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Opinión

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Ni muy Hayek, ni muy Marx. El mercado falla

En los primeros semestres de la carrera de economía enseñan que la libre competencia es una gran herramienta para asignar bienes y recursos, y que el gobierno cuando interviene puede distorsionar este mecanismo de asignación. Incluso hay un modelo al que le llaman competencia “perfecta”, como si el mercado no pudiera fallar.

Sin embargo, a medida que va uno avanzando se da cuenta que el mercado no es la panacea. Así es, los mercados fallan, es decir, aun sin distorsiones o intervención hay mercados que no llegan a hacer una asignación óptima de los recursos. De hecho, en estos casos, una adecuada intervención del Estado puede ayudarles a corregir el rumbo. Pero ojo, tampoco la intervención del Estado es la panacea y no es una receta fácil de usar.

Los economistas hablan de fallas de mercado, este concepto se usa para describir situaciones en las que el resultado de la asignación de recursos a través de mecanismos de mercado no es eficiente.

Las fallas de mercado son diversas y, aunque hay varios autores que escriben sobre ellas y que las catalogan de distintas formas, el libro “La Economía del Sector Público” del premio Nobel de Economía 2001 Joseph Stiglitz, es quizá la obra más citada al respecto.

Stiglitz señala que entre las fallas de mercado se encuentran: el poder de mercado (o la falla de la competencia), los bienes públicos, las externalidades, los mercados incompletos y la información asimétrica. A continuación, doy una breve definición de cada uno.

Primero. El poder de mercado: si el mercado fuera perfecto, habría siempre muchas empresas ofreciendo un mismo bien, pero en muchos casos esto no sucede. La causa más común de que exista poder de mercado es que haya altos requerimientos de inversión para entrar o que varias empresas se pongan de acuerdo para no competir entre ellas, lo que les permite actuar en conjunto como un monopolio. Además, una empresa con poder de mercado puede realizar conductas que desincentiven la entrada, como reducir los precios a niveles por debajo de costos.

Segundo. Los bienes públicos: algunos bienes se producirían poco si los produjeran las empresas en un mercado competitivo. Por ejemplo, la iluminación de las calles. Dado que es difícil (o imposible) cobrar por la iluminación callejera solo a quien la usa, una empresa privada que se encargara de este servicio encontraría poco rentable poner muchas luminarias, aún si la gente necesita el servicio y está dispuesto a pagar por él.

Tercero.  Externalidades: si el mercado fuera perfecto todos los costos de la producción de un bien deberían ser asumidos por la empresa que los produce, pero en la realidad hay casos en que no sucede así. Una fábrica que contamina un río para producir paga por los insumos que usa, pero no paga el costo social que generó la contaminación.

Cuarto. Mercados incompletos: no todos los bienes que son deseados y por los que la gente está dispuesta a pagar se producen. ¿Por qué? Probablemente por los costos de transacción. Hay empresas que no se tomarán la molestia de ofrecer un nuevo producto porque introducirlo tiene costos de corto plazo que no quieren asumir, por ejemplo, el costo de vigilar que se cumplen los nuevos contratos.

Quinto: Información imperfecta. Para que un mercado funcione bien, las empresas y los consumidores deben tener información oportuna y fidedigna. Si, por ejemplo, hay muchas “letras chiquitas” en un contrato y además están escritas en un complejo lenguaje legal, lo más probable es que los consumidores no tengan el tiempo suficiente para enterarse bien de lo que están comprando y no siempre elegirán la opción que más les convenga.

Conclusión: el mercado no es perfecto, pero tampoco es inútil. De hecho, la mayoría de las veces sus mecanismos funcionan bien. Por eso se crean los órganos reguladores de mercado, para que analicen cuando sí y cuando no es necesario intervenir y qué forma debe tomar esa intervención: suprimir algunas estrategias empresariales, obligar el acceso no discriminatorio a un insumo, topes de precios, topes a volúmenes de venta, impedir la compra de activos, entre otras.

La intervención del regulador debe ser cuidadosa pues de ser errónea puede generar una distorsión peor a la que se desea componer.

@RodrigoAlczarS1

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