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Las decisiones controversiales
Tanto los riesgos como las oportunidades requieren que el administrador tome en cuenta todas aquellas alternativas tanto para resolver problemas como para aprovechar oportunidades.
Cuando hablamos de la toma de decisiones por parte del gobierno y la administración de una entidad, quiere decir que existe un proceso que ofrece varias alternativas para llevar a cabo alguna iniciativa o resolver un problema. En cualquiera de los casos, la toma de decisiones tendrá que contemplar todos aquellos factores que afecten a la entidad en la iniciativa o el problema que tienen que afrontar.
Al final del día, el trabajo del gobierno corporativo o de la administración, es tomar decisiones para asegurar que la entidad cumple sus objetivos o los supere de la mejor manera posible. Desde un país hasta el negocio de abarrotes de la esquina, los administradores, tendrán que dedicar cada jornada a verificar que la operación cumpla con lo previsto y estar alerta de cualquier situación que ofrezca una oportunidad o que represente un riesgo que ponga en duda el cumplimiento de los objetivos.
Tanto los riesgos como las oportunidades requieren que el administrador tome en cuenta todas aquellas alternativas tanto para resolver problemas como para aprovechar oportunidades que se presentan. Para lograr esto deberá contar toda la información necesaria respecto a las alternativas y aquellos factores que las influyen, así como las consecuencias de cada uno de esos factores.
Con objeto de priorizar y entender cada uno de los factores y sus consecuencias, deberá tomar en cuenta en primer lugar como afectan a la misión, la visión y los valores que la entidad tiene establecidos. Esto quiere decir la forma en la que esos factores afectarán el cumplimiento de los objetivos últimos de la entidad.
También deberá verificar la forma en la que cada uno de los factores que integran cada alternativa, influenciarán la eficiencia y eficacia con la que opera la entidad en la actualidad. Dice el dicho que “el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”, y con esto me refiero a que las buenas intenciones que no toman en consideración todas las consecuencias que traen con ellas, normalmente traerán ineficiencias y costos adicionales que provocarán el fracaso de la iniciativa.
Uno de los factores que es necesario priorizar es el humano, en cuanto a la capacidad de los individuos de alinearse con cualquier iniciativa y a los cambios en los métodos y procedimientos, así como al cambio de actitud cuando la iniciativa involucra un ajuste a la filosofía de trabajo. Este tipo de situaciones es común sobre todo cuando hay un cambio en la administración de la entidad que trae un nuevo estilo y nuevas formas de hacer y alcanzar metas y objetivos. En este caso, la administración tendrá que determinar si en los cambios requeridos hay opción de que exista flexibilidad y/o tiempo para ajustar a este, o bien se requieren medidas más radicales.
Dentro del factor humano, la administración también deberá tomar en consideración todos aquellos vicios ocultos e intereses creados en los procesos que lleva a cabo el personal. Desde la ineficiencia endémica e institucionalizada hasta la corrupción disfrazada. Cualquier iniciativa de cambio que a propósito o inadvertidamente afecte los intereses de un individuo o grupo de individuos, podrá provocar una reacción que puede hacer que la iniciativa fracase o hasta que la administración fracase. La administración deberá estar consiente de estos riesgos y tomar todas aquellas medidas precautorias que sea necesario para evitar que las acciones revanchistas de esas personas afecten el resultado deseado de la iniciativa y en su caso el desempaño de la entidad.
De cualquier manera, una vez que la administración toma una decisión, tendrá que estar preparada para asumir todas sus consecuencias y salir delante de la mejor manera posible.