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Juan Guaidó ya es problema en Venezuela
Juan Guaidó no tuvo la sensatez de admitir los visibles errores que cometió él y sus compañeros del llamado G4 (conformado por los partidos Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática y Voluntad Popular) antes de “competir” en las elecciones regionales del domingo.
El 60% de abstención en las votaciones para renovar 23 gubernaturas es la más clara y contundente respuesta de los ciudadanos en contra de la dictadura y de la oposición.
La democracia, en Venezuela, sufre de necrosis, es decir, el tejido de la democracia está muerto.
Nicolás Maduro se ha burlado de varios presidentes que han acogido y acompañado las mesas de negociación entre la oposición con el régimen, lo mismo en República Dominicana o, recientemente, México. También lo ha hecho con Noruega, promotor histórico de la paz.
El éxito internacional que generó el lanzamiento de Juan Guaidó como líder de la oposición en enero de 2019 se ha disipado, en gran medida, por la durísima respuesta de Maduro, desintegrando orgánicamente a los principales partidos opositores, pero también por los lamentables errores cometidos por el G4: la contratación de una empresa de seguridad privada estadounidense para derrocar a Maduro (con la firma de Guaidó) o la tibia estrategia que implementó la oposición para intentar competir en las elecciones del domingo pasado.
El cerco internacional sobre Venezuela afecta a las finanzas públicas, pero también privadas. Las mermas de la calidad de vida del venezolano promedio serían suficientes para que cualquier presidente abandonara su cargo por impotencia y pudor social.
No es el caso de Maduro, ni lo será.
El entrono regional ha permanecido descompuesto desde hace ya varios años. Paradoja geopolítica: son más de 50 países los que reconocen a Guaidó como presidente venezolano, pero Latinoamérica y el Caribe parecen que han olvidado lo que ocurre en Venezuela, con excepción de Colombia.
Se señalará a la pandemia como respuesta para justificar la ausencia de empatía diplomática, pero en realidad, es la ausencia de liderazgos regionales la que agudiza la crisis.
Las batallas que ocurren en la OEA revelan choques ideológicos encabezados por Nicaragua, Venezuela y México. No existe otro mecanismo político vivo que abrace al continente; el resto es dominado por las ideologías.
Para avizorar el futuro de Venezuela tendría que ser la oposición la protagonista. Para serlo, Guaidó, López y Capriles, entre otros, deben de hacerse a un lado y declinar la idea de que ellos serán los protagonistas del cambio.
@faustopretelin