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El peligro
La aspiración de todo autócrata es la de utilizar los instrumentos de la democracia para llegar al poder, para después desaparecerlos en nombre de una supuesta “democracia verdadera”. Este discurso de la representación del pueblo en la figura de una única persona que concentra toda la fuerza política y toda la legitimidad para gobernar, describe la nueva versión de la dictadura en el siglo XXI.
Este fenómeno ha llevado a países que tenían instituciones democráticas a construir alternativas autoritarias enormemente resistentes a crisis económicas, protestas sociales o a una globalización que es rechazada precisamente por los daños que la apertura internacional genera a estos regímenes.
En este sentido la posibilidad de que Donald Trump llegue a la presidencia de los Estados Unidos por segunda vez, abre la puerta a la modificación profunda de una democracia que, como la norteamericana, fue capaz de contener el embate del autócrata durante cuatro años gracias a la fortaleza de sus instituciones y a la resistencia de una sociedad a aceptar argumentos racistas, xenófobos y propios del pensamiento retrógrado del aspirante a dictador.
“Les prometo que esta será la última vez que acudirán a la urnas” , les dijo Trump a los cristianos evangélicos en una clara alusión a lo que pretendería hacer como presidente de los Estados Unidos. Su objetivo de cancelar los procesos electorales una vez que haya ganado los comicios de noviembre, parece una de tantas tonterías que el señor naranja expresa cotidianamente. Pero no es así. Se trata fundamentalmente de pavimentar el camino para la permanencia del trumpismo más allá de los próximos cuatro años.
La subordinación de la Suprema Corte a la defensa de Trump al determinar que los “actos oficiales” de un presidente no pueden ser cuestionados legalmente de forma alguna, se alinea a esta narrativa según la cual la fuerza de un mandatario es superior a la aplicación de la ley. Así el posible futuro líder del mundo libre promete un mundo libre, pero de elecciones revelando sin pudor alguno su convicción autoritaria y dictatorial.
Este es en realidad el verdadero peligro para el mundo y específicamente para México. Un criminal legalmente declarado, con un desprecio étnico hacia los latinos y más aún hacia los mexicanos, apunta hacia un futuro de desencuentros entre vecinos, cuya consecuencia terminará dañando a ambas partes.
No es buena idea dejarle todo el poder a un solo individuo, ya sea en los Estados Unidos o en México. Sus locuras las pagamos todos.