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Opinión

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Éxito, la redefinición del concepto para las nuevas generaciones (Parte I)

Mi primer acercamiento al pentatlón moderno fue a los nueve años. Su nombre era Julio Granados y frecuentemente lo veía entrenar a niños de mi edad y mayores en la pista de atletismo.

Para los 11, mi vida ya era una rutina perfectamente planeada y cronometrada en la que rara vez cabía distracción alguna. No había días libres que no fueran los indicados por el entrenador, descansos que no fueran por lesión ni faltas otorgadas que no fueran por enfermedad. Todos los días, de lunes a viernes sin excepción. Los entrenamientos no perdonaban impuntualidades. Nunca me pude dar el lujo de quedarme viendo la televisión después del almuerzo o echarme un rato en la cama a esperar a que la digestión hiciera su trabajo.

Jamás imaginé que me convertiría en medallista olímpico, pero sabía que quería hacer algo inolvidable, algo memorable. Sin embargo, para poder serlo, antes de considerarme siquiera un deportista, alguien tuvo que darme la oportunidad de convertirme en uno. En mi caso, mis padres, la unidad militar, mis entrenadores.

Muchos de nosotros no nos convertimos en lo que soñamos desde niños, ni imaginábamos tampoco estar en donde estamos ahora. Es probable que de pequeños ni siquiera nos preocupara nuestro futuro como adultos, pero nos motivaba soñar de lo que seríamos capaces.

¿Por qué entonces deberíamos dejar esa responsabilidad en los hombros de nuestra juventud? Para permitir que las nuevas generaciones de líderes emerjan, primero hay que darles la oportunidad de florecer. En el deporte, en los negocios, en el emprendimiento, en las artes.

Cuando somos niños sólo sabemos ver más allá y nos dedicamos a creer que en la vida todo es posible porque es difícil visualizar fronteras y límites, o siquiera pensar que existen.

El sector público, privado y la sociedad tenemos que encontrar la manera de trabajar en equipo para crear políticas públicas que permitan incluir a todas, todos y todes en un sistema económico que permita el sano desarrollo integral de la niñez y la juventud en su conjunto, en lugar de que los limite y los rivalice desde temprana edad.

El sistema educativo global está atrapado en la idea errónea que asegura que estudiar para “ser alguien exitoso”, definiendo el éxito como aquella persona que tiene el dinero y los medios suficientes para tener un techo, un refrigerador lleno, un coche y un trabajo de oficina y tiempo completo.

Las nuevas generaciones ya no pueden educarse así. Necesitan prepararse para el futuro que viene en temas de tecnología, inclusión financiera, digitalización bancaria, desarrollo de economías circulares y prácticas energéticas sustentables.

¿Qué pasaría si educáramos a los niños con base en la idea de que uno debe de estudiar para saber cómo ayudar a los demás? ¿Y que si redefiniéramos el éxito con el significado de solidaridad y colaboración?

Después de todo, las pruebas más emocionantes, los logros que más se disfrutan, no son los que se adquieren de manera individual, sino los que obtienen para otros.

Si queremos un mejor futuro para nuestro país, nuestra responsabilidad prioritaria como sociedad es empujar a que esos límites no sean sus propios maestros, sus compañeros, el dinero de sus padres, su apellido, el color de su piel, sus condiciones de vivienda, de alimentación. México no tendría por qué significar una desventaja en la vida de un niño, sino aquella tierra fértil sobre en la cual puede prosperar, crecer y florecer, como líder.

* Ismael Hernández es medallista olímpico en Río de Janeiro 2016. Maestro en Negocios por la Universidad de Duke y Analista de Negocios por la Universidad de Harvard, trabaja en Mastercard, una empresa líder en servicios financieros. Su misión es apoyar a los deportistas en su transición después de su retiro.

Instagram: @ismael.m.hernandez

Twitter: @ismaelpenta

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