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Arte e Ideas

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Para cambiar los prejuicios sobre "la fiesta" en México

La celebración y la liturgia en todos los pueblos y comunidades del territorio tienen un sentido de identidad, pero son mutables e incontenibles. La nueva curaduría de las Salas Etnográficas del MNA presenta una perspectiva congruente con las culturas indígenas y afrodescendientes vivas del país. En esta entrega presentamos la "Sala Fiestas".

Todo ha cambiado en el primer piso del Museo Nacional de Antropología (MNA). Si usted como visitante se incorpora al ala sur del recinto y sube por las escaleras, basta con avanzar brevemente sobre el pasillo que desemboca, primero, en la Sala Textiles, de la que ya se han publicado detalles en una entrega previa, podrá percibir la música de carnaval, los sonidos de pirotecnia y de las festividades que suelen tomar las calles y plazas públicas en cualquier pueblo de este país, como también sucede en sus ciudades, playas, bosques, desiertos.

Esos sonidos de fiesta vienen de la sala 4, la recientemente bautizada como Fiestas, como parte de la renovación integral de las Salas Etnográficas de uno de los museos más visitados del país.

En las páginas y redes sociales donde ponderan los videos de larga y breve duración comienzan a proliferar –y bienvenidas– las reacciones de personas extranjeras a los usos, costumbres y particularidades de las culturas mexicanas a ojos del mundo, sobre la incontenible evolución de las liturgias en este territorio.

Y así como hay personas que se han ganado millones de seguidores por prestar su tiempo para dejarse sorprender por la interminable diversidad cultural del país, con la celebración como uno de sus pilares, llámese gastronómica, gráfica, musical o sensorial, habrá quienes, naturalmente, producto de sus procesos de vida, no comulguen y se opongan a algunas de estas manifestaciones, la gran mayoría, poco silenciosas. Ejemplos de éstos, los de rechazo, hay varios muy vigentes casos en internet, que usted seguramente conoce.

Luego entonces, en este contexto, global, en una ciudad de las más visitadas del país, y en un museo de los más visitados del orbe, ¿cuál es la responsabilidad que deben asumir los museógrafos, curadores e investigadores ante las, más que nuevas, justas maneras de asimilar y difundir las fiestas de nuestras culturas?

La fiesta es parte del ADN

Precisamente ésa es la perspectiva curatorial de la Sala Fiestas, a cargo del investigador del INAH Johannes Neurath Kugler, maestro en Etnología por la Universidad de Viena y doctor en Antropología por la UNAM, quien nos recibe y nos anticipa las razones por las que decidió romper con cierto rigor distante, propio de otros tiempos.

“El título alterno de la sala es ‘La comunidad en fiesta’”, explica Neurath Kugler. “Seguimos hablando de los pueblos indígenas, pero también hablamos de los pueblos afromexicanos, es decir, de los barrios y pueblos en general. Ampliamos ese panorama”.

Máscaras, disfraces, instrumentos de celebración, representaciones murales de las fiestas; el arte chamánico como una celebración fundamental de la cosmogonía de muchos pueblos, desde los mazatecos hasta los otomíes y afromexicanos; también sugerencias sobre el sincretismo litúrgico, con esculturas representativas de deidades precolombinas y poscoloniales, y sus mestizajes.

Elementos de representaciones escénicas como las famosas Danzas de la Conquista, que reproducen, con bailes extenuantes, las guerras de conquista, no sólo de españoles sobre los pueblos en resistencia en América Latina, sino de las conquistas árabes sobre los pueblos ibéricos, entre los siglos XVIII y XV. Todo este universo da vida a esta sala, incluyendo no solamente visiones del pasado, como si las tradiciones fueran legados patrimoniales invariables, sino que van mutando, incorporan elementos y representaciones contemporáneas, porque están vivas.

Expresiones que refuerzan la identidad

“En México hay mucho racismo todavía. No es raro que escuchemos que se diga: ‘ay, es que todo se gastan en fiestas, en fuegos artificiales, en chupe, y por eso son pobres’. Lo dice Octavio Paz en "El laberinto de la soledad", y todo mundo lee eso en la escuela. Hay mucha gente que cree que realmente es así. Se enojan porque piensan que la feria solamente obstaculiza la calle. Entonces, nuestra responsabilidad es explicar la fiesta como algo realmente importante, al mismo tiempo que divertido y útil para reforzar la comunidad. Y la comunidad no solamente es entre la gente, también es con los seres de la alteridad. Eso es lo que tenemos que lograr con esta sala, que la gente tenga otra idea de la fiesta”.

En la Sala Fiestas, comenta el curador, se privilegia la autorrepresentación, y no se prima la fotografía o el video documental, con miradas de rigor. “Antes se procuraba mucho la contextualización científica. Pero esta sala es para que la gente comprenda el contexto y aprenda a respetarlo”, dice y, acto seguido, reflexiona:

“Así como cambian las fiestas porque los pueblos vivos naturalmente cambian, el INAH también está cambiando. Antes había un fetichismo exagerado hacia lo científico, pero ahora está más abierto. Nos estamos acostumbrando a la idea de que México es multicultural”.

Finalmente, comenta que las piezas que integran la sala son en gran parte de la colección del INAH, sobre todo a partir de un proyecto de adquisición impulsado por la creación del museo, fundado en 1964, con posteriores pero aislados proyectos de compra de piezas. Solamente un 10% de los objetos exhibidos fue adquirido con el presupuesto para esta renovación y otras son donaciones de colecciones, como las que él mismo atesora, además de algunos préstamos de acervos privados.

Ofrendas a Coatlicue

En una de las vitrinas de la Sala Fiestas, se exhiben algunas piezas que han sido ofrendadas al monolito de Coatlicue desde los años 60. A lo largo de estas décadas, comenta Johannes Neurath, distintos visitantes a la Sala Mexica, donde habita la pieza, han depositado ofrendas consagradas a la deidad. “El trato ha sido que las ofrendas se queden un tiempo en la sala, a los pies de la Coatlicue, pero después se guardan”, comenta el curador.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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