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Opinión

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El inepto y delirante Vladimir Putin

El peor ataque terrorista en dos décadas golpea a Rusia en el aniversario de la anexión de Crimea. Putin culpa a Ucrania, mientras ISIS se atribuye la autoría. El ataque expone la debilidad de la seguridad interna rusa, a pesar de la mano dura de Putin...

Justo cuando Vladimir Putin vislumbraba un futuro prometedor reaparece el fantasma del caos. Rusia fue víctima del peor ataque terrorista perpetrado dentro de su territorio en dos décadas. Sucede justo cuando el dictador festejaba el décimo aniversario de la anexión de Crimea, a siete meses de haber resulto la seudorrebelión de Prigozhin y a pocos días de haber conseguido su quinta reelección en unos comicios presidenciales fraudulentos. Su reacción inmediata fue acusar al gobierno ucraniano del ataque, aunque ISIS había reivindicado su autoría casi de inmediato. Involucrar en alguna medida a Kiev le ayuda a intensificar la guerra e impulsar medidas como el aumento de impuestos, una nueva movilización masiva de reclutas y endurecer la represión interna. Pero este atentado tan descarado y de gran escala, perpetrado incluso después de un aviso de Estados Unidos, es prueba de la feble capacidad de la seguridad interna de Rusia. La putiniana de “mano dura” ha sido eficaz en aplastar a la disidencia política, pero inepta al actuar cuando se trata de amenazas terroristas.

Los responsables del atentado son militantes del Estado Islámico del Gran Jorasán (ISIS-K, por sus siglas en inglés), una filial presente en Afganistán, Pakistán, el este de Irán y Asia central. Fue fundada por disidentes de los talibanes, aunque también cuenta con combatientes originarios de países como Uzbekistán y Tayikistán. De hecho, los cuatro arrestados hasta el momento por la policía rusa tienen nacionalidad tayika. El yihadismo profesa una gran animadversión contra Rusia desde la intervención de la Unión Soviética en Afganistán de 1979, la cual se intensificó tras las dos guerras de Chechenia, con las intervenciones de Moscú en Siria y en el Sahel y por el acercamiento del Kremlin a los talibanes. ISIS-K ha perpetrado múltiples atentados contra en Rusia. Otro elemento importante en este drama es la relación de Rusia con Tayikistán, el país más pobre de Asia central y foco de radicalización musulmana. Desde el colapso de la URSS, el gobierno tayiko ha dependido de Moscú para garantizar su estabilidad y reprimir al islamismo. Además, miles de trabajadores migrantes tayikos han perdido la vida en Ucrania, reclutados por el ejército con la vana promesa de obtener, a cambio, la nacionalidad rusa.

Este atentado constituye un fracaso catastrófico para Putin, quien ha basado su prestigio en, supuestamente, ser un implacable garante de la seguridad de los rusos. Ahora parece decidido a vengarse, pero no podrá ser directamente contra el ISIS-K porque Rusia no tiene la capacidad para actuar en Afganistán. Por eso urge involucrar a Kiev. También es muy probable el advenimiento de una ola de represión y violencia contra las comunidades musulmanas en la región del Cáucaso norte. Cuando son atacados, los regímenes autoritarios tienden a responder con represalias brutales. Putin ahora es vulnerable. Su servicio de inteligencia debió haber previsto el ataque y no pudo. Su arrogancia le impidió reconocer la advertencia Estados Unidos, descartándola como una “estratagema de desinformación”. Cuando los servicios de seguridad deberían haber estado rastreando a los militantes islamistas, estaban acosando a opositores. Por eso el tirano ruso es fundamentalmente débil, incompetente, delirante y está aislado, y por eso su nuevo mandato será una sucesión de calamidades.

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