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Adiós, Norberto Rivera
El 6 de junio del año pasado, el cardenal Norberto Rivera Carrera cumplió 75 años de edad y, como lo ordena el derecho canónico, presentó su renuncia al cargo de Arzobispo Primado de México al Papa Francisco, quien le dio de plazo hasta el pasado 4 de febrero para hacerla efectiva. Es facultad del Sumo Pontífice el permitir que un arzobispo, sobre todo si tiene la categoría de cardenal, prolongue la estancia en su arquidiócesis hasta por cinco años. Sin embargo, en el caso de Rivera Carrera, el obispo de Roma sólo le permitió siete meses más de funcionamiento. Esto indica que las relaciones del prelado nacido en la Purísima, Tepehuanes, Durango, no han sido buenas con la máxima autoridad de la Iglesia Católica.
Con la pronta aprobación de la dimisión del cardenal Rivera Carrera, el prelado argentino Mario Bergoglio, cariñosamente llamado Panchito el Ché, demuestra que don Norberto, quien durante 22 años presidió la Arquidiócesis de México, no goza de su total simpatía. Varias son las causas de la animadversión papal, don Norberto ha sido un prelado que ha mostrado una opción preferencial por los ricos. Ha practicado la simonía con la venta de los derechos de autor de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Sus nexos de complicidad con el diabólico Marcial Maciel son imperdonables.
Pero la más visible de las desavenencias entre Su Santidad y el aprendiz de proctólogo que manifestó que el ano está diseñado para expeler no para recibir, se manifestó durante la visita del Obispo de Roma a México en febrero del 2016 cuando reunido con 121 obispos a los que pidió ser “obispos de mirada limpia”, les aconsejó —se los dijo el sucesor de Pedro para que lo sepan los Norbertos— no dejarse “corromper por el materialismo trivial, ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa, no pongan su confianza en los carros y caballos de los faraones actuales”.
No obstante la indirecta tan directa de Francisco, don Norberto no se puso la sotana —versión episcopal de ponerse el saco— por el contrario, días después en entrevista para el periódico El Universal, declaró: “No me sentí regañado en algún momento, al contrario, me sentí alentado en el ministerio que se me ha confiado, porque él vino a eso, a alentarnos y también a mostrarnos todos los peligros que podemos tener en el ejercicio de nuestro ministerio. Pero no es que nos haya regañado, yo no sentí en algún momento el regaño del Papa”. (La declaración tiene un aire de familia con la de cualquier político mexicano —amos de la simulación—. Oh, Norberto, tan lejos de Dios y tan cerca de los poderes terrenales, que en ocasiones de tan terrenales rezuman lodo).
Aquí voy a invitar a los lectores a que vean una fotografía del personaje y pongan atención en los ojos de don Norberto, capten bien su mirada y deduzcan si ésta es limpia como se los pidió a él y a 120 pastores de almas el máximo jerarca de su Iglesia. Y ya puestos los ojos en los suyos, les pido que suban la vista para admirar la cabellera abundante en la que se nota el tinte negro, ala de cuervo, de Color Perfect. ¿De qué tamaño será la vanidad de un servidor de Cristo para pintarse el pelo? Eso está bien para la gente de la farándula y hasta para hombres de negocios que desean tener una mejor apariencia. Concedo que, tal vez, mi percepción esté equivocada, pero pienso que un hombre consagrado a Dios y a su ministerio no necesita de tintes.
Cuando el personaje, cuyas declaraciones y lucha contra el color capilar ocupan esta columna, puso en manos del pontífice Francisco su renuncia, el autor de lo que usted lee escribió: Me pregunto si los sacerdotes, más aún los de alta jerarquía, tienen, cuando se jubilan, un fondo de retiro. Digamos una afore eclesiástica o una pensión de desempleo. También quisiera saber si el lujoso automóvil en el que se transporta el todavía Arzobispo es propio o se lo presta la Santa Madre Iglesia y, por lo tanto, una vez que termine su labor pastoral lo regresará para que lo use su sucesor. ¿En dónde y cómo vivirá cuando deje su cargo?
De lo único que se ha informado es que el cardenal Rivera seguirá viviendo en una residencia de la colonia Florida, al sur de la ciudad, donde vivió mientras ejerció su ministerio. Su sucesor, monseñor Carlos Aguiar Retes, vivirá en la casa que ocupara el antecesor de Norberto, el cardenal Ernesto Corripio Ahumada, en una colonia que colinda con el Estadio Azteca. (Cambio en la alineación del equipo del capelo, entra Aguiar Retes y sale Norberto El chato Rivera).
El duranguense —hoy desempleado— se va a retirar sin responder a la denuncia que, en su contra, presentó ante la Procuraduría General de la República (PGR) el exsacerdote Alberto Athié Gallo por encubrimiento de, cuando menos, 15 sacerdotes que presuntamente cometieron actos de pederastia.
La columna de la que hice referencia la terminé con un epigrama que hoy reproduzco:
Te vas Norberto Rivera,
Norberto Rivera te vas.
Sin explicarnos, siquiera,
lo del padre Nicolás.