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El dilema de una agenda compartida entre México y Estados Unidos
Hace unos días se sostuvo la reunión de Alto Nivel con los representantes de las áreas de seguridad entre México y Estados Unidos. La agenda priorizó los temas que nos han mantenido vinculados entre sangre, violencia y muerte por más de dos décadas: armamento, fentanilo y migración. Y es un hecho, el tráfico de armas que ingresa a nuestro país desde la frontera sur de los Estados Unidos es incalculable, —las autoridades americanas estiman aproximadamente medio millón de armas ilegales que ingresan a México cada año—. En este sentido, de acuerdo a la ATF, los grupos criminales militares buscan armas de potencia militar como las mini pistolas M134, que tienen una capacidad de fuerza de 4000 mil disparos por minuto, y es debido a esta realidad, que las organizaciones delictivas pueden apropiarse de territorios, matar a discreción, establecer rutas e imponer sus reglas en espacios estratégicos doblegando o corrompiendo instituciones políticas y de seguridad.
Por otra parte, el momento de esta reunión se da en una temporada sensible entre ambos países, donde el reclamo de esfuerzos por ambas partes, para detener el tráfico de armas a México y el tráfico de sustancias ilegales, no se ha visto hasta ahora reflejado sustancialmente. Esto más allá de las incautaciones de armas en el año fiscal 2023 por parte de las autoridades americanas, que oscila entre 2000 armas decomisadas en la frontera sur de Estados Unidos y 100 personas detenidas, de la mano con nuevas perspectivas que el proyecto de ley denominada “Ley bipartidista de comunidades más seguras” (2022) permite detener y procesar personas por delito de conspiración y compras falsas, donde las penas alcanzan hasta los 15 años de prisión, el trabajo frente a la ola de muertes por sobredosis en Estados Unidos, y los altos niveles de muerte por violencia en nuestro país, es desmedido.
Es una realidad que el fentanilo ha cobrado una atención prioritaria, ya que desde hace unos años, esta droga que le guste o no a la autoridad mexicana decirlo en voz alta, se ha llegado a procesar en tierras mexicanas —los decomisos, destrucción de laboratorios clandestinos lo evidencian, independientemente de que los precursores provengan de China—, ha sido una de las mercancías redituables para algunos grupos de la delincuencia en México, que ha costado la vida de aproximadamente 109,000 mil personas el último año, afectando principalmente a jóvenes entre los 18 y 49 años de edad, de acuerdo a los datos del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. El problema del fentanilo parte del uso que, en los últimos años, se ha asociado a un consumo de la mano de estimulantes (poli-sustancias) que por su inmediatez y resistencia a tratamiento médico inhibidor que revierte los efectos de sobredosis como la naloxona, lo haga altamente letal. Esta nueva forma de consumo, de acuerdo al informe presentado en la Revista Addiction, retoma un estudio llevado a cabo por la Universidad de UCLA, que muestra como las conductas y patrones adictivos han cambiado desde el año 2000, que denominan como primera ola, donde el consumo se enfocaba en opioides, una segunda ola, a partir del 2010, que se enfoca en heroína, una tercera ola detectada en 2013 que amplía el consumo de opioides con fentanilo y una cuarta ola —la más letal—, que se ubica a partir del 2015, donde los estimulantes se mezclan con fentanilo. (The Fourth wave of overdose crisis: Fentanyl and stimulants, 14 de septiembre del 2023). Así, este panorama, aunado a la falta de controles estratégicos de contención del problema migratorio en la frontera sur de ambos países, serán ejes centrales que pongan a prueba los lazos de cooperación y compromiso, más allá de intereses nacionales de otra índole… Ya lo veremos.