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Elecciones en Pemex: Entre la cultura arraigada y la presión de la reforma laboral
Cerca de 90,000 trabajadoras y trabajadores de Pemex se enfrentarán a un evento que nunca antes han vivido: elegir mediante el voto libre, personal, secreto y directo a la dirigencia nacional de su sindicato. Son las nuevas reglas para las viejas costumbres.
Luego de la histórica reforma laboral de 2019, ¿cuál es el mayor reto para su implementación? Le preguntó Guy Ryder, director de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a Luisa María Alcalde, secretaria del Trabajo y Previsión Social, en un evento en noviembre pasado. “Cambiar la cultura”, respondió enseguida. Y hoy hay un ejemplo en puerta para ilustrar lo que dijo la funcionaria: El sindicato de Pemex.
El 31 de enero, cerca de 90,000 afiliados podrán votar por una nueva dirigencia del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM). Pero el poder político y económico que ha ejercido esa organización, con “componentes de autoritarismo y dominación”, no se cambian con una ley, dice Graciela Bensusán.
La reforma puso las condiciones para la transformación, pero no es suficiente, agrega la profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), plantel Xochimilco.
“Estamos hablando de un cambio cultural. Mientras no eche raíces la política de acabar con la simulación, los pequeños o medianos capos seguirán ejerciendo su poder” al interior de los sindicatos, como el de Pemex, advierte Alfonso Bouzas, coordinador del Observatorio Ciudadano de la Reforma Laboral (OCRL).
Por primera vez en sus más de 80 años de existencia, el STPRM elegirá directamente a su dirigencia. En 2019, el Congreso modificó la Ley Federal del Trabajo (LFT) y estableció que las votaciones deben ser libres, directas y secretas.
Carlos Romero Deschamps fue el último líder en beneficiarse de las antiguas reglas: votaciones a mano alzada en las que además no elegían al dirigente nacional, sino a delegados de las secciones sindicales que, en su representación, lo escogían.
Con la reforma, “se hizo lo que se podía hacer, garantizar que la dirección sindical sea electa por voto universal, libre, secreto y directo”, apunta el doctor en Derecho. El resto será acompañamiento de las autoridades, pero la base trabajadora debe ayudar a cambiar una enraizada cultura sindical, coinciden ambos especialistas.
Pequeños capos que quieren crece
“Hay que ser realistas y partir de que el antiguo modelo laboral duró 100 años”, tiempo en el que se permitió la corrupción a líderes sindicales, apunta Graciela Bensusán, doctora en Ciencia Política y experta en temas laborales.
Algunos movimientos obreros surgieron, pero fueron reprimidos, como el magisterial, de ferrocarrileros o de médicos, para exigir, además de democracia sindical, mejores condiciones laborales.
Pero el caso del sindicato de Pemex es particular, pues “tiene un contrato colectivo fuerte, sus trabajadores están en mejores condiciones que la mayor parte del país”, explica. No se trata de un contrato de protección a la empresa, como muchos casos. Será “es difícil la transformación democrática”, pues el personal podría estar dudoso de cambiar a quienes les trajeron beneficios.
“Están inmersos en esa cultura y no todos conocen las nuevas reglas, que hay un cambio profundo en curso. O tienen miedo a perder lo que tienen”, ante las amenazas o mentiras de sus líderes para mantener el viejo poder.
Romero Deschamps renunció a la dirigencia 2019 y a Pemex en 2021, cuando la Fiscalía General de la República (FGR) inició una investigación en su contra por lavado de dinero. “Pero eso no quiere decir que se haya ido, en las secciones quedaron los capos que estaban subordinados a él y ahora pretenden la dirección nacional”, apunta Alfonso Bouzas.
“Los capos locales siguen ejerciendo” en las diferentes entidades del país, muchas veces protegidos por los gobiernos locales, dice el catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
A finales del año pasado el proceso electoral en Pemex inició con la renovación de las 36 secciones sindicales. En cuatro de ellas se repetirá la votación, debido a irregularidades cometidas, pero casi la totalidad será dirigida por el grupo cercano a la anterior dirigencia.
Además, uno de los 25 candidatos registrados para la dirigencia nacional es Ricardo Aldana, actual tesorero del STPRM, y quien fuera el brazo derecho de Romero Deschamps.
Lo que le corresponde a la autoridad, y lo que no
El pasado 14 de enero, en la conferencia matutina, Luisa María Alcalde fue cuestionada sobre la garantía para que Romero Deschamps no siga en el sindicato a través de otros candidatos. “La gran diferencia ahora es que son los trabajadores quienes van a decidir. Antes el gobierno imponía a los líderes”, respondió.
“No sólo para el caso de Pemex, hay que entender que el corporativismo era real y no es algo que podamos desaparecer por desearlo”, dice Graciela Bensusán.
“Esto no lo puede resolver Luisa María Alcalde, o el presidente Andrés Manuel López Obrador. No pueden hacer que los trabajadores voten por uno o por otro para que salga esa camarilla de Pemex, si precisamente por eso se hizo ese cambio, para que el gobierno ya no se meta”, afirma la especialista.
“No sólo es una cuestión legal o de la autoridad del trabajo”, opina Alfonso Bouzas. En los procesos de legitimación de contratos colectivos, por ejemplo, “sigue ganando la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC)”, a pesar de la corrupción y la precariedad laboral en la que han tenido a la base.
En el caso de los petroleros se impondrá, prevé, “alguien de los que hasta ahora han sido capos pequeños”. En los próximos días “veremos a cómo viejas prácticas se mezclan con las nuevas reglas democráticas”, dice Graciela Bensusán.
Lo que se le debe pedir a la autoridad laboral es verificar que las condiciones para votar sean las óptimas y que quienes aspiren al cargo tengan piso parejo, apunta la especialista. Y por otra parte, la FGR debería investigar verdaderamente a esos líderes. “Muchos tendrían que estar en la cárcel y no ser opción en una elección, pero como nunca se les comprobó delito”, ahí siguen, como el mismo Romero.
“Solamente han tocado a los líderes cuando les han convenido políticamente, como (Enrique Peña Nieto) a Elba Esther Gordillo” y (Carlos Salinas de Gortari) a Joaquín Hernández Galicia, La Quina, porque apoyó a (Cuauhtémoc) Cárdenas”, puntualiza la académica. Este último fue líder del sindicato petrolero.
Un futuro sindical diferente
Poco a poco, los trabajadores y las trabajadoras sabrán que “ya pueden modificar su dirección, que ya no es eterna y se acabó la etapa de los dirigentes de 10, 20 y más años”, confía Alfonso Bouzas.
En estos momentos hay “una mezcla complicada, en la que parte del problema es la cultura de las ventajas y beneficios que recibieron los trabajadores y su falta de conocimiento de la profundidad de la transformación que estamos experimentando”, considera Graciela Bensusán.
Pese a todo ese escenario, “ojalá que surjan más sindicatos, que haya muchas opciones, aun cuando no sean las más calificadas”, dice el profesor Bouzas. Administrar un sindicato para proteger y ampliar los derechos, “se aprende. Pero las mañas no se quitan por decreto”.
Y que las nuevas generaciones, que “expresan su desencanto por el sindicato y optan por las soluciones individuales”, se interesen en los movimientos laborales. “A lo mejor en el futuro tendremos otras formas de organización o de colectivización y no los sindicatos”, pero por el momento, habrá que renovar estas instituciones, concluye el académico.