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Opinión

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Cuando vivamos 200 años (con perfecta salud)

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Para Elizabeth Parrish como para la legión de científicos alrededor del mundo que trabajan en métodos para retrasar el envejecimiento, los genes pueden curarnos de enfermedades y alargar nuestras vidas. Ella lucha particularmente contra cuatro enfermedades: cáncer, demencia, diabetes tipo 2 y padecimientos cardiacos, pero, como explica en las conferencias que da alrededor del mundo, en realidad lo único que habría que buscar es la forma en que nuestras células, en vez de deteriorarse con el tiempo, se regeneraran. Y esa es la aventura a la que ha dedicado, literalmente, su vida puesto que ella es, en sus propias palabras, “conejillo de indias” de un nuevo tratamiento genético que no está aprobado en Estados Unidos aún, por lo que se tiene que desplazar a Colombia para llevarlo a cabo.

“Con la terapia genética nos centramos en ciertos genes que nos dan ventajas, los inyectamos en nuestro torrente sanguíneo para que se dirijan a las células, donde ayudan a producir proteínas que las regeneran”, explica. Pone el ejemplo de los ratones con los que trabajan, que viven un promedio de ocho meses, y en laboratorio, con dieta y ejercicio óptimos, hasta 18 meses. Esto mismo, con un régimen de restricción de calorías, les permite vivir hasta 30 meses. Pero con el cambio en uno solo de sus genes, esos ratones pueden doblar su esperanza de vida, sin necesidad de dieta ni ejercicio.

Desde las décadas de los 80 y 90 sabemos que el envejecimiento es “maleable”, gracias a los trabajos de científicos como Michael Class, Cynthia Kenyon y Michael Rose. Ahora conocemos los organismos llamados “matusalén”, que pueden regenerar sus células para vivir indefinidamente. Uno de ellos es el tardígrado, que puede sobrevivir en condiciones tan extremas como temperaturas heladas, agua hirviendo y radiación intensa. “Si tomamos un gen de este ser, llamado ‘supresor de daño’, o d-sub, y lo inyectamos en las células humanas, se vuelven resistentes a la radiación y sanan más rápido”, explica Parrish. La rata topo es una fuente potencial de genes benefactores, pues nunca se enferma de cáncer ni desarrolla demencia, y vive 20 años, mientras que las especies cercanas a ella viven solo dos o tres.

Otra especie, asombrosa como pocas, es el mexicano ajolote que, si pierde una pata, es capaz de regenerarla por completo, lo que también sucede con sus órganos internos. “La medicina regenerativa más avanzada del mundo se inventó en el jurásico”, escribió el periodista de ciencia Javier Sampedro describiendo a este asombroso anfibio cuando se descubrió, en 2016, que estudiándolo se podía “lograr la reprogramación de las células adultas en ratones ‘in vivo’, sin sacarlas del cuerpo”. Todos estos avances proceden del hallazgo de Shin’ya Yamanaka, quien ganó el Nobel por el entendimiento de cuatro genes que pueden llegar a reparar células humanas dañadas llevándolas a su estado originario, el de las células madre. Los nuevos avances han llevado a que se puedan inocular esas células en los organismos vivos directamente, no solo en laboratorio. “¿Te imaginas lo que puede significar esto para la gente con lesiones de columna, daño cerebral y amputaciones?”, me inquiere Parrish.

El reprogramar las células “in vivo’ es justamente lo que está haciendo en su propio organismo, al que le inyecta genes investigados y testados de bancos genéticos de humanos y otras especies (“hay una ‘tienda’ filogenética con millones de años de evolución de tecnología de genes que podemos potencialmente adaptar a los humanos”, indica). Hasta la fecha ha tenido gran éxito, pues ha estudiado sus telómeros y ha constatado que han crecido, lo que implica un rejuvenecimiento en parte de su sistema. Es la técnica que pretende llevar a todo el mundo, una vez que se lo permita la FDA, la agencia de alimentos y medicamentos.

María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de Madrid, ha explicado que los telómeros son estructuras que protegen nuestro material genético y que resultan esenciales para que el ADN se mantenga intacto. ¿Cómo se podrían rejuvenecer o “alargar” esos telómeros? Con la telomerasa, que no existe en las células de los adultos pero sí en el desarrollo embrionario, y que ahora se puede introducir genéticamente en organismos vivos. “Es interesante que las células del cáncer sean las únicas inmortales que existen, y es gracias a que mantienen largos sus telómeros”, dice la también autora del libro Morir joven a los 140 años, quien logró la proeza de retrasar 40% el envejecimiento en ratones (que conservaron perfecta salud) utilizando justamente la telomerasa, que ha sido llamada “la enzima de la inmortalidad”.

150 años: objetivo “muy modesto”

Mi conversación con Liz Parrish se da en las vísperas del Singularity University Summit México, que cada año se lleva a cabo en Puerto Vallarta pero que en esta ocasión será virtual. Le pregunto si ella ha rejuvenecido desde que empezó su tratamiento en 2015, y me dice que ahora se está sometiendo a cuatro terapias genéticas y, en efecto, sus telómeros se han alargado en un promedio de 5.3 años más de vida por cada año de terapia. Expone que esto no es en todos los tejidos de su organismo, “pues no podemos todavía hacer eso”, sino en los linfocitos T y en algunas otras células, “pero esto es un avance gigantesco”. “La longitud de los telómeros está asociada a todas las enfermedades del envejecimiento, así que sabemos que vamos en la dirección correcta, pues cada una de las terapias me está protegiendo contra los efectos de la edad”. A través de su empresa BioViva, sigue innovando en nuevas terapias genéticas, por ejemplo contra el deterioro cognitivo, contra las enfermedades cardiovasculares, las del hígado y la sarcopenia.

¿En el futuro sí será posible rejuvenecer el organismo entero?, es mi siguiente pregunta, y la respuesta es positiva: “se podrá desarrollar una sustancia que provea múltiples genes asociados con la regeneración celular y que esencialmente prevenga el envejecimiento biológico”. Me recuerda también que otras investigaciones han logrado restablecer la vista de personas ciegas con genes tomados de las algas. “Podemos tomar genes de otras especies además de la humana para nuestro beneficio”.

La interrogo de nuevo: ¿qué va a pasar exactamente en 100 años? “Todos vamos a tener terapias celulares”, me responde, “incluso con los genes que cada quién requiera individualmente, sanando unos órganos más que otros”. Se podrán administrar estas terapias a jóvenes de forma preventiva, añade, para que no desarrollen enfermedades que posteriormente se tengan que sanar.

Insisto preguntándole si podremos vivir 150 años en perfecta salud, y me dice que “eso sería un objetivo muy modesto”, y que a lo que se puede llegar es a que las personas mantengan una homeostasis saludable el mayor tiempo posible, de forma casi ilimitada y en un estado saludable. Estas terapias genéticas se sumarán a las otras tecnologías que ya se están probando y que serán ubicuas en el futuro, como la nanomedicina, la generación de órganos en laboratorio para trasplantes y la asombrosa metodología CRISPR, que promete cambiarlo todo y que, efectivamente, como pronostican tantos, puede coadyuvar a que vivamos 200 años o más con perfecta salud.

En este punto me pregunto si querremos vivir tantos años, y recuerdo que otra de las superestrellas del antienvejecimiento, David Sinclair, siempre le pregunta a sus audiencias si les gustaría vivir 120 años, a lo que la mayoría contesta que no. Inmediatamente después les pregunta si les gustaría vivir 120 años en perfecta salud, y todo el mundo alza la mano. Como vemos, 120 años saludables es ya una meta humilde. Sinclair, director del Center for the Biology of Aging, en la Universidad de Harvard, descubrió en su laboratorio una molécula, el NAD (Nicotinamide Adenide Dinucleotide), un compuesto presente en el organismo joven pero que se reduce con el tiempo y que, asegura, no solo retrasa el envejecimiento, sino que parece revertirlo. Otra sustancia que ha estudiado es la metformina, que “también es muy emocionante”, dice, “porque se ha observado en decenas de miles de pacientes cómo reduce los efectos del envejecimiento y protege contra enfermedades”. Su teoría es que podemos “resetear” nuestra epigenética y con ello restablecer también la edad de nuestros organismos, por medio de la conversión de células adultas en células madre, un proceso llamado Induced Pluripotent Stem Cells”.

Así que, ¿vamos a elegir una longevidad ilimitada en el futuro? Liz Parrish comenta que la gente generalmente dice que le aterra la idea de vivir tanto, pero es porque, al decir eso “son más filosóficos que honestos”. “Es entendible, influye la sociedad y la religión en estos pensamientos, pero lo que pasa cuando la gente es diagnosticada con una enfermedad terminal es que hace todo lo posible por mantenerse con vida. Y en eso es en lo que se gasta todo el dinero de la salud pública: en que la gente siga con vida por unos pocos meses o semanas, y es devastador e inhumano, y las personas solo aceptan la muerte cuando el dolor y el deterioro ya es insoportable, no antes. Así que hay que separar la filosofía de la realidad”.

“Imagina lo que será en el futuro someterse por una hora a un goteo intravenoso y que esto haga que nunca tengas que ser intervenido abriéndote el esternón. Piensa en lo salvaje que es eso, en lugar de prevenir y mantener tu organismo saludable con terapia genética que mantenga controlada la arterioesclerosis”.

“Yo no entré a este negocio para vivir más años, sino para curar a los niños”, comenta la científica y empresaria, quien comenzó a investigar sobre estos temas cuando su hijo fue diagnosticado con diabetes tipo 2. “Y de hecho, cada gen que estudiamos, puede ayudar con las enfermedades que le dan a los niños. Mi esperanza es que en 100 años mi compañía cobre solo por las terapias de mejora celular, las que no necesitamos realmente” (bromea poniendo ejemplos de que algunos preferirán tener ojos color púrpura o poder ver la frecuencia ultravioleta). “Pero las terapias que hagamos para los niños serán gratuitas. Dentro de 30 años, ningún niño debe de sufrir por una enfermedad”.

Mi última pregunta es cuándo cree que la FDA aceptará estos tratamientos en Estados Unidos: “se debe de apurar”, contesta con firmeza. “Cien mil personas mueren todos los días de enfermedades potencialmente tratables. Nosotros hemos curado estos padecimientos, hemos revertido el envejecimiento y extendido la duración de la vida de organismos en laboratorio por más de una década, y es indignante saber que los pacientes no pueden tener acceso todavía a estas tecnologías”.

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José Manuel Valiñas es articulista de política internacional. Dirigió la revista Inversionista y es cofundador de la revista S1ngular.

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