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Clásico y popular
Palabras urgentes - Manuel Lino. Aún no comienza y el Cartagena Festival Internacional de Música ya puede dar una lección: la música clásica puede ser popular, muy popular, entre niños y adultos.
La polémica es larga, árida y hasta ahora estéril. Un páramo amodorrado, soporífero Había que estar en la calidez y la vitalidad de Cartagena de Indias, Colombia, en su tercer Festival Internacional de Música, para encontrarle solución o para decidir que en realidad la pregunta es por completo intrascendente.
Me explico: En general sabemos más o menos a qué nos referimos con el término música clásica y también sabemos que le estamos poniendo un nombre que no le va (que si el Clásico es un periodo artístico previo al Romántico, que si The Beatles ya pueden aspirar a considerarse clásicos ).
Pero el aspecto temporal es lo menos relevante, lo malo es cuando usamos el término como opuesto a la música popular, como si le estuviéramos negando así a Haendel o a Verdi la posibilidad de volver a ser populares, como lo fueron en vida.
Pero en el Cartagena Festival Internacional de Música eso no les preocupa. Desde tres días antes de iniciar, tienen lugar recitales populares, los Conciertos en los Barrios de Cartagena, en los cuales no se toca lo que conocemos como música popular, no, se toca música clásica.
La Iglesia de María Auxiliadora está muy lejos de parecerse a las magníficas construcciones coloniales de la ciudad amurallada o las pomposas Casas Republicanas de Pie de la Popa. María Auxiliadora es de ladrillo, tabicón, techo de lámina.
Está en la confluencia de los barrios (estos sí populares) de Amberes, Prado y Bruselas, y el sábado poco antes de las 9 de la mañana (hora del recital) tiene ambiente de fiesta.
Hay montones de niños de todos los colores y estratos sociales, muchos de ellos son estudiantes de música, otros, protegidos de instituciones de beneficencia. Adultos también hay y sus orígenes parecen igualmente diversos.
El clarinetista español José Franch-Ballester explica lo que el cuarteto de cuerdas St Lawrence va a tocar, un scherzo que Mendelssohn compuso poco después de la muerte de su hermana. Da pistas sobre la estructura de la pieza. Y comienza la música
Una maravilla, el cuarteto es verdaderamente de primer nivel. Y la gente lo percibe, lo siente.
El recital está diseñado de manera que no haya que pedir permiso ni contar o reconocer allegros y adagios antes de aplaudir. Son movimientos aislados de distintas obras. El aplauso se escucha generoso, agradecido, en cada silencio, cada oprtunidad.
- Lo mejor llega más tarde, con Mozart:
José, el clarinetista se une al cuarteto y toca como si fuera uno más de ellos, se acoplan perfectamente. El genio de Mozart fluye por la nave de la iglesia, conmueve, emociona. De pronto, cuando aún no ha terminado un allegretto, se da un momento brillante que emociona a la gente. Aplauden. Los músicos no se ofenden ni molestan, sonríen agradecidos y siguen tocando. Quizá sería diferente si no estuviera amplificado el sonido; quizá no, el ánimo es de fiesta.
Sale el arpista francés Emmanuel Ceysson. Es un muchacho y un prodigio. Toca, nos cuenta Franch-Ballester, piezas de Marcel Tournier. Música expresionista, una suite basada en imágenes.
Aviamanil mágica , es decir, una enorme jaula llena de aves de todos los tipos y trinos y ese resonar del arpa que, efectivamente, suena a magia; Campanas en la nieve para la mayor parte de los presentes la nieve es sólo una idea abstracta, pero alguna cuerda interior resuena con esta música que al final aplauden de pie.
A la salida se forman grupos. Niños con sus profesores discuten sobre lo que escucharon, las familias se juntan y comentan, otros simplemente se van, sonrientes se pierden entre la deslumbrante luz del exterior.
Fue música clásica y popular a un mismo tiempo. Parece cosa de magia y al mismo tiempo, como siempre sucede con la magia auténtica, parece la cosa más natural del mundo.