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Opinión

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Popularidad y lugar en la historia

Hay quienes tienden a confundir popularidad con ocupar un sitio en la historia. El mejor ejemplo de un líder popular y poderoso caído en desgracia histórica fue López De Santa Anna. Repasemos cuán popular fuera Don Antonio durante tres décadas.  

Siendo militar realista, apoyó el Plan de Iguala que coronaría a Iturbide. Su Plan de Casa Mata –provocado por el descontento de tributos decretados por Agustín I– reestablecería al Congreso y derrocaría al emperador, sin inclinarse por la República que se instauraría en 1824. Las elecciones de la primera sucesión presidencial, en 1828, que favorecieron a Gómez Pedraza, fueron desconocidas por Santa Anna permitiendo el ascenso de Guerrero.

Sin embargo, el santanista Plan de Jalapa declararía a Don Vicente imposibilitado para gobernar, quedando como presidente Anastasio Bustamante, derrocado posteriormente por el propio Santa Anna –entonces yorkino–- para restaurar a Pedraza como presidente.

Con el respaldo del grupo liberal, Don Antonio fue abrumadoramente electo Presidente en 1833 pero no se presentó a gobernar, dejando esa afanosa tarea a Valentín Gómez Farías.

Para 1834 la iglesia y militaristas conservadores, opuestos al plan de Gómez Farías, que pretendía limitar privilegios eclesiásticos y reducir la presencia militar en favor de civiles, buscaron al entonces designado Benemérito de la Patria para retomar el poder. Poco después el Congreso derogaría la Constitución de 1824.

El viraje hacia el centralismo provocó la independencia de Texas en 1836 con la anuencia de federalistas que anhelaban anexarse a la Unión Americana, separación que contó con la complicidad de terribles estrategias militares del veracruzano y de su costosa siesta en suelo texano.

En 1838, durante la defensa ante una reclamación francesa para indemnizar a un pastelero, Santa Anna perdió una pierna. La pérdida de una parte de su cuerpo en el servicio de la Patria –ironizó Fuentes Mares–- borraría de golpe sus pecados. El Supremo Poder Conservador, que desvaneció la división de poderes, lo reestableció como Presidente hasta el cuartelazo de Paredes de 1844.

La incorporación texana a Estados Unidos en 1845 anunciaba una inminente guerra. La invasión americana permitiría el regreso de Santa Anna apoyado –ahora– por federalistas. Don Antonio enfrentaría al Ejército americano, pero previamente negoció en La Habana –en 1846– con un emisario del presidente Polk un fin rápido a la guerra.

Santa Anna desembarcaría en Veracruz sin oposición militar americana. La idea era facilitar el retorno del jalapeño a la silla presidencial. El posterior avance de las tropas norteamericanas se dio ante la complacencia de inexplicables estrategias santanistas para enfrentarlas. México perdería la mitad de su territorio ante la pasividad de Don Antonio que había sido “doblado” por Polk con un millón de dólares.

Serían ahora los conservadores quienes en 1853 lo repatriarían del exilio buscando reponer el Plan de Iguala con una monarquía. Un desastroso plan tributario de Su Alteza Serenísima y la Revolución de Ayutla terminarían definitivamente con la carrera del dictador.

Su muerte, 20 años después, no le permitirían apreciar al líder más popular de su época el lugar que ocuparía en el basurero de la historia.

Así de implacable suele ser la historia con quienes prefieren buscar popularidad en lugar de gobernar.

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Eduardo Revilla. Abogado por la Escuela Libre de Derecho. Presidente de la Comisión de Impuestos de la International Chamber of Commerce (ICC México). Fue Director General de Asuntos Fiscales Internacionales de la SHCP. Ha sido profesor de Derecho Fiscal por más de 30 años en diversas universidades.

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