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Vivir bien... hasta que la música se acaba y te quedas sin silla
A veces la vida es como el juego de las sillas. Cuando hay música, todos se levantan y desfilan alrededor de ellas. En ese momento, se quita una silla. Cuando la música para, todos se tienen que sentar – pero uno se queda sin silla (pierde y tiene que salir del juego). El proceso se repite. Al final el que gana es el que se logra sentar en la última silla.
El martes pasado te conté de mi experiencia con un amigo, alto ejecutivo de Brasil, que era un comprador compulsivo y analicé algunos de sus patrones de comportamiento. Hoy quiero contar la historia de otro amigo, de México, a quien a los 55 años se le acabó la música y se quedó sin silla.
Federico era un ejecutivo de primer nivel en una empresa internacional. Un día se puso en contacto conmigo y me pidió reunirnos para tomar un café, lo cual acepté con gusto porque hacía tiempo que no lo veía.
Es curioso cómo son las cosas. Lo primero que me vino a la mente es que quizá me quería reclutar. Pero para mi sorpresa, me encontré en la situación inversa: me estaba pidiendo ayuda, porque necesitaba colocarse. Quería saber si había de alguna oportunidad en la empresa donde yo trabajaba y que le pusiera en contacto con el director general.
Obviamente me sorprendió y le pedí que me contara qué había pasado. Me dijo que a partir de la fusión con otra empresa, empezaron a haber muchos movimientos a nivel local y regional. Al principio lo ratificaron y pensó que había quedado bien parado. Pero poco tiempo después empezaron los cambios de políticas y tuvo diferencias de opinión con su jefe regional, que derivaron en su salida.
Se portaron muy bien con él: recibió su indemnización completa, pero además le dieron todo el dinero acumulado en su plan de jubilación y le pagaron a valor de mercado las opciones de compra de acciones que había recibido como parte de su paquete de compensación, a pesar de que todavía no tenía derecho a ejercer algunas de ellas. En total le dieron varios millones de pesos.
Me dijo: “al principio pensé que no iba a tener ningún problema”. Pero después llegó el golpe de realidad.
Federico no tomó en cuenta todo lo que debía con sus tarjetas de crédito, ni los tres créditos de auto (el de su esposa, que acaba de cambiar, y el de dos de sus hijos). Además ya se había comprometido a pagar la boda de su hija y no la iba a desilusionar. También debía la casa, aunque el seguro de desempleo de su crédito hipotecario cubrió sin problemas tres mensualidades, ya estaba pagándolas de su bolsillo.
Por otro lado, hay que tomar en cuenta todos los gastos fijos que tenía, como el mantenimiento del tiempo compartido en la Riviera Maya, o el personal de servicio (un jardinero, dos domésticas) que trabajaban en su casa.
Ganaba mucho dinero, pero lo gastaba todo. Federico tenía muchas cosas, pero ¿sabes lo que no tenía? Un fondo para emergencias. Él era de esas personas que pensaba que para eso sirven también las tarjetas de crédito. Tampoco contaba con inversiones ni dinero ahorrado para su retiro, salvo lo que había acumulado en su Afore. Afortunadamente, por su edad, todavía se puede retirar bajo la Ley 73, por lo que tiene que cuidar tres variables importantes: conservación de derechos, maximizar número de semanas cotizadas y su salario base de cotización de los últimos cinco años.
¿Sabes qué me preguntó? Si le convenía sacar efectivo de una de sus tarjetas para pagar la otra y viceversa. Es decir: andar “brincando” los compromisos entre una y otra. Le dije que tenía que tener cuidado, porque las tarjetas suele cobrar un porcentaje por disposición de línea de crédito en efectivo, que puede ser hasta del 10% del monto que saca, además de que tendría que pagar intereses sobre este dinero también. Esto podría hacer su problema mucho más grande.
Federico tuvo que vender su coche, que estaba totalmente pagado, además de otras cosas. Tuvo también que hacer un recorte drástico en su estilo de vida (aunque no fue de un día para otro, porque es muy difícil prescindir de comodidades a las que uno está muy acostumbrado).
Afortunadamente, después de un par de meses, me llamó para decirme que se había colocado en una empresa. Estaba ganando menos de la tercera parte de lo que solía recibir (aún así era muy buen sueldo). Esto le permitió terminar de pagar sus deudas, además de seguir acumulando semanas y cotizando con el salario más alto (topado), para lograr una pensión que estará en línea con sus ingresos actuales.
Ojalá que nunca te pase lo que a Federico. Aprende a manejar tu dinero con prudencia y sabiduría. Construye tu libertad financiera.