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Opinión

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Dos respuestas

Ya conocemos cómo empezó la revolución de los polímeros sintéticos, las maravillas que nos ofreció y las que nos prometía. Ya conocemos la ubicuidad de estas sustancias baratas, desechables e indestructibles. Voltea a tu alrededor, ¿cuánto plástico hay disponible a tu alcance? De todo ese plástico, es probable que más del 90% no lo vuelvas a ver en seis meses, lo echarás a la basura y no volverás a pensar en él. “Seguramente lo reciclan”, tal vez pienses. Y casi seguro estarás equivocado. Ni siquiera la tercera parte del plástico se recicla en México (y somos uno de los países que más recicla) y en países de Asia o África el porcentaje es mucho menor. Lo que nos llevaría a pensar, muy atinadamente, que si seguimos a este ritmo nunca alcanzaremos a disminuir realmente el peligro que implica tal cantidad de plástico suelto por todo el planeta.

Hay dos cosas que pueden ayudarnos a disminuir estos desechos de una manera muy importante. La primera no es una tendencia nueva, ya desde los 50 el Rislan, un biopolímero famoso por su transparencia y resistencia era el primer plástico biodegradable, una cualidad que hoy día se consigue de muchas maneras, y que nos permite realmente olvidarnos de los plásticos desechables y de un sólo uso. Producidos a partir del almidón de maíz, trigo o papa que se descompone en monómeros (moléculas simples) que se reorganizan a su vez en nuevos polímeros; estos se pueden extruir, termoformar o laminar como cualquier derivado del petróleo. Otro tipo de bioplástico cada vez más común es el Polihidroxialcanoato o PHA, un biopoliéster que se obtiene “robando” las reservas de oxígeno y energía (almacenadas en forma de PHA) de una bacteria, Alcaligenes eutrophus, y puede alcanzar una resistencia a la temperatura de hasta 180 °C.

Más populares cada vez son también los desechables fabricados con bambú, cáscara de arroz, hojas y bagazo de maíz, bagazo de caña, etcétera, los cuáles son perfectamente compostables o incluso sirven de alimento a la fauna marina si terminan en el mar, pero estos no son exactamente plásticos. Los que sí lo son, como los mencionados antes pueden ser completamente degradados entre unos pocos meses a unos pocos años, dependiendo del plástico y las condiciones donde ha sido depositado. Lo bueno es que eventualmente acaban descomponiéndose a un nivel donde dejan de presentar riesgos importantes a la salud de los organismos que tengan la desgracia de ingerirlos. O los que se coman a estos, o los que se los coman a ellos, ya saben cómo es esto.

La otra buena noticia en el tema es una de mis favoritas, ya que me parece ilustra a la perfección lo hermoso del método científico. Uno de los plásticos más abundantes y perniciosos hoy día es el tereftalato de polietileno, el infame PET del que están hechas las sempiternas botellas de agua, contenedores de alimentos y bebidas de un sólo uso. Viendo que el PET era uno de los plásticos más abundantes en los vertederos, así como las playas y cuerpos de agua, un grupo de científicos de Japón se puso a la tarea de tomar muestras de cientos de basureros y montones de PET recogidos en la playa. Y encontraron lo que estaban buscando: una bacteria que descompone el plástico en sus componentes principales y los utiliza, básicamente, para comer. En 2016 publicaron en Science un estudio donde demostraron que dos enzimas secretadas por Ideonella sakaiensis descomponen el PET sobre el que se encontraban. Al estudiar la población microbiana de estas muestras con más detalle, lograron aislar una cepa particular, I. sakaiensis 201-F6, que es muchísimo más eficaz en descomponer el PET gracias a  una enzima que llamaron PETasa, hoy día equipos de científicos buscan la manera de acelerar su producción masiva y así deshacernos de esas odiosas botellas de una vez por todas.

Es verdad que estas dos noticias no pueden cambiar un futuro de por sí sombrío: ni los plásticos biodegradables están tan extendidos como quisiéramos (tal vez nunca lo estén, de momento son muy caros) ni la PETasa actúa tan rápido como nos gustaría. Ambos son, eso sí, buenos ejemplos de que, cuando nuestra especie aboca su intelecto y voluntad a encontrar la solución a un problema, podemos encontrar más de una, y esta es una que necesitamos cuánto antes, si queremos limpiar este maltratado punto azul donde todos juntos viajamos por el Universo.

solounpalido.azul@gmail.com

Es ingeniero en Sistemas Computacionales. Sus áreas de conocimiento son tecnologías, ciencia y medio ambiente.

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