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Ilusión, soberanía energética en México
El gas natural representa casi la mitad de la oferta total de energía en México, y genera el 58% de la electricidad que consume el país, proporciones que aumentan año con año. La industria nacional, a su vez, depende existencialmente de este combustible. Sin embargo, más del 70% del gas natural disponible en México es importado de Estados Unidos por gasoductos, a precios que son los más bajos del mercado global (2 USD por Millón de BTU; en el mundo los precios promedio son seis veces más altos). Las importaciones desde Estados Unidos crecieron entre 2010 y 2023 en 570%, llegando el año pasado a 6,000 millones de pies cúbicos diarios (6 MMDPCD). Cabe observar, que la generación de electricidad utiliza alrededor del 60% del gas natural disponible (5 MMDPCD), y la industria – incluyendo PEMEX– casi totalmente el resto (3.6 MMDPCD); sólo cantidades marginales se destinan al sector residencial, servicios y autotransporte. Obviamente, en las condiciones anteriores, la soberanía energética de nuestro país es sólo una ilusión.
El paralelismo con la Alemania de Ángela Merkel salta a la vista. Durante su gobierno, entregó la soberanía energética de su país a la Rusia de Putin con los gasoductos (Nord Stream 1 y Nord Stream 2) mientras ingenuamente cerraba las centrales nucleares alemanas por razones ideológicas, dejándose presionar por el Partido Verde (Die Grünen). Las consecuencias las conocimos después, en 2022. En México, en el contexto de la dependencia hacia los Estados Unidos, desde 2018, el gobierno decidió bloquear la inversión privada en energías limpias (eólica y solar), al tiempo que cerró la puerta al desarrollo de la energía nuclear – a pesar de que la Central Nuclear de Laguna Verde ha funcionado impecablemente desde hace casi 40 años, ofreciendo entre el 3 y el 4% de toda la electricidad que México demanda. Y no sólo eso, durante el gobierno del presidente López se cancelaron las licitaciones en materia de hidrocarburos, así como los proyectos de almacenamiento de gas natural en yacimientos agotados de petróleo, en cavernas o en tanques criogénicos. Por su parte, PEMEX incrementó la quema y venteo y el despilfarro de gas natural en la atmósfera (gas natural asociado al petróleo), lo que significa, además de un costo de oportunidad enorme, emisiones masivas de metano, gas de efecto invernadero ochenta veces más potente que el dióxido de carbono (CO2). Tal cosa sólo puede calificarse como increíblemente irresponsable, en términos económicos, ambientales y de soberanía energética. Entre 2019 y 2021, el volumen de gas venteado o quemado en la atmósfera por Pemex aumentó de 243 a 712 millones de pies cúbicos diarios (MPCD), lo que representa un incremento del 193 por ciento. Peor, se ha reducido la producción de gas natural total asociado y no asociado, no obstante que México tiene importantes reservas de este energético, habiéndose prohibido la tecnología de fractura hidráulica (fracking) para su extracción, misma que ha permitido a Estados Unidos convertirse en el primer productor de gas natural en el mundo. Inexplicablemente, en los presupuestos para 2025 no se contempla ninguna inversión para recuperar y aprovechar el gas natural que hoy se quema y ventea en la atmósfera en un desperdicio escandaloso, y que contribuye de manera notable a las emisiones de nuestro país de gases de efecto invernadero. Eliminar o reducir tales emisiones debería constituir un imperativo económico y climático. En contraste, se promueve un gigantesco proyecto de exportación de gas natural licuado norteamericano en Puerto Libertad, en la costa de Sonora del Mar de Cortés, el cual sería un grave riesgo a las poblaciones de ballenas azules, jorobadas y de otras especies, que pueblan el Acuario del Mundo. Recordemos que las colisiones entre grandes barcos y los grandes cetáceos es una de las principales causas de su muerte.
En fin, la política energética que se ha seguido en México en los últimos años carece de toda racionalidad y coherencia, y no guarda ninguna relación con la soberanía energética. México enfrenta tres caminos. El primero es profundizar y ampliar su dependencia energética hacia el gas norteamericano. El segundo es tratar de desarrollar la producción de gas natural en México sustituyendo importaciones; aunque esto parecería económicamente inviable por la imposibilidad de competir con el baratísimo gas natural de Estados Unidos, y, por razones de política climática y transición energética. (Si bien el gas natural conlleva mucho menores emisiones de contaminantes como bióxido de azufre y partículas, es un combustible fósil y tiene en promedio hasta dos terceras partes de las emisiones de CO2 que observan el carbón, el combustóleo y el diésel, por lo que no representa ninguna solución climática real). El tercero, es recuperar la Reforma Energética del 2013 para relanzar las energías limpias, abrazar con seriedad la energía nuclear, eliminar al máximo la quema y venteo de gas natural en la atmosfera, y mantener una cierta proporción de importaciones para fines sobre todo industriales, y para respaldo de energías renovables intermitentes. Pero esto último, no va a ocurrir.