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Acoso sexual en el transporte público, ¿cómo afecta la empleabilidad de las mujeres?
Las agresiones más recurrentes son “tocamientos, fotografías sin consentimiento, muestra de genitales, fricción de genitales y majaderías sexuales”. Este tipo de violencia impacta directamente en el desempeño laboral de las mujeres, destaca Nadine Gasman.
Mujeres y hombres usamos el transporte público de manera distinta y el trabajo de cuidados es una de las determinantes en la diferencia. Por ejemplo, las mamás trabajadoras antes de llegar a su empleo pasan a la guardería o a la escuela y al término de su jornada recogen a sus hijos o hijas. Algunas mujeres salen del trabajo y van al supermercado, a un taller de capacitación, de algo que les cause interés, o a una reunión social. Pero hay otra gran diferencia: el acoso sexual en esos trayectos.
Una encuesta que ONU Mujeres realizó en el 2018 señala que en la Ciudad de México “el 96% de las mujeres han sido víctimas por lo menos una vez de algún acto de violencia en el transporte público, desde agresiones verbales, contacto físico forzado o persecución”. Y en nueve de cada 10 casos quienes las agredieron fueron hombres.
Esa violencia diaria, que afecta más a mujeres y población LGBTIQ+, “impacta en el mercado de trabajo”, dice en entrevista Nadine Gasman, presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). Quienes pueden hacerlo, cambian sus horarios laborales para no volver de noche a casa o procuran salir a tiempo. Pero si en su centro laboral se ve mal salir a su hora, eso les restará puntos.
“Muchas mujeres buscan trabajos cercanos a su casa”, aunque éstos no siempre tengan las mejores condiciones laborales, dice la funcionaria federal. “La exposición diaria a las agresiones en el transporte público realmente es difícil”, enfatiza.
La mayoría de los datos sobre este problema están centrados en el Metro de la Ciudad de México, y esto es lo que sabemos: las agresiones sexuales más recurrentes son “tocamientos, toma de foto o video sin consentimiento, muestra de genitales, fricción de genitales y majaderías sexuales”, según el reporte Atención y prevención del acoso sexual en el Sistema de Transporte Colectivo Metro (STCM), del Instituto Belisario Domínguez del Senado.
Ahora imaginemos cómo es llegar al centro laboral y comenzar a trabajar, iniciar el día con el impacto de haber sido violentada de alguna de esas maneras.
Lineamientos para atender el acoso en el transporte
En México, las mujeres realizan 10 millones de desplazamientos diarios, de los cuales 74% es en transporte público, según la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu).
De acuerdo con en el artículo ¿Tienen mejores empleos las mujeres con acceso a transporte público rápido y seguro?, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las mujeres en la región “tienen menos probabilidad de acceder a un vehículo privado y utilizan el transporte público con mayor frecuencia que los hombres”.
Las autoras y autores del texto, Patricia Lynn Scholl, Patricia Yañez-Pagans, Oscar Mitnik, Daniel Martínez y Edgar Salgado, agregan que los viajes largos disminuyen la probabilidad de que las mujeres tengan trabajos remunerados.
Sobre el problema del acoso sexual en el transporte, los gobiernos han puesto en marcha algunas iniciativas, como la separación de vagones exclusivos para mujeres e infancias. En el caso de México, la NOM-035 sobre Factores de riesgo psicosocial en el trabajo contempla los acontecimientos traumáticos severos, por ejemplo, los asaltos con violencia en el trayecto.
Recientemente la Sedatu y el Inmujeres lanzaron los Lineamientos nacionales para atender y prevenir el acoso sexual en el transporte público. Estos “ponen a las víctimas en el centro e involucra a las personas usuarias para que no se queden en silencio ante una agresión a otra persona”, dice Nadine Gasman.
Según el documento, los análisis estadísticos sobre la movilidad han dividido los viajes en dos tipos: los productivos, que son los traslados a la escuela o al trabajo, y los no productivos, que son todo el resto.
Pero la urbanista española Inés Sánchez de Madariaga definió a estos últimos como “movilidad del cuidado”, porque en realidad están asociados al trabajo de cuidado no remunerado. Este tipo de viajes “no productivos” representan para las mujeres entre el 48 y el 50% de los que hacen al día y para los hombres, el 21 por ciento.
En cambio, la tasa de viajes al trabajo en transporte públicos es de 54% para los hombres y 27% para las mujeres. Pero es que sólo 43% de las mujeres en edad para trabajar tiene empleo, mientras que en el caso de los hombres es el 74 por ciento, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).
Para crear los lineamientos, la Setadu y el Inmujeres contaron con la colaboración de una ruta concesionada de autobuses en la Ciudad de México. “Eso nos dio la visión de lo que pueden y no pueden hacer”, explica Nadine Gasman.
La parte de la prevención, dice, está en la colocación de carteles informativos que “interpelan a los hombres para que se den cuenta que lo están haciendo es acoso”. En algunas paradas de la Ciudad de México se están colocando botones de pánico, asegura.
Los lineamientos también indican que primero “hay que poner a la víctima en un lugar seguro y accionar dependiendo de lo que ella quiera hacer, ya sea bajar al agresor o llamar a la policía. Es un modelo que corresponsabiliza a las personas usuarias del transporte público, las dueñas de una concesión, las conductoras y las autoridades”.