La tecnología se adueña de trajes de baño mundiales

Fue Michael Phelps el precursor de la polémica. Fue él quien decidió desafiar todas la normas establecidas hasta hace año y medio cuando se podía pensar en todo, menos en revolucionar la manera de nadar. Y fue Phelps el primero en hacerlo.

No se trataba de mejorar la técnica, de ingerir sustancias prohibidas o de maniatar la integridad de los atletas. Fue un simple traje de baño, ése que los nadadores tardan siglos en ponerse, que comprime sus músculos para disminuir la resistencia que, según sus creadores, les permite flotar y que hay que cambiarlo después de seis usos, si se quiere mantener su eficiencia competitiva.

Ese trozo de tela 100% hecho de poliuretano, totalmente impermeable, ése que apunta a dominar en el Mundial de Roma, el mismo que, para muchos, amenaza con terminar con un deporte limpio, con las competencias justas.

Dicen los que conocen, que su tecnología, la cual ha creado también competencia entre las marcas, Speedo con el LZR Speedo, Arena con X-Glide o el Adidas Hydrofoil, es la culpable del maremoto de récords que inició hace 18 meses, cuando la Federación Internacional de Natación (Fina), tan cuestionada hoy incluso por los nadadores que se benefician de ello.

Responsable de 131 plusmarcas mundiales, de las cuales 23 se han logrado en el 2009, estará presente en Roma.

Pero el secreto es tan sencillo como lo fue de polémico. El traje de baño tiene un grosor no mayor a un milímetro, se adapta a la forma del cuerpo; no almacena aire y el efecto de flotabilidad no es superior a los 100 gramos y esto los hace prácticamente volar en el agua . Por eso hace ganar récords, dólares, euros, millones. Así de simple.

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BVC