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En oportunidades para mujeres, México está peor que Nicaragua, pero mejor que Japón
Hay una cosa en la que Nicaragua está mucho mejor que México: equidad de género, dice el World Economic Forum. El pequeño país centroamericano es líder en América Latina y número seis en el mundo, cuando se trata de inclusión de la mujer en actividades económicas y políticas.
México ocupa el lugar número 81, de una lista donde otra vez son los países del norte de Europa los primeros del mundo: Islandia, Noruega, Finlandia y Suecia, acompañados sorprendentemente por Nicaragua y Ruanda, dos países que vivieron guerra civil hace una generación o menos.
México no está ni siquiera entre los 10 primeros en América Latina y el Caribe. Podría servirnos de consuelo que estamos mejor que Italia y Japón, pero nuestra posición es tan mala que debemos tomarlo como una llamada de atención. Vale la pena poner la lupa en lo que pasa en el subíndice que califica las oportunidades y participación de la mujer en la economía: allí somos el número 124 de una lista de 144 países. La calificación que nos otorgan es 0.518, donde el máximo sería 1.000.
Estamos mal porque no estamos cerrando la brecha salarial entre hombres y mujeres; tampoco estamos avanzando mucho en participación de mujeres en consejos de administración ni en cargos directivos en las empresas. Además, estamos haciendo poco para incorporar a las mujeres en actividades y sectores donde se produce más riqueza y hay más remuneraciones, como la tecnología, el sector minero y energético.
¿Por qué importa la participación de la mujer? En primer lugar, porque la igualdad de oportunidades es un asunto de justicia y sentido común. Ellas son un poco más de la mitad de la población mexicana. En ellas está un poco más de la mitad del talento y el potencial productivo. Cuando las mujeres no son incluidas, como beneficiarias o como tomadoras de decisiones, se pierden ideas, capacidades y perspectiva.
Mantener la disparidad salarial inhibe la participación de la mujer en la actividad económica remunerada. Algo parecido ocurre con la persistencia del techo de cristal que impide acceder a las mujeres a posiciones de liderazgo en las organizaciones. Si las mujeres participaran en la economía remunerada en la misma proporción que los hombres, el PIB se incrementaría entre 10 y 15 por ciento. La cifra se ha calculado en diferentes países, por ejemplo Chile y China. Para ponerlo en perspectiva, el potencial de incremento del PIB es mayor que lo proyectado para el caso de la reforma energética, la más importante de las reformas estructurales implementadas en este sexenio.
¿Cómo hacer para romper el círculo vicioso? No hay recetas universales, pero sí algunas claves: la visibilización del tema es clave, lo mismo que la implementación de cuotas de género, acompañadas de refuerzos en el sistema educativo y en la lucha contra estereotipos en los medios de comunicación. Otorgar reconocimiento a las mejores prácticas y emitir sanciones a la discriminación.
Ninguna sociedad puede darse el lujo de mantener subutilizado el talento de las mujeres, advierte Klaus Schwab en el prólogo al informe de brecha de género que presentó el WEF. Schwab es el fundador y presidente de este influyente foro, radicado en Suiza. La economía del futuro pasará del Capitalismo al Talentismo, augura el gurú de Davos, porque lo más escaso no será el capital, sino el talento. El siglo XXI será talentoso e igualitario o será un fracaso.
lmgonzalez@eleconomista.com.mx