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La homologación de protocolos médicos: El diablo está en los detalles

OpiniónEl Economista

El reciente anuncio del secretario de Salud federal, Dr. David Kersenobich, sobre la implementación de protocolos nacionales de atención médica, vinculantes tanto para el sector público como privado, ha generado una mezcla de expectativas y preocupaciones en el ámbito sanitario. A primera vista, la propuesta parece una evolución lógica para garantizar una atención médica homogénea y de alta calidad. Sin embargo, las implicaciones de esta medida abren un espectro de incertidumbre que merece un análisis más detenido.

El Dr. Kersenobich ha dejado ver que estos nuevos protocolos buscarán unificar los procedimientos diagnósticos y terapéuticos para enfermedades como la diabetes, el síndrome metabólico, la obesidad, el sobrepeso, la enfermedad renal crónica, la hipertensión arterial, la vacunación y la atención en los primeros mil días de vida; esto es loable y necesario. La premisa es clara y, en teoría, beneficiosa. No obstante, el verdadero desafío radica en cómo se implementarán estas medidas en un sistema de salud tan diverso y segmentado como el mexicano.

El reglamento publicado en 2023 establece que estos protocolos deberán incluir en sus algoritmos opciones terapéuticas que cuenten tanto con registro sanitario como con clave en el Compendio Nacional de Insumos para la Salud. Aquí es donde comienza a emerger el margen de incertidumbre. Por un lado, este marco regulatorio podría significar una mayor apertura y flexibilidad para los médicos institucionales al tener acceso a tratamientos estandarizados y aprobados. Sin embargo, para los médicos en práctica privada, esta misma normativa podría ser percibida como una restricción a su autonomía profesional y capacidad de decisión clínica. Entonces, tendremos protocolos desarrollados por el Consejo de Salubridad General de aplicación institucional, así que: ¿Debemos de esperar que se emitan, además, lineamientos de atención como los recientemente presentados por el titular de la Subsecretaría de Promoción y Prevención a la Salud para la atención del cáncer de mama?

Un aspecto que no debe pasarse por alto es el impacto potencial en la innovación médica y la adopción de nuevas tecnologías y tratamientos. La obligación de ceñirse a un protocolo específico podría ralentizar la implementación de avances terapéuticos que aún no cuenten con el reconocimiento formal en el Compendio Nacional. En un entorno donde la rapidez y la adaptabilidad son cruciales para combatir enfermedades emergentes y crónicas, cualquier demora puede tener consecuencias significativas. Esto entonces merece la consideración: ¿Cada cuánto deberán de ser revisados estos protocolos?

Así que, la homologación de protocolos presenta una dualidad: por una parte, puede elevar el estándar general de la atención médica, asegurando que todos los pacientes reciban un nivel mínimo de cuidados de calidad. Por otra, podría limitar la individualización del tratamiento para cada paciente, aspectos fundamentales para el ejercicio médico en el ámbito privado.

Adicionalmente, la implementación de estos protocolos también podría tener efectos en la relación médico-paciente. La estandarización de los tratamientos podría llevar a una cierta despersonalización de la atención médica, donde los pacientes se vean desde la perspectiva de la enfermedad más que como individuos con necesidades y contextos únicos. En la medicina la interacción humana es fundamental para un diagnóstico y tratamiento efectivos. Los protocolos, aunque útiles, no pueden reemplazar al 100% el juicio clínico y la experiencia del médico.

Por otro lado, no debemos olvidar el aspecto económico. La estandarización de los tratamientos podría influir en los costos de la atención médica, tanto en el ámbito público como privado. Si bien la intención es reducir los costos mediante el uso de tratamientos aprobados y probados, también existe el riesgo de que se limite el acceso a terapias más avanzadas o innovadoras que aún no estén incluidas en el Compendio Nacional. Este balance entre costo y calidad es delicado y requiere una evaluación continua.

Finalmente, es esencial considerar la capacitación y actualización constante de los profesionales de la salud. La implementación de nuevos protocolos exigirá un esfuerzo considerable en términos de formación y adaptación para garantizar que todos los médicos, tanto en el sector público como en el privado, estén alineados con las nuevas directrices. Este proceso debe ser apoyado con recursos adecuados y tiempo para que los profesionales puedan adaptarse sin comprometer la calidad de la atención.

El camino hacia una verdadera homologación de los protocolos médicos debe ser recorrido con cautela, teniendo en cuenta las voces y experiencias tanto del sector público como del privado. Solo así se podrá encontrar un equilibrio que maximice los beneficios y minimice los riesgos, garantizando que la salud de los mexicanos no quede atrapada en un margen de incertidumbre.

Hoy cierro con una frase que se atribuye a Charles Eames: “Los detalles no son los detalles, ellos hacen el diseño."

*Oscar Flores cuenta con 25 años de experiencia en el sector de la salud en México y Latinoamérica, fue socio fundador de una consultoría enfocada en el análisis de las políticas públicas en salud, salud digital y sostenibilidad. Y actualmente se dedica a la gestión de asuntos corporativos en materia de salud para la industria farmacéutica.

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