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Los grandes desafíos del país
Independientemente del resultado que tenga la elección, el propósito de este artículo no es electoral, sino señalar una lista con los problemas esenciales del país, para quien venga a ocupar Palacio Nacional los próximos seis años.
Lo mejor para lograr lo anterior será diseccionar los problemas de corto y mediano plazo para la supervivencia del país.
El primer gran reto es la seguridad, primera obligación que deben cumplir los Estados que suele entenderse como el orden público. Y el principal problema es el enfrentamiento del crimen organizado. Es evidente que la estrategia de Calderón, Peña y AMLO hicieron agua (independientemente de posibles acuerdos expresos o tácitos con los grupos criminales). Como decía mi madre, sin seguridad cae todo lo demás: inversiones, comunicaciones, ánimo social. Y, sobre todo, como ya pasó, cuando se desata el México violento, título de varios libros de historia y de novelas que se quedaron lejos de la terrible realidad. Para señalar países con problemas similares y que los han resuelto o controlado, siempre pongo el ejemplo de pacificación de Colombia. Desde el terrible Escobar a la pacificación alcanzada por los presidentes Uribe y Santos transcurrieron desde 1985 hasta 2020 más o menos (treinta y cinco años). Y por las propuestas de campaña no se escuchan ideas originales o que pudieran cambiar el resultado de la inseguridad.
Segundo problema: el gran hueco a todos los niveles de incompetencias educativas tanto en el sector público como en el privado que arrastramos desde la pandemia. La situación exige además una mirada transdisciplinar (política, pedagogía, finanzas, modelo de país que anude a los estudiantes en torno al bien común, evitar la deserción, la inversión decidida por los STEM. Sin capital social (aunque la persona es mucho más que un factor productivo), el nearshoring será humo, las empresas extranjeras invertirán en el mismo Estados Unidos, en otras partes de Latinoamérica, en Vietnam, Malasia o Indonesia. Oportunidad de oro que no volverá. Mientras no se endurezca la exigencia educativa -lo contrario al sexenio saliente- el país seguirá una pendiente hacia abajo.
Tercero: la salud. Quizá el mayor hándicap del presidente saliente haya sido su deuda en el sector salud al impedir que 30 millones de mexicanos tuvieran acceso a las instalaciones públicas de salud y a que, además, recortó el de por sí escaso gasto del gobierno federal en la materia, máxime si lo comparamos con la recomendación de la OCDE de dedicar al sector de 6 a 8 por ciento del PIB. Los mexicanos, después de este sexenio, tendremos una menor esperanza de vida de cuatro a ocho años.
Cuarto: la apuesta por un modelo económico diferente, especialmente en el Sureste de la nación. En esa parte del país AMLO nos quedó mucho a deber. El sureste no debe desarrollarse sólo con muy discutibles proyectos de infraestructura: debía haber apostado más por modelos de economía social y solidaria, de economía sustentable, de tecnologías apropiadas, de apuestas por el desarrollo comunitario (las terceras vías). Sus programas sociales fueron solamente clientelares y de control político, no desarrollaron las habilidades de la población, para que fuera ésta el agente de su propio desarrollo, con el apoyo subsidiario del Estado. Es mucho más fácil regalar el pescado que realizar el tipo de desarrollo que comento.
Dos comentarios adicionales: aunque la tarea es titánica, México se ha levantado ya de situaciones peores y ha dado lugar, como dice el libro de Krauze, a muchos mexicanos eminentes. Pensemos simplemente en la generación de los siete sabios después de la Revolución Mexicana, que los unía hacer algo por México, como se describe en Caudillos culturales de la Revolución Mexicana del autor mencionado. Creadores de instituciones que subsisten en nuestros días.
¿No puede México volver a tener, aprovechando la ventaja del nearshoring y el último proceso después del periodo de economía neoclásica una nueva transición hacia una democracia sin adjetivos y una economía social de mercado? Tenemos a la gente y puede surgir o podemos hacer que surja la oportunidad. Es necesario romper nuestros resabios atávicos que menciona Zunzunegui y cambiarlos por paradigmas de personalismo y solidaridad. Como dice un autor, un México posible.