INEGI datos nacionales de México con motivo del Día Mundial contra el Cáncer (cada que festejar) y creo poco variará a lo que voy a describir: de 0 a 29 años los cánceres más frecuentes en hombres serán las leucemias, tumor maligno de las meninges, estómago y linfoma no Hogdkin. En mujeres además serán de cuello del útero, mama y ovario.

De 30 a 59 años en hombres los tumores malignos del colon, recto y ano; estómago, páncreas y leucemia. En las mujeres cáncer de mama, cuello del útero, ovario y de cólon, recto y ano. En hombres de 65 y más años el cáncer de próstata; tráquea, bronquios y pulmón; colon, recto y ano; hígado y vías biliares intrahepáticas. En Mujeres además de los anteriores (excepto próstata) el cáncer de mama.

Concluyo, estimados lectores, que la batalla contra el cáncer en México está siendo minada por la falta de medicamentos, los retrasos en el tratamiento y la escasez de recursos, lo que lleva a la discapacidad y la muerte prematura de miles. Es crucial que “El Santo” -Sociedad Civil, Profesionales de la Salud y Colegios- actuemos para que el “Cerebro del Mal” -autoridades federales- actúe con urgencia, compromiso y medidas concretas. Solo así, sociedad y gobierno juntos, podremos aspirar a un futuro en el que cada paciente de cáncer en México tenga la oportunidad tener un derecho efectivo a la salud.

*El autor es médico especialista en cirugía general, certificado en salud pública, doctorado en ciencias de la salud y en administración pública, y es diputado reelecto del grupo parlamentario del PAN en la LXV Legislatura. 

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Éctor Jaime Ramírez Barba es médico cirujano, especializado en salud pública, doctorado en ciencias de la salud y en administración pública, y es diputado reelecto del grupo parlamentario del PAN en la LXV Legislatura.

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