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Los antivacunas pagan el costo
Para los antivacunas el viacrucis apenas comienza, en cuanto cese la cuarta ola conoceremos las restricciones sanitarias, por lo pronto se vislumbra la exigencia del pasaporte sanitario para viajar en avión, ingresar a países, acudir a espectáculos masivos, incluso para ingresar a algunos restaurantes y espacios públicos...
Si bien es cierto que las personas tenemos el derecho humano a decidir sobre nuestro cuerpo, incluso poniendo nuestra vida en peligro, los antivacunas están pagando doble factura en esta ya prolongada pandemia.
Por un lado, los antivacunas han visto mermados sus derechos laborales y su libertad de tránsito, ya que en algunos países y empresas hicieron obligatorio el certificado de vacunación para regresar a trabajar y/o viajar, destacan por su estridencia y glamour los casos de los deportistas de alto nivel a los que no se les ha permito participar en las competencias.
Más allá del menoscabo de sus derechos humanos, la naturaleza les hace pagar caro su posición negacionista; por ahora el virus se ensaña en aquellas personas que no han recibido la vacuna y más en aquellas que tampoco tienen la inmunización natural.
Por otro lado, los antivacunas son los pacientes perfectos para incubar las terribles catafixias y mutaciones; de la misma manera son más propensos a padecer el llamado long covid.
Para los antivacunas, el viacrucis apenas comienza, en cuanto cese la cuarta ola conoceremos las restricciones sanitarias, por lo pronto se vislumbra la exigencia del pasaporte sanitario para viajar en avión, ingresar a países, acudir a espectáculos masivos, incluso para ingresar a algunos restaurantes y espacios públicos. Se conocen datos aislados de colegios que harán obligatoria la vacuna para sus alumnos en edad de recibir vacunas.
De otro lado, estamos los covifóbicos a los que no nos atrae la idea de viajar o estar en el mismo evento con una persona no vacunada, más allá de su sacrosanto derecho a no vacunarse o, de cortarse una mano hasta desangrarse.
En la era post-covid muchos debates estériles habrán de llevarse a cabo, ni los vacunados entienden su reticencia a vacunarse, ni ellos entienden porque las personas optamos por meternos esa porquería de vacuna al cuerpo. Y muchos menos entienden porque nos ponemos un refuerzo.
Ser antivacunas tiene su costo, ellos y ellas creen que lo valen.
Querido y fino lector, las cifras de hospitalizados y defunciones ponen el debate del lado de los vacunados.
En tanto hagamos hasta lo imposible para escaparnos de la Ómicron.
Hasta la próxima y saludos a mis cuatro fieles y leales lectores, que somos como la porra del glorioso Atlante “pocos, pero muy gritones”.
Twitter: @ErosalesA