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Arte e Ideas

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Academia de Arquitectura recibe a Matos y Villoro

Para afrontar el siglo XXI es necesario romper con el universo endogámico de la arquitectura y se requiere de mentes que pongan el rumor de la calle en la mesa de trabajo, reconocen en sesión para recibir a dos relatores de la ciudad.

El crítico de arquitectura Luis Fernández-Galiano describió a Villoro como un escritor que comprende la ciudad mejor que cualquier urbanista. Así como París está ligado metafórica y físicamente a Walter Benjamin, o Dublín a Joyce o La Habana a Padura, podemos decir que también existe la Ciudad de México de Villoro”.

Fernanda Canales, arquitecta

Hoy en día, para hacer arquitectura es necesario romper con la endogamia de la disciplina. Se necesita otro tipo de observadores agudos, como los historiadores o los literatos, que detonen procesos de pensamiento multidisciplinarios y sensibilidades para replantear el pasado y mirar hacia el futuro de las piedras, mentes capaces de asimilar esa sustancia humana y cultural que irriga las venas de nuestras criaturas arquitectónicas.

Por ello, la tarde de este jueves, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la Academia Nacional de Arquitectura ungió como Académicos Honorarios al escritor y cronista Juan Villoro y al arqueólogo y antropólogo Eduardo Matos Moctezuma.

Para arropar a los insignes, en esta sesión académica extraordinaria se dieron cita luminarias de la disciplina, entre ellos el arquitecto Honorato Carrasco, presidente del Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México y de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, y Felipe Leal, presidente del Seminario de Cultura Mexicana y miembro de El Colegio Nacional, con la anfitrionía de la arquitecta Dolores Martínez Orralde, subdirectora general de Patrimonio Artístico Inmueble del INBAL, y el arquitecto José Francisco Reygadas, presidente de la Academia.

Elogian la arquitectura mexicana

Antes de su investidura, Villoro declaró que  en la Ciudad de México la arquitectura es un arte de la supervivencia que aspira a la belleza, a condición de que el techo no se venga abajo.

"Pasé por un primer sismo en 1957, cuando El Ángel se desplomó en el Paseo de la Reforma, desde entonces he atestiguado muchos otros sobresaltos. Mi sola presencia en esta sala revela que los arquitectos mexicanos han sabido sobreponerse a los arrebatos de la Tierra. De un modo elemental, agradezco que los ladrillos sigan en su sitio. No es un milagro menor que en este territorio incierto hayan prosperado los espacios místicos de Luis Barragán, las unidades habitacionales de Mario Pani, los edificios públicos de Teodoro González de León y las vertiginosas escenografías de Alberto Kalach”.

En su turno a la palabra, Matos Moctezuma destacó que “nuestro país tiene una larga tradición arquitectónica. El mundo prehispánico fue testigo de los primeros asentamientos, en los que las sociedades comunales construyeron aldeas que más tarde se constituyeron en ciudades planificadas”.

El decano del Programa de Arqueología Urbana del INAH señaló la esencialidad del trabajo arquitectónico para beneficio de la divulgación de nuestro patrimonio. Para ello, evocó al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien fue responsable de la construcción del Museo del Templo Mayor y del Museo de Sitio de Teotihuacan y quien —destacó— con la ayuda de un gran ventanal mirando hacia la Calzada de los Muertos, como si se tratara de una vitrina, logró hacer de la Pirámide del Sol una pieza más, la más importante del museo.

Finalmente, declaró: “quiero hacer patente mi alegría por el honroso nombramiento que hoy se me hace. Debo confesar que es doble, porque también recibe la investidura de Académico Honorario mi amigo Juan Villoro, verdadero arquitecto de la palabra que ha sabido construir con ella páginas maravillosas que enaltecen a la literatura mexicana”.

¿Por qué Matos y Villoro?

A la multipremiada doctora arquitecta Fernanda Canales le tocó presentar a Villoro. Como parte de su discurso lanzó un par de planteamientos: ¿qué necesitan los arquitectos de México en la segunda década del siglo XXI y a quién acuden? ¿Quién es capaz de ayudarnos con nuestras preguntas?

“Lo que necesitamos no es un oráculo que llegue con respuestas sino alguien que inspire otras formas de hacer preguntas, otras maneras de relacionarnos con lo incierto. El mayor interés es poder tener a alguien que nos haga preguntarnos de qué están hechas las ciudades y qué memorias queremos construir en piedra. Esta invitación es un llamado para romper el universo endogámico de la arquitectura, pero también para poder cambiar la métrica de los elementos con los que trabajamos; ya no sólo metros cuadrados, presupuestos, sino alguien que ponga el rumor de la calle en la mesa de trabajo”, postuló Canales.

Por su parte, el presidente de la Academia Nacional de Arquitectura mencionó que “no podemos sino reconocer a los estudiosos de la cultura que dedican sus vidas a las obras de otros humanos y que desde sus propias áreas del conocimiento y del arte recuperan el significado de las obras de la sociedad, pasadas o presentes. Por eso tenemos con nosotros a dos grandes mexicanos, exponentes de la crónica de los tiempos (…) nuestros nuevos académicos honorarios que subrayan la importancia de la arquitectura como fenómeno social y, sobre todo, como un movimiento cultural”.

Aprovechó la ocasión para señalar: “es nuestra misión hacer un llamado a la sociedad. El peso específico de la cultura arquitectónica no puede ni debe ser menospreciado por políticos pragmáticos, insensibles y gobernantes de coyuntura como los que tenemos actualmente. Pocas manifestaciones son tan profundamente políticas como dotar a los ciudadanos de espacios para ser habitados”.

El rostro arquitectónico de los investidos:

Materia dispuesta

Juan Villoro1997

Historia protagonizada por el arquitecto Jesús Guardiola que explora las apropiaciones políticas y culturales del legado de Luis Barragán.

Vida y muerte en el Templo Mayor

Eduardo Matos Moctezuma1994

En este libro, con alma de arquitecto el doctor descubre el Templo Mayor, identifica los diferentes templos, las casas de los sacerdotes y los palacios de los tlatoanis.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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