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Un juez de Distrito concedió la semana pasada una suspensión provisional en un amparo promovido en contra de considerar patrimonio cultural de Nayarit a las corridas de toros. Mientras se decide el 2 de junio la resolución definitiva o no, se cancelan los espectáculos taurinos en la Plaza México. Consciente que es un tópico muy controvertido, no quise en mi columna anterior imponer un punto de vista ni una moral individual. La mayoría de los comentarios que recibí en redes y de manera privada coinciden en que la tauromaquia es salvaje, sanguinaria, cruel y que tortura a un ser vivo. En cambio, dos asociaciones pro taurinas, en vez de expresar sus puntos de vista y defender su postura, se dedicaron a descalificarme con insultos. Cuando no hay argumentos convincentes, ese es el método más socorrido.
No he visto el contrargumento de un defensor taurino de que se trata de un acto inhumano donde se aplaude la muerte de un ser vivo. ¿Cómo defienden que están a favor de un acto que tortura y atenta contra la vida?
Algunos críticos expresaron que si se está en contra de la tortura del toro, por congruencia deberíamos reprobar los métodos salvajes en los rastros con los cuales se matan a las reses, cerdos y aves para el consumo humano. Tienen razón. Pero no se hace un espectáculo de ello, y no asiste público a sentarse en un rastro para observar y festejar la forma en que son torturadas y matadas las reses. Algunos indicaron que deberíamos entonces ser vegetarianos o veganos. No hace falta proponer ese extremo, basta con que sean regulados y supervisados los métodos en los rastros.
Otros me preguntaron si por congruencia estaba en contra de las peleas de gallos. Por supuesto que sí, igual que las peleas de perros (recuerden la película Amores Perros). Más aún, me indicaron que debería entonces de estar en contra del boxeo por ser un espectáculo donde dos seres humanos se lían a golpes. Sin embargo, hay una diferencia. En el boxeo se trata de dos seres racionales que conscientemente y con plena libertad acuerdan golpearse y aceptan que esto sea un espectáculo público. En los toros es el ser humano quien decide sobre el animal.
Una asociación defensora de la fiesta brava me señaló que la gran derrama económica alrededor del espectáculo es razón suficiente para no prohibirlo. Mi respuesta la di en mi columna pasada: más allá de la derrama, más bien son fuertes intereses económicos que buscan preservar esos cotos de sobre rentas.
Se puede optar por una solución como la adoptada en algunos países, por ejemplo, Portugal, donde en las corridas se prohíbe picar y matar al toro. Esto mantiene la naturaleza festiva y lúdica de las faenas sin torturar al animal. Ello podría ser objeto de un respetuoso debate público.
Si bien los taurómacos podrán impugnar la suspensión provisional ante un tribunal colegiado de circuito y estructurar una defensa legal –como siempre lo han hecho– se perfila que el Poder Judicial concederá la suspensión definitiva con lo que se allana el camino legal para ya no autorizar las corridas en su estado actual.
Twitter: @frubli