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Opinión

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Más petróleo, menos Estado

En México, como en muchos países, el petróleo ha sido considerado históricamente fuente de vida, o por lo menos, de abundancia y éxito. Podemos incluso ir más lejos: orgullo nacional, símbolo de independencia y autonomía. Fuente de poder estatal. Es el progenitor del Estado moderno mexicano sin duda. Pero el petróleo también causa retrasos en varias cosas, en especial la maduración de un Estado moderno. Los gobiernos petrolizados, por ejemplo, algunos en Medio Oriente y en el Norte de África, siguen considerándolo como una fuente generosa, a veces única incluso, de dinero. Les sirve para financiar su operación, programas sociales y, si les sobra, proyectos de impulso económico. Algunos afirman que el petróleo ha servido para cimentar gobiernos, dar estabilidad social y construir democracias. Básicamente el cuerno de la abundancia para todo propósito. Hoy, es crucial contrarrestar esos dogmas.

El petróleo beneficia con rentas abundantes a los gobiernos como al nuestro, no sólo en magnitud sino en velocidad. De un día para otro, literalmente, el dinero fluye más rápido y más cuantioso. Ejemplifico a nivel persona: ¿Quién no agradece ganar la lotería o heredar sin preverlo, propiedades o recursos líquidos? Nadie. Y por eso nadie repara en los costos asociados a dicho evento fortuito. No puede haber planeación o uso eficiente de dinero cuando no se sabe cuándo ni cuánto se tendrá. Por eso, las finanzas petrolizadas son inestables y volátiles y les cuesta trabajo ver a mediano y largo plazos. Mucha gente cuando gana la lotería se lo gasta en viajes, algún placer personal o en inversiones caprichosas, en el mejor de los casos. Si se tiene una posición económica buena habrá quizá el incentivo de invertir ese dinero en la educación si se tienen hijos o en hacer arreglos en casa, etc. Pero si ya se tienen deudas, hay una situación económica precaria y existen algunas otras necesidades urgentes, ese dinero se gastará más pronto que tarde. Es lo que produce el petróleo cuando llega en estos contextos. México optó por este modelo desde 1982. En medio de una crisis económica brutal, optó por recargarse en los ingresos petroleros para salir a flote y lo que parecía una medida coyuntural se convirtió en permanente.

Un gobierno pobre con población pobre e informal no puede aspirar a recaudar más dinero. Entonces cuando el petróleo da flujo es un bálsamo que ayuda para financiarse y cuando no, se endeuda. Así de sencillo. Algunos gobiernos serán más responsables y tratarán de reducir endeudamiento cuando hay flujo de renta petrolera pero no siempre. Todo depende de que puedan o no pedir prestado en condiciones relativamente atractivas. Sin ocupar más espacio, pongamos de ejemplo la crisis de deuda en 1994 y el incremento importante de deuda en los últimos años. Los tiempos de precios bajos del petróleo coinciden con los de mayor endeudamiento, aunque claro, ni es un fenómeno automático ni directo.

Los impuestos, en particular los aplicados a los ingresos, la riqueza, el consumo y la propiedad son relativamente estables. Dan oportunidad para prever, planear y ver hacia el futuro. Como el flujo es relativamente estable se puede pensar en el largo plazo haciendo obras de infraestructura importantes, invirtiendo grandes montos en proveer seguridad pública, educación de calidad y salud asequible. La discusión de políticas públicas se centra en los resultados a obtener por mejoras en calidad y acceso, no en los recursos financieros o presupuesto en cuestión. En países cuyos gobiernos recaudan bien, los bienes y servicios públicos rara vez sufren de caídas de financiamiento catastróficas claro está, exceptuando acontecimientos asociados a desastres, imposibles de prever y por su naturaleza, pasajeros. Este momento es crucial para México porque es evidente que el petróleo ya no puede ni debe ser un flujo para el Estado. Hoy es necesario considerar que más petróleo es tener menos Estado. Si lográsemos obtener una renta petrolera en el futuro no debería considerarse como un ingreso presupuestario o, dicho en otros términos, no debería de considerarse un ingreso en flujo sino un activo o fuente de ahorro. Por eso los gobiernos que han logrado despetrolizar las finanzas públicas acumulan la renta petrolera en mecanismos desconectados de propósitos cortoplacistas y caprichosos. Es el caso de los Fondos Soberanos. Es cierto, tenemos algunas cosas parecidas pero no lo suficientemente bien planteados como para que en efecto logren su propósito.

El Plan de Sostenibilidad de Petróleos Mexicanos recientemente presentado es una bocanada de aire fresco. Se trata del primer plan en su tipo en la historia de Pemex. Es cierto, se había hablado en otros momentos de cogeneración y de mitigación pero nunca en un contexto integral de criterios ambientales, sociales y de gobernanza o tipo ESG (Acrónimo en idioma inglés que deriva de Environmental, Social, and Governance). Convertir a Pemex en un Pemex verde es más que una etiqueta. Puede ser una oportunidad para no sólo cambiar el modelo de negocio de petróleo a gasolinas y petroquímica sino sobre todo para despetrolizar las finanzas públicas. La Secretaría de Hacienda tendría que cumplir su parte en este sentido. En su momento propondré medidas que sirvan de contraparte hacendaria a la sostenibilidad de Pemex al 2050.

*El autor es profesor de la Universidad de Georgetown en Washington, D.C.

gf7@georgetown.edu

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