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Inai: comunicación y mercadotecnia
El Inai tiene un problema de comunicación y reconocimiento de marca, de branding. Este problema ha impactado negativamente su imagen como organismo público indispensable de la vida democrática, defensor de los derechos constitucionales de acceso a la información y de protección de datos personales, y hoy contribuye a su parálisis por la falta de quórum para la toma de decisiones. Esta parálisis afectará libertades ciudadanas y el patrimonio moral de las personas.
En un país gobernado por siglas y acrónimos, el Inai ha sido uno más en un catálogo interminable. A veces parece que al Inai no lo conoce ni Dios. Por eso conectan entre el electorado frases como “El Inai no sirve para nada” y “Sería mejor que no existiera porque nos ahorramos mil millones”. Se han comunicado poco o se han comunicado mal las funciones, los beneficios y los resultados del Inai, lo mismo que sus alcances y sus limitaciones. La comunicación es indispensable para evitar falsas expectativas. Y se hace con hechos y palabras.
La impunidad no es responsabilidad del Inai, sino de un diseño institucional que la alimenta y de unos usos y costumbres que la persiguen. Quien piense lo contrario está mal informado, subinformado o tiene ganas de joder.
Si se cumple el “mundo ideal” sugerido por el presidente López Obrador y su secretario de Gobernación, Adán Augusto López, de tener sin quórum al Inai por lo menos hasta septiembre, todos vamos a salir perdiendo.
El Inai es una institución con áreas de mejora, debilidades y defectos (soy un aficionado por hacerlos notar), pero por encima de tropezones es crucial para garantizar el ejercicio de libertades.
Las abstracciones no convocan multitudes. Es complicado conseguir la empatía de un ciudadano apremiado por mil cosas urgentes y luego pretender sumarlo a la causa del “acceso a la información pública” o la “protección de los datos personales”.
Una encuesta de 2019 de la oficina de estadística pública (Inegi) mostró que cuando se habla de datos personales los ciudadanos piensan primero en la defensoría de los consumidores comerciales (Profeco) o en la defensoría de los consumidores financieros (Condusef) como autoridades de protección y defensa antes que en el Inai. El reconocimiento del Inai como la oficina especializada en la protección de datos pasó de 10.1% en 2015 a 3.5% en 2019, resultado de deficiencias en comunicación y mercadotecnia.
Las abstracciones que dan la vida al Inai son difíciles de verificar de manera tan concreta como, por ejemplo, la defensa del voto y la lucha contra el fraude electoral, preocupaciones que motivan la defensa del INE en una sociedad que escribió un manual de trucos y mañas para robar elecciones y acaparar puestos de elección popular.
La defensa del voto es una idea que penetra en el ADN nacional, supera la opinión ciudadana sobre las personas que dirigen el INE y gana seguidores con poco esfuerzo.
La transparencia y los datos personales, en cambio, tienen un camino fangoso para volverse objetos de deseo ciudadano.
La corrupción también es una característica nacional pero de solución bien diferente al problema electoral. La transparencia es indispensable para combatir la corrupción, pero no es el único ingrediente para castigarla y reducirla. Combatir la corrupción requiere de un compromiso indeclinable con la rendición de cuentas y la sanción de los infractores, escaso en un Estado de derecho al servicio del pacto de impunidad de políticos, empresarios y otros profesionales del crimen que controlan jueces y ministerios públicos.
No es fácil comunicar la importancia que tuvo el Inai en la investigación periodística sobre La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera o en las revelaciones sobre la llamada Estafa Maestra, sobre todo cuando no hay peces gordos en el bote. Tampoco es fácil comunicar que el Inai no es responsable de sancionar la corrupción, sino de facilitar que las quejas por negativas de información se conviertan en accesos reales a los documentos públicos probatorios de corrupción.
El “mundo ideal” del presidente sobre el Inai es peligroso para el ejercicio de derechos y libertades, pero estamos aquí en buena medida por la falta de reconocimiento del Inai entre la ciudadanía como un organismo necesario para la vida pública. Es momento de cambiar su comunicación y mercadotecnia, de ganar mentes y corazones con hechos y palabras y de construir la reputación social de indispensabilidad que el Inai lleva intrínseca.