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Nearshoring: más oportunidades perdidas
La realidad es que la mesa está puesta para la economía mexicana. El “nearshoring”, la crisis en Europa y las políticas económicas en Estados Unidos crean un ambiente inmejorable que podría detonar una etapa de crecimiento sin precedente para México.
La fragilidad de las cadenas de suministro en y las disputas comerciales entre Estados Unidos y China ya habían impulsado a las empresas de Estados Unidos a buscar reubicar su capacidad de producción a Norteamérica. El número de empresas que mencionaron “nearshoring” o alguno de sus sinónimos en sus reportes trimestrales pasó de 15 en el Q1 de 2020 a 119 en el tercer trimestre de 2020.
Por si fuera poco, la crisis de los energéticos ha disparado las tarifas de transporte marítimo y, junto con la política de Cero-Covid del gobierno chino, han complicado aún más la operación de las empresas que concentraron su producción en el gigante asiático.
Y si todo lo anterior no fuera suficiente, está la política económica de Estados Unidos y su nuevo gran plan de inversión para combatir el cambio climático. El Inflation Reduction Act (IRA) – la reforma aprobada hace algunas semanas en Estados Unidos– incluye subsidios para varios productos, pero la clave para México está en el subsidio a los automóviles eléctricos y sus reglas de origen.
Son más de 50,000 millones de dólares anuales en subsidios para vehículos eléctricos y baterías siempre y cuando estos sean hechos en Norteamérica. Esto quiere decir que los coches y baterías hechos en México son sujetos a estos subsidios lo que crea una oportunidad gigante pero que requiere que una de las industrias más dinámicas y exitosas en México de las últimas décadas tenga que transformarse por completo en los próximos años.
De acuerdo con una encuesta del banco UBS, el 80% de los ejecutivos encuestados respondieron que o estaban en el proceso o considerando sacar producción de China y traerla a Estados Unidos México puede competir por atraer estas inversiones, no contra Malasia, Vietnam o Brasil sino con el sur de Estados Unidos.
¿Cómo nos está yendo?
Si bien es cierto que los 20,600 millones de dólares preliminares de inversión extranjera directa para el primer semestre del 2022 son buena noticia –hay que descontar las transacciones extraordinarias de la fusión de Televisa con Univisión y la capitalización de Aeroméxico– son “solo” un aumento de 12% frente al año pasado. No estamos ni de cerca capturando las oportunidades que podríamos.
En Estados Unidos la construcción de nuevas instalaciones de manufactura se ha disparado 116% en los últimos 12 meses y en el sector automotriz hay 32,000 millones de dólares comprometidos en inversiones de baterías. Solo en las últimas dos semanas, por poner un ejemplo, Honda y LG anunciaron una inversión de 4,400 millones de dólares en Ohio y Toyota 3,800 millones de dólares en Carolina del Norte.
¿Por qué? Aunque sin duda factores como la disponibilidad de insumos son clave, es en gran medida a la política energética de nuestro gobierno. Todas estas inversiones requieren acceso a energía limpia, barata y segura. La falta de inversión en este sexenio por parte de la CFE y el freno total a las inversiones privadas en el sector han creado una situación donde simplemente no hay suficiente energía para planear inversiones de esta envergadura.
No podemos permitirnos desperdiciar una oportunidad más como país. Es urgente contar con una política de Estado real que se enfoque en atraer a estas inversiones a México y empiece por dar solución al impasse en el sector energético que tiene congelada la inversión.