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Política

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Mineros mexicanos se juegan la vida por necesidad y para mantener a salvo a sus hijos

Autoridades federales revelaron que una vez que concluya el rescate comenzarán las investigaciones para determinar las causas.

Luis Armando volvió a preguntarse si vale la pena jugarse la vida en las minas de carbón de Agujita, en el norte de México, donde diez colegas permanecen atrapados. Pero debe hacerlo para que sus hijos estudien y no tengan que seguir sus pasos.

"Cuando está todo bien, no piensas en el peligro. Pero ya pasan las cosas y piensas en dejarlo, en buscar otro trabajo", reconoce Luis Armando Ontiveros cerca del socavón donde unos 300 rescatistas luchan por sacar vivos a los obreros accidentados el pasado miércoles.

Sin embargo, cambiar de oficio a los 48 años no parece una opción para Luis Armando, quien se gana la vida desde muy joven sacando carbón a decenas de metros de profundidad.

"Nosotros siempre hemos trabajado en esto y es muy difícil dejarlo", comenta en medio de la angustia de las familias de los mineros atrapados y del ir y venir de socorristas.

Al igual que muchos pobladores de la zona carbonífera del estado de Coahuila, la minería para él es una herencia familiar.

"Mi papá me llevó a trabajar ahí. Trabajamos en puros pozos. Casi todos somos mineros", dice, al referirse a los peligrosos "pocitos", fosas por donde descienden los trabajadores y se extrae el mineral.

Él mismo sobrevivió a un hecho similar al del miércoles, cuando un socavón de 60 metros de profundidad colapsó al resultar inundado repentinamente. Cinco obreros lograron escapar.

Consciente de estar expuesto siempre a la fatalidad, Luis Armando señala con orgullo que sus tres hijos estudian para no pasar por lo mismo.

"Que valga la pena el trabajo, el riesgo, para que no anden ellos aquí", afirma el minero, cuyo sueldo mensual equivale a unos 500 dólares en promedio, casi dos salarios mínimos.

Mi papá no lo va a resistir

Las autoridades buscaban este viernes reducir el nivel del agua, que aún cubre una profundidad de 30 metros, para que puedan ingresar equipos de rescate.

Con ese fin, decenas de trabajadores de la estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE) se encargan de mantener funcionando las bombas extractoras.

Cerca de ellos están los campamentos donde los familiares esperan noticias, junto con personal del Ejército y Protección Civil.

Aunque algunos mantienen la fe en que sus seres queridos sean rescatados con vida, las esperanzas de otros se desvanecen.

"Si algo le pasara, que espero en Dios que no, mi papá no lo va a resistir", dice María Guadalupe Cabriales, refiriéndose a su hermano Mario Alberto, uno de los atrapados.

"Se siente que él tiene la esperanza, pero a la vez dice "no, yo siento que mi hijo no va a venir"", añade sobre las expresiones de Antonio, de 81 años, quien le enseñó el oficio a Mario Alberto.

El anciano recuerda que su hijo inició ese aprendizaje tan pronto tuvo edad para trabajar.

"Yo lo enseñé a tumbar carbón y todo, a los 18 años, yo nunca lo obligué a que trabajará hasta que él me dijo: papá, consígame trabajo donde anda usted", rememora.

Cambiar de trabajo

María Guadalupe asegura que si su hermano sale con vida no permitirá que vuelva a descender por un socavón.

"Si él vive, ya no va a trabajar en los pozos, que trabaje en otra cosa que al cabo como quiera la familia come", advierte la mujer.

La zona carbonífera de Coahuila, principal productor del mineral en México, ya ha sido escenario de otros siniestros.

En junio de 2021, siete mineros murieron tras el colapso de otra mina en Múzquiz.

Asimismo, el 19 de febrero de 2006, en la más grave tragedia minera en esta región fronteriza con Estados Unidos, una explosión de gas en el yacimiento Pasta de Conchos, controlado por el conglomerado Grupo México, mató a 65 trabajadores.

Solo dos cadáveres fueron rescatados entonces.

Érika Escobedo, quien espera noticias de su esposo Hugo Tijerina, de 29 años, confiesa que busca mantenerse fuerte ante cualquier desenlace.

"Necesito estar controlada para lo que venga y cualquier cosa que me digan", afirma la joven de 27 años, quien ha tenido que acomodar la versión de los hechos para proteger a sus hijos.

"Les digo que su papá ya salió (...), y pues están tranquilos ahorita", confiesa.

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