Lectura 5:00 min
Recreando un día feliz, o el arte vivo se mueve
La nueva exposición del Museo Tamayo recrea un día parisino que fue juego, diversión y también obra de arte.
Para que esta reseña tenga sentido hay que comenzarla regresando 47 años. La obra completa se llama Un día en la calle . Salgamos a pasear.
El mediodía del 19 de abril de 1966 los parisinos que salían de la estación del metro que da a la Ópera de París se encontraron con un Objeto Terrestre No Identificado abandonado en la banqueta. Este OTNI es definido por sus creadores como un objeto cinético habitable abandonado a la curiosidad de los que pasan .
Uno puede suponer que ese 19 de abril particular, que para más señas cayó martes, fue un día tranquilo de primavera en París. Soleado, quizá despejado y con una brisa tranquila.
Supongamos que así fue. Pensemos en esa gente que sale del metro camino a la oficina o a casa para tomar un bocado antes de continuar la jornada.
Y he ahí en plena rotonda de la salida del Metro (porque las estaciones parisinas salen a rotondas) ese objeto sin explicación.
Imaginemos a los parisinos como niños dando vueltas alrededor, abordándolo; suponiendo que, cosas de franceses, tal interrupción de la rutina es una nueva manifestación político-sindical sobre la que hay que tomar postura.
A lo largo del martes hubo otras extrañas situaciones: en el Jardín de la Tullerías apareció un calidoscopio gigante. En Montparnasse baldosas falsas desestabilizaban el paso de los transeúntes; más de uno perdió el sombrero. Entre la rue du Rennes y la rue du Dragon se repartieron globos y alfileres; varias persecuciones mortales se desataron a carcajadas. Por la noche en el barrio latino, los espectadores de la sala de cine pitaron durante toda la película: en la entrada, desconocidos les habían dado silbatos.
Si uno tenía ánimos de pasear por el Sena ese martes a las 10 de la noche, a lo largo del Boulevard Saint-Michel numerosos flashes prendían y apagaban intermitentemente, como es la naturaleza de los flashes. ¿Titilaba el Sena o estallaba?, se preguntó sorprendido un gendarme desde un puente. Al fondo se oían los silbatazos de los que salían de la función.
EL ARTE DE LA INESTABILIDAD
Suena bonito y parece ser que sí lo fue. Un día y una ciudad convertidos en una pieza de arte, un performance gigantesco. ¿Dónde termina la exhibición y empieza la vida? En aquel momento fue una ruptura con lo que se concebía como arte.
Los responsables no eran extraterrestres ni terroristas sino algo intermedio: un grupo de artistas.
Ahora puede recrearse parte de la experiencia en la nueva exposición del Museo Tamayo: Una visión, otra: Grupo de Investigación Visual, 1960-1968.
Más que el usual recorrido por cosas y documentos, se trata de una recreación histórica de las obras del GRAV.
El Groupe de Recherche dArt Visuel (GRAV; en español, Grupo de Investigación Visual) se formó en 1960. Pasemos la lista de los revoltosos del salón: Julio Le Parc (Argentina, 1928), Horacio García Rosi (Argentina, 1929 Francia, 2012), François Molleret (Francia, 1926), Francisco Sobrino (España, 1932), Joel Stein (Francia, 1925-2012) y Jean Pierre Yvaral (Francia, 1934-2002).
Un colectivo de creadores de la posguerra que admiraban la inestabilidad. A sus creaciones las llamaron arte cinético, el arte del movimiento. Se levantaron contra la pintura y contra el arte repetitivo y banal de sus contemporáneos repetidores del dada, el surrealismo y la abstracción.
Como dice su manifiesto (artistas franceses: por supuesto que tuvieron un manifiesto) no crearon arte para el ojo cultivado, intelectual, sensible, esteta y diletante , es decir, el público domado por el mundo de los museos, las bienales y las galerías.
Su objetivo era encontrar al público con la guardia baja, sin la reacción entrenada por el museo. El arte a la calle.
Rufino Tamayo tuvo relación directa con el GRAV, especialmente con Julio Le Parc y algunas de las piezas expuestas forman parte del acervo del museo. Le Parc ayudó en la restauración de varias piezas mecánicas cuyos motores se habían descompuesto.
Es la primera vez que se celebra una exposición del GRAV en Latinoamérica.
MUSEO TAMAYO: SALA DE JUEGOS
Aunque la exposición incluye una sala documental con varias piezas originales del GRAV (que nada más están para verse), la atracción principal es una recreación de Un día en la calle : hay un croquis de París con la descripción de los juegos/instalaciones y algunas están presentes.
Las baldosas inestables, el objeto habitable dejado en la calle, un cilindro de metal que gira y hace un escándalo. Escaleras laterales, frontales, diagonales. Sillas con resortes y un columpio enorme, de esos que son para más de una persona de pie. Todo ocupa el patio central del Tamayo.
Son obras de arte y son juguetes, hechas para que el espectador deje únicamente de mirar y experimente con todo el cuerpo.
¿Quiere subir escaleras y brincar desde lo más alto? Hágalo, nadie se lo impedirá. Los vigilantes del museo solo pueden intervenir en caso de riesgo grave para el espectador, no para la pieza. Todo puede romperse, menos el juego.
Es el arte de jugar, es la inestabilidad. Lo que está vivo se mueve. Lo estático está muerto.
Hasta los del GRAV volvieron en algún momento a la pintura. ¿Claudicación o movimiento? Movimiento, ¿no?
Una visión otra - GRAV 1960-1968
- Museo Tamayo.
- Paseo de la Reforma 51.
- 7 de septiembre, 2013-16 de febrero, 2014.
concepcion.moreno@eleconomista.mx