Lectura 4:00 min
El G-20, los gold-bugs y Nixon
Aunque se considera al oro una moneda vieja, en los mercados sigue siendo una moneda alternativa, la única verdadera para los gold-bugs de este mundo.
Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, en reciente artículo editorial del Financial Times, propone a los líderes del G-20, que se reúnen hoy en Seúl, dejar atrás las discusiones de las guerras de divisas, la política monetaria de la Fed y los controles de capitales, pues se requiere el diseño de un nuevo sistema financiero internacional que sustituya a la actual versión 2 de Bretton Woods (WB2). El nuevo sistema debe centrarse en las monedas de las viejas potencias, el dólar, euro, yen, libra esterlina y el emergente renminbi de China, que debe ser convertible internacionalmente.
Según Zoellick, el oro debe incorporarse al nuevo sistema como referencia internacional de expectativas de mercado sobre inflación-deflación y valor futuro de la divisas. Aunque hoy se considera al oro una moneda vieja o, como dijo Keynes, una reliquia de bárbaros, en los mercados sigue siendo una moneda alternativa, la única verdadera para los gold-bugs de este mundo. Al igual que el protagonista de la famosa historia de Allan Poe, Zoellick sigue las extrañas pistas de un escarabajo dorado hacia un tesoro: la estabilidad financiera que entre 1945 y 1971 proporcionó al mundo los acuerdos de Bretton Woods en su versión 1. Quizá erróneamente esta opinión se ha interpretado en la prensa como un aval a la reintroducción del patrón oro.
En mi opinión es mala idea. A través de los siglos, el oro ha servido de moneda por tradición, accidente y sus notables cualidades: rareza, durabilidad, divisibilidad, portabilidad, fungibilidad y reserva de valor. Sin embargo, el patrón oro como sistema monetario internacional inició en el siglo XIX a partir de 1821, cuando el Reino Unido lo adoptó formalmente, Canadá le siguió en 1853, el Imperio Alemán y Estados Unidos en 1873, España y Francia en 1876, el Imperio Austriaco en 1879, Rusia y Japón en 1897. Se pueden distinguir dos versiones del patrón oro.
En la forma estricta, la oferta monetaria se compone de moneda de oro o billetes respaldados por reservas 100% de oro en el Banco Central o banco emisor. Esta versión casi nunca se ha empleado; se llama patrón oro a un régimen de tipo de cambio fijo. La oferta monetaria puede superar varias veces las reservas de oro del Banco Central, el que ofrece comprar y vender oro a un precio determinado. A pesar de que este patrón mantuvo anclado el nivel de precios promedio, ese nivel fluctuó mucho, generando periodos de inflación y deflación, ataques especulativos y crisis. En el periodo que va de la primera a la segunda guerra mundial, los gobiernos suspendieron la convertibilidad de sus monedas. Para algunos historiadores, la rígida adhesión de la Fed al patrón oro fue uno de los principales factores que generó la Gran Depresión.
Los acuerdos de BW1 de 1945 crearon otra versión ligera del patrón oro. Los países miembros del nuevo Fondo Monetario Internacional fijan los tipos de cambio de sus monedas con el dólar y los Estados Unidos se comprometen a mantener el precio de una onza de oro en 35 dólares. Se trata de un sistema parcial en el que la cantidad de dólares en circulación supera ampliamente las reservas de oro de ese país. La Fed compra al público oro a 35 dólares, pero sólo vende oro a los bancos centrales extranjeros y no al público directamente. Este sistema funcionó razonablemente bien durante los 50 y 60. Pero la expansión monetaria de la posguerra y el financiamiento de las guerras de Corea y Vietnam habían provocado una seria sobrevaluación del dólar. En 1971, Estados Unidos suspendió la convertibilidad del dólar en oro e inició el actual régimen monetario, el llamado choque Nixon.
rfeliz@eleconomista.com.mx