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El futuro de los semiconductores
La industria de semiconductores, esencial para el funcionamiento de la economía digital global, se encuentra en un momento crítico.
La noticia de que Intel, uno de los gigantes del sector, anunció el despido de 15 mil empleados tras un trimestre de resultados decepcionantes, obliga a reflexionar sobre las dificultades que enfrenta la industria. ¿Cómo una empresa tan relevante, en un sector tan crucial como la fabricación de chips, en un momento tan álgido de demanda de estos componentes, se ve obligada a tomar medidas tan drásticas?
Para entender esta situación contradictoria, es necesario explorar los múltiples desafíos que enfrenta la industria de semiconductores, desde la intensificación de la competencia hasta los impactos de la Inteligencia Artificial, pasando por los esfuerzos de diversificación geográfica y la participación de América Latina en la cadena de suministro global. Según la Semiconductor Industry Association (SIA), el mercado mundial de chips en 2023 fue de casi 524 mil millones de dólares. EE.UU. acapara 50% del mercado global de semiconductores.
A pesar de la creciente demanda de semiconductores impulsada por la expansión de la IA, los vehículos eléctricos y los dispositivos conectados, Intel ha experimentado una desaceleración en la venta de sus chips tradicionales, destinados a computadoras personales y servidores. Este fenómeno se debe a la saturación del mercado de PC y a la transición hacia tecnologías más avanzadas, como los centros de datos impulsados por IA que requieren semiconductores más especializados.
Además, Intel enfrenta una competencia feroz. Empresas como AMD y Nvidia han ganado terreno con sus propios avances tecnológicos, capturando cuotas de mercado. Nvidia ha logrado posicionarse como líder en chips gráficos y procesadores de IA, donde la demanda está en auge.
Nvidia no está exenta de dificultades. La volatilidad en la cadena de suministro global, la competencia de China y las restricciones en las exportaciones de tecnología avanzada complican su capacidad para mantener el liderazgo. Por si fuera poco, Nvidia está bajo la mirada regulatoria de Europa y Estados Unidos por su dominio de mercado.
La irrupción de nuevos competidores y la evolución de la cadena de valor también sacuden la industria. De tiempo atrás empresas tecnológicas como Apple, Amazon Web Services, Meta, Huawei y otras diseñan sus propios chips para reducir su dependencia de fabricantes tradicionales como Intel.
Estos chips diseñados In-House se fabrican en empresas especializadas como TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) y permiten a esas compañías innovadoras adaptar y crear una integración más estrecha entre su software y hardware.
Este movimiento hacia el diseño interno de chips ha fragmentado la cadena de suministro tradicional y ha intensificado la competencia en el sector, obligando a los fabricantes de semiconductores a innovar más rápido y a reducir costos.
En respuesta a estos desafíos y nuevos pedidos de chips a la medida, las empresas de semiconductores tienen que aumentar sus inversiones en nuevas fábricas (conocidas como fabs) y diversificar sus localizaciones geográficas. La pandemia y las tensiones geopolíticas hicieron vulnerable la concentración de la producción de chips en Asia, lo cual ha llevado a un esfuerzo de la industria por construir fabs en otras regiones como Europa, Estados Unidos y América Latina. De ahí el auge del nearshoring.
Precisamente, América Latina ha emergido como una región de interés. México, debido a su proximidad con Estados Unidos, su integración en el T-MEC y su experiencia en manufactura, se posiciona como un actor clave para albergar nuevas fabs de semiconductores. Brasil y Chile están siendo considerados por sus políticas fiscales favorables y su potencial como mercados emergentes.
La construcción de fabs en América Latina diversificaría la cadena de suministro e impulsaría el desarrollo económico y tecnológico en la región, creando nuevos empleos y la transferencia de conocimiento.
El éxito de estas iniciativas depende del apoyo gubernamental. Desde sus orígenes la industria de semiconductores ha necesitado de inversiones públicas para mantenerse competitiva. Esta tendencia se ha intensificado en los últimos años. En Estados Unidos, la Ley CHIPS asigna 52 mil millones de dólares para la investigación y fabricación de semiconductores, un ejemplo de cómo los gobiernos intervienen para garantizar la autonomía tecnológica.
La Unión Europea, Japón, China y Corea del Sur no esperan quedarse atrás y también han anunciado planes multimillonarios para atraer fábricas de semiconductores a sus territorios. América Latina, aunque rezagada, explora políticas para atraer inversiones extranjeras y fomentar el crecimiento de la industria tecnológica local.
Finalmente, la Inteligencia Artificial es el principal motor de la demanda de semiconductores avanzados. Los chips necesarios en aplicaciones de IA requieren una potencia de procesamiento y eficiencia energética sin precedentes. Esto impulsa a las empresas a invertir aún más agresivamente en investigación y desarrollo.
Intel, Nvidia, Qualcomm, Mediatek y otras compañías compiten intensamente para dominar su mercado, que se espera continúe creciendo exponencialmente en la presente y la próxima década, persiguiendo la Ley de Moore hasta sus límites físicos, según la cual la capacidad de procesamiento se duplica cada dos años.
Esta carrera despiadada por la innovación requiere mantenerse a la vanguardia tecnológica, realizar inversiones masivas en desarrollo de nuevos productos pero también controlar costos, así como expandir operaciones a otros territorios para reducir riesgos, pero todo ello en un entorno económico y político lleno de incertidumbre. A esto y más está acostumbrada la industria de los omnipresentes semiconductores.
X: @beltmondi