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Arte e Ideas

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Peña Nieto: a comprender la cultura

Entre los Vazquez Sounds y los libros no leídos por Enrique Peña Nieto, se entrecruza la cultura como la loca de la casa. Estamos a tiempo de que sane para las elecciones.

Episodios con tintes de farsa, comedia y melodrama, géneros muy recurrentes para encender el fervor nacional. Por lo mismo son fenómenos que encierran códigos culturales, imaginarios sociales y construcciones simbólicas que subyacen en los recovecos del inconsciente. Las cortezas cerebrales son felices al operar sin cortapisa, un conjunto de tecnologías que son obsequiadas por el Silicon Valley. Y en la contienda no hay mejor detonante que los instintos, lo meramente reptil, según alecciona Clotaire Rapaille, el célebre psicólogo francés nacionalizado estadounidense.

Hace unas cuántas semanas, millones se dieron vuelo con la revelación creativa de tres imberbes cachanillas de profundidad extrema en su denominación: Vazquez Sounds. En vil fusile llamado cover, por no decir pirateo, calca y demás florituras del imperio del YouTube, los hermanos se zumbaron a la inglesa Adele al resignificar su canción Rolling in the Deep .

Al hacerlo, exacerbaron la muy fincada fascinación por lo anglosajón, por el oportunismo para el negocio, por la ilegalidad recreativa y por la urgencia de contar de vez en cuando con paladines, carne de cañón para los medios que, delirantes, los emplearon como medio de generoso contraste al reguero de muertos que nos acompañan día a día.

La zaga de los sonidos Vázquez ronda el estrellato con la Sony Music –es decir, son patrimonio norteamericano- y aún sin un disco en el mercado, se quejan de lo que se alimentaron: lucrar con lo ajeno. Felices, Angie, Abelardo y Gustavo, toman talla de prototipo de la diversidad cultural que nos caracteriza como nación. Aceitan el poderío de las redes sociales: son trampolín, altar, paredón, picota y diván.

En la onda ya no bi, sino multipolar, que reconfigura a diario la sociedad, que en inmensa minoría accede al uso de las tecnologías, no hay encumbramiento sin que alguien tenga que morder la fibra óptica. Es el otro episodio de locura. De mucho tiempo atrás, Enrique Peña Nieto venía navegando nube en popa. De tweet en tweet de face en face, de tevé en tevé, de corrillo en corrillo. En efecto, ni se despeinaba. Pero le llegó la cargada por donde menos esperaron él y sus robóticos asesores: por un componente del acervo cultural del reino de las perplejidades, filón que Juan Villoro indicó con eficacia de brujo: En los países que no leen, los libros adquieren insólito prestigio; son como talismanes que otorgan un poder desconocido .

El semiólogo colombiano Armando Silva nos ayuda a entender lo que ocurrió al mexiquense cuando dice: Los lugares del imaginario son, entonces, múltiples, tan amplios y variados como la imaginación. Lo imaginario se impone, de principio, como un conjunto de imágenes y signos, de objetos de pensamiento cuyo alcance, coherencia y eficacia puede variar y cuyos límites se redefinen sin cesar . Si extrapolo otro elemento de su corriente de análisis, para Silva, la percepción de la realidad pasa también por lo imaginario asociado a la pregnancia simbólica del lenguaje, a lo imaginario como inscripción psíquica y en la perspectiva de una lógica inconsistente y a lo imaginario en cuanto a construcción social de la realidad .

Es decir, y al volver a interpretar a Rapaille, lo que se le vino encima al priísta tras su yerro librero en uno de los más prestigiados sitiales de lo sagrado de la cultura, fue aquello de que a las personas les da por reflejar lo que dicen, en vez de lo que quieren decir. Creen que están diciendo la verdad .

Lo inaudito de estos episodios no radica en que un candidato a la Presidencia no lea lo que los otros creen que debió leer, o que un trío vea más cercano repetir con magnificencia una rola de moda extranjera que una de Ximena Sariñana para obtener dividendos. Está en la proyección que de la cultura hay en el inconsciente.

Si a los sonidos Vázquez les va bien o mal, la patria no los demandará. Tache y listo. No así a los presidenciables. Tanto para Peña Nieto, como para los otros que quieren llegar a Palacio Nacional, es la oportunidad de conocer a fondo los códigos, imaginarios y percepciones que de la cultura hay del cerebro reptil de sus compatriotas. Yo que ellos, además de algún estudio –que no encuesta- haría visible al mediador y líder de grupo en este ámbito de las campañas, a efecto de convertir lo cultural en parte nodal de la estrategia electoral y no en la loca de nuestra casa.

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