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El otro éxito: atraer patrocinios
Es verdad que ser atleta olímpico es un orgullo para los deportistas, pero eso no basta para conseguir estar en la justa deportiva más importante del planeta... necesitan dinero.
La oferta apareció en el sitio de ventas por Internet eBay. Era la subasta por el espacio en un brazo de Nick Symmonds, un atleta estadounidense que ofrecía ese espacio de su cuerpo a cualquier marca que quisiera utilizar ese lugar para publicitarse.
Al final, la empresa T-Mobile fue la ganadora y pagará 21,800 dólares por ver su marca tatuada en el brazo del especialista en 800 metros, quien con esos recursos buscará llegar sin mayores contratiempos a los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Sin embargo, debido a la reglamentación del Comité Olímpico Internacional (COI) en relación a que durante los Juegos Olímpicos los atletas no podrán promover ninguna marca que no tenga acuerdos con el organismo, el atleta deberá tapar su hombro para evitar que el nombre de la empresa no sea visible durante las competencias.
Ha sido el mismo Symmonds quien en el 2012 ofertó también un espacio de su pierna para recaudar fondos rumbo a Londres 2012. En ese entonces, Hanson Dodge Creative pagó 11,100 dólares por el espacio.
Pero Symmonds no es el único atleta que ha recurrido a este tipo de estrategias para conseguir recursos con tal de cumplir su sueño.
Hace algunos años, la arquera Khatuna Lorig ganó dinero y publicidad al convertirse en la entrenadora oficial de Jennifer Lawrence, la renombrada actriz que hizo famosa a Katniss Everdeen, protagonista de la saga Los Juegos del Hambre, quien, gracias a la atleta estadounidense, aprendió a usar el arco que caracteriza al personaje.
Aunque los deportes olímpicos suelen ser atractivos durante la justa veraniega, para los atletas resulta complicado conseguir sponsors cuando no son años de competencia y se han valido de muchas técnicas para ser considerados por las marcas.
El esgrimista estadounidense Tim Morehouse decidió que quería conseguir la atención de las empresas y apuntó a lo grande. El atleta necesitaba recursos para los Juegos Olímpicos, así que pidió al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que le permitiera dar una demostración en la Casa Blanca, frente a empresarios que podrían darle patrocinios.
Entre los presentes estaba también Donald Trump, actual candidato a la presidencia de aquel país.
En el 2011, pese a que su país era sede de los Juegos Olímpicos, el atleta británico James Ellington velocista especialista en los 200 metros libres no tenía el apoyo suficiente para su preparación que incluía viajes, su equipo multidisciplinario, una dieta adecuada y trasladarse un tiempo a Estados Unidos para mejorar su rendimiento.
El velocista tenía un trabajo de medio tiempo como entrenador, y el resto del tiempo lo usaba para practicar. Por eso la llegada de recursos era urgente.
Su opción fue también Internet, y no dudó en ofertarse en eBay, página en la que su anuncio estuvo por varios meses hasta que un postor anónimo cerró la oferta con poco más de 50,000 dólares.
Sin embargo, los recursos no llegaron. Todo fue parte de un engaño, pero la atención llegó y la compañía de máquinas de afeitar King of Shaves se ofreció a patrocinarlo. Ellington logró ganar en su heat eliminatorio, pero desafortunadamente no pudo llegar a la final, la misma que ganó el astro jamaiquino Usain Bolt.
El boom de las redes sociales en los últimos años ha servido de herramienta para muchas empresas que quieren publicitarse. Y eso fue algo que aprovechó Ben Kjar, un luchador estadounidense que también necesitaba de hacerse de más recursos para lograr su sueño de ir a unos Juegos Olímpicos.
Así, el atleta planteó una atrevida estrategia en la que convenció a sus sponsors de dar dinero por cada dos likes que recibieran los posts en los que mencionara a cada una de sus marcas, en la red social Facebook. Los patrocinadores se comprometieron a donar 2 dólares por cada like que el atleta consiguiera en su sitio personal.
Uno de los casos más extremos, quizá, es el de Fuahea Semi, un atleta de la isla de Tonga que, al saber que no podría usar el nombre de su sponsor durante los Juegos Olímpicos de Sochi debido a las leyes que tiene el COI, decidió cambiarse el nombre a Bruno Banani, que es el mismo nombre de una marca de ropa interior, y con ello logró tener recursos para asistir a la justa invernal.
Es de esta manera que los atletas han trabajado para construir su sueño, no sólo dentro, sino también fuera del deporte.