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Opinión

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Chat GPT y la inteligencia artificial, ¿una amenaza o una oportunidad para la sociedad?

En las últimas semanas, aplicaciones de inteligencia artificial (IA) han causado euforia y miedo junto con afirmaciones de que el mundo se va a acabar y teorías del inicio del momento de “singularidad” donde las máquinas se apoderarán del mundo y esclavizarán a los humanos.

El inicio de esta euforia se da por la difusión de la herramienta ChatGPT: un modelo de lenguaje de gran escala desarrollado por OpenAI, una compañía de investigación en inteligencia artificial con sede en San Francisco, California. Es una red neuronal basada en transformadores que fue entrenada en tareas de procesamiento del lenguaje natural como respuestas a preguntas, generación de texto y traducción de idiomas. Funciona al generar una respuesta a una pregunta o frase dada, utilizando análisis sintáctico y semántico para comprender el contexto y producir una respuesta coherente. OpenAI es una compañía privada con fundadores como Elon Musk y Microsoft como inversionistas.

Como algunos notarán, el párrafo anterior lo escribió el propio ChatGPT, lo cual sugiere que quizás los columnistas seamos obsoletos pronto. Si usted tiene dudas, pruebe la herramienta en https://chat.openai.com/chat

Pero no somos los únicos, esta herramienta tiene aterrado a medio mundo. ChatGPT pasó el examen de la barra para ser abogado en EU y exámenes de escuelas de negocios como Wharton que cobran cientos de miles de dólares a sus egresados. Pareciera que muchos trabajos en el sector servicios, previamente blindados de la automatización, están en riesgo. Sobre todo, los que consisten en tareas repetitivas como la generación de contenido, la traducción automática y la respuesta a preguntas frecuentes.

Ante esta advertencia aplicaría el argumento Schumpetereano de la destrucción creativa. Sí, algunos empleos desaparecerán, pero aparecerán otros de mayor productividad y, por ende, en beneficio de la sociedad. Gracias a ChatGPT y otras herramientas de IA se ha logrado romper una barrera importante para la productividad, la velocidad de programación. Desde hace más de una década, la velocidad a la que un programador puede generar código se ha mantenido constante. A pesar de pequeñas mejoras, esta ha sido una de las principales limitantes a la innovación y una de las razones de los sueldos exorbitantes y cantidad de programadores que tienen (tenían) las grandes empresas de tecnología. Pero estas herramientas han permitido acelerar este proceso prediciendo líneas de código subsecuentes a una tarea —como Gmail que sugiere poner saludos al final de un correo—.

Pero lo más fascinante es que estamos viendo de forma acelerada algo que normalmente toma años, que es el proceso del ciclo de “hype” de Gartner —modelo que muestra la evolución del interés y la expectativa de una nueva tecnología en el tiempo; comienza con una ola de expectativas exageradas, seguida de desilusión y finalmente una madurez y adopción más amplia. Ya llegó el momento de desilusión—. Ayer Google presentó su propia herramienta de IA, Bard, en respuesta a ChatGPT. En la prueba de lanzamiento la herramienta, la cual tenía aún más expectativas, falló lo que desplomó la acción 7.7% en un día, eliminando casi 120,000 millones de dólares del valor de capitalización de la empresa.

Estamos en el inicio de esta nueva herramienta que sin duda tendrá un impacto. Pero no es el momento de echar las campanas al vuelo ni dar espacio a los luditas que busquen limitar la innovación. Por el momento lo mejor es observar aunque me pueda quedar sin trabajo pronto.

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