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Arte e Ideas

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¿Qué demonios es un meme?

En 1976 el científico británico Richard Dawkins publicó El gen egoísta, en el que explica la polémica teoría de que la evolución está basada en los genes —no en individuos o grupos—, y que los organismos son meras «máquinas de supervivencia» de los genes. En ese libro introdujo el término meme —explicado en este texto— que parte de la idea que el mundo es un lugar donde la información puede comportarse como los genes humanos, y así, las ideas se reproducen, mutan y evolucionan.

En 1986, Richard Dawkins declaró: «En el corazón de cada ser vivo no hay fuego, ni un aliento tibio, ni una “chispa divina”; lo que hay es información, palabras e instrucciones». El surgimiento de la teoría de la información apoyó e indujo una nueva visión de la vida.

El código genético se estaba descifrando, y los científicos hablaron con grandeza acerca de la biosfera, una entidad compuesta por todas las formas de vida, repleta de información que constantemente evoluciona y se reproduce.

Aplicadores y memes

Cuando los biólogos absorbieron el vocabulario de la ciencia de la información, fueron más allá y estudiaron la información misma. El biólogo parisino Jacques Monod escribió: «Las ideas tienen características propias de los organismos. Al igual que éstos, tienden a perpetuar su estructura y a replicarse; también pueden fusionar, recombinar y segregar su contenido, y por supuesto, evolucionan [...]. Las ideas tienen un poder expansivo, son “infecciosas”, unas más que otras».

Dawkins dio un salto conceptual de la evolución de los genes a la evolución de las ideas. Para Dawkins, el papel principal lo juega el replicador.[1] Donde haya vida, habrá replicadores. «Creo que un nuevo tipo de replicador ha emergido en este planeta —señala en El gen egoísta—; nos mira directo al rostro. Todavía es una larva y se desplaza con torpeza a la deriva en su caldo de cultivo, pero ya está logrando un cambio evolutivo, a tal ritmo que está dejando muy atrás al antiguo gen». El caldo de cultivo al que se refiere el autor es la cultura humana, el vector de transmisión es el lenguaje, y la tierra que empieza a engendrar es el cerebro.

Dawkins propuso un nombre para este replicador sin cuerpo: meme.[2] Se convirtió en su invención más memorable, mucho más influyente que su gen egoísta: «Los memes se propagan a sí mismos en el acervo de memes, saltando de cerebro en cerebro mediante un proceso que, en un sentido más amplio, se puede llamar imitación; compiten entre ellos para conseguir recursos limitados: “tiempo de cerebro” o “ancho de banda”; es decir, más que nada, por obtener atención».

Cómo se trasmiten los memes

Los memes emergen en los cerebros, viajan hacia afuera y se afianzan en papel, en celuloide, en silicón y por donde quiera que se trasmita información. No se piensa en ellos como partículas elementales, sino como organismos. El número tres no es un meme, tampoco lo es el color azul, ni tampoco un simple pensamiento, de igual forma que un solo nucleótido no puede ser un gen. Asimismo, un meme tampoco es un objeto. Los memes son unidades complejas, distintivas y memorables; son unidades con poder de permanencia.

La mayoría de nuestros memes biológicos existieron fugazmente; su principal modo de transmisión era de boca en boca. Pero a últimas fechas se las han ingeniado para adherirse en sustancias sólidas: desde las paredes 
de las cuevas hasta hojas de papel; se han vuelto longevos mediante nuestras plumas, imprentas, cintas magnéticas y discos ópticos; se difunden mediante torres de trasmisión y redes digitales. Los memes pueden ser historias, recetas, habilidades, leyendas o modas. Los copiamos, una persona a la vez —o más bien, desde la perspectiva memecéntrica de Dawkins, ellos se copian a sí mismos.

Al igual que los genes, los memes afectan al mundo entero, más allá de sí mismos. En algunos casos, los efectos pueden ser muy poderosos —el meme de hacer fuego, de vestirse, de la resurrección de Jesús—; otros memes tuvieron beneficios evidentes para algunos de sus huéspedes humanos —el meme del conocimiento de la respiración de boca a boca, de la costumbre de lavarse las manos antes de cocinar—, y otros se pueden replicar con virulencia impresionante, y dejan grandes franjas de daño colateral: astrología, satanismo, mitos racistas, supersticiones y virus en computadoras.

Los memes podían viajar sin palabra alguna incluso antes de que naciera el lenguaje —la mera mímica es suficiente para replicar conocimiento; por ejemplo, cómo incrustar una punta de flecha o cómo encender un fuego—, y éste funge como primer catalizador de la cultura; sustituye la mera imitación expandiendo el conocimiento mediante la abstracción y la codificación.

Los memes y la informática

Para aquellos que simpatizan con la idea de los memes, el panorama ha cambiado más rápido de lo que imaginó Dawkins, cuando en 1976 escribió: «Nuestros cerebros son las computadoras donde viven los memes». Agregó que un nuevo fenómeno se asomaba en nuevos horizontes: las computadoras conectadas a redes. «Muchas de ellas se encuentran literalmente conectadas entre sí [...], y esto es un medio para que los programas autorreplicantes florezcan». De hecho, Internet no sólo provee a los memes de un medio rico para nutrirse con cultura; también le da alas a la idea de los memes. Meme por sí mismo se convirtió en un vocablo común en la Internet. La conciencia de los memes encontró su lugar de gestación y de difusión.

El término meme podría aplicarse a una sospechosa cornucopia de entidades, desde las más grandes hasta las más largas, y su estudio atrajo a los investigadores de campos tan lejanos como la microbiología y la informática. Pero, a diferencia de los genes, que tienen alguna sustancia física y se replican con una fidelidad cercana a la perfección, los memes son abstractos, intangibles e inconmensurables, y casi nunca se copian con exactitud. Sin embargo, helos aquí. Conforme el arco de la información se inclina hacia una mayor conectividad, los memes evolucionan y se esparcen más rápido. En el ciberespacio, cada nueva red social es una incubadora de memes.

En la competencia por tener un espacio en nuestros cerebros y en la cultura, los verdaderos combatientes son los mensajes. Nombramos sus tipos de manera irónica, como para reafirmarnos que los entendemos —por ejemplo, «mitos urbanos» y «mentiras zombis»—, y los mantenemos vivos en granjas de servidores con aire acondicionado. Pero no podemos ser sus dueños. Cuando una canción de un comercial se nos pega, algo nuevo se pone de moda, o algún tipo de engaño domina los chats durante meses y desaparece tan pronto como llegó, ¿quién es el amo y quién es el esclavo?

James Gleick es un periodista y escritor estadounidense, especializado en la divulgación de la ciencia y la tecnología. Es autor de Chaos: Making a New Science, y The Information: A History, A Theory, A Flood, del cual se extrajo este texto. Trad. Mónica López Fernández y Francisco Masse.

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