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Opinión

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Netanyahu viaja con fuego y sin retorno

La ofensiva israelí en Líbano que inició tres semanas atrás a través de bípers explosivos y continuó con el disparo de misiles en Beirut, matando al líder de Hezbolá, tuvo que haber encendido las alarmas en Washington porque el escalamiento del escenario bélico ocurriría de manera súbita y con difícil retorno. 

Es cierto, Hezbolá jugó con fuego al disparar cohetes hacia el territorio israelí desde el 7 de octubre cuando terroristas de Hamás invadieron Israel para asesinar al máximo número de personas que tuvieran frente a ellos. Sin embargo, la respuesta planeada y ordenada por el primer ministro Benjamin Netanyahu en contra de Hezbolá durante las tres últimas semanas se convirtió en una declaración de guerra y no en una respuesta estratégica simétrica como la que ocurrida dos meses atrás luego del asesinato en Irán del líder de Hamás Ismael Haniyeh.

En ese momento Irán lanzó varios misiles a puntos estratégicos en Israel y la respuesta del Gobierno de Netanyahu fue simétrica.

El presidente Biden, desde el 7 de octubre, ha estado pateado el balón hacia las gradas para hacer tiempo: falta poco más de un mes para las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Es claro que el demócrata ha tratado de evitar implicar a su país en una guerra en Oriente Medio porque, al hacerlo, trastocaría la lógica doméstica del voto por la presencia de un agente exógeno asentado en la opinión pública de Estados Unidos, la guerra.

Dos factores han envalentonado al primer ministro Netanyahu para abrir fuego en Líbano: su operativo en la Franja de Gaza no le representó costos políticos desde Washington. El segundo elemento es su gabinete: un conjunto de religiosos radicales y nacionalistas (ultraderecha).

El presidente Biden ha reiterado durante casi un año la necesidad de negociar un cese el fuego entre Israel y Hamás; luego de 41,000 muertos, sus palabras han sido rebasadas por la grave crisis humanitaria en la Franja de Gaza. Biden tuvo que haber llevado al Consejo de Seguridad el tema. No lo hizo, con excepción de una ocasión, pero a través de una resolución tenue.

El apoyo de los ciudadanos israelíes hacia Netanyahu ha ido creciendo desde el ataque a través de bípers. El primer ministro justifica su ofensiva en Líbano porque fijó como objetivo desde el 7 de octubre el regreso de los israelíes que tuvieron que evacuar de sus casas en la frontera con Líbano.

Las consecuencias de un enfrentamiento entre Irán e Israel podrían representar un punto de no retorno. Lejos está 1979 cuando la revolución iraní rompió con los acercamientos entre Israel e Irán. Los ayatolas de Irán han tenido tres objetivos desde aquel año: desaparecer a Israel, expulsar a Estados Unidos de Oriente Medio y terminar con su liderazgo en el orden mundial.

Algo más, Netanyahu pasa por alto los ocho millones de judíos fuera de Israel, vulnerables al odio y a los terroristas.

@faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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