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Opinión

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Inflación, expectativas y comunicación: desafiante combinación para Banxico

Varios bancos centrales poseen autonomía en sus decisiones, no obstante, es innegable la influencia de la política monetaria de EU en dichas decisiones.

El 3 de noviembre, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) de la Reserva Federal (Fed) tomó la decisión de mantener la tasa de los fondos federales en un rango de 0.0-0.25% de manera unánime.

Dentro del comunicado se señaló que, con el progreso en los planes de vacunación y el apoyo otorgado por el gobierno, los principales indicadores de la actividad económica y el empleo continuaron fortaleciéndose; pero, por el aumento en los casos de Covid-19 en el verano, su recuperación se vio afectada.

Se mencionó que la inflación se mantuvo en niveles elevados, reflejando factores que “se esperan sean transitorios”. Se dijo que desequilibrios de oferta y demanda relacionados con la pandemia y la reapertura de la economía han contribuido a importantes crecimientos en los precios de algunos sectores.

Además, y como se anticipó en la pasada decisión de política monetaria (septiembre 2021), a la luz de los avances y progresos en la economía hacia los objetivos del Comité, se decidió empezar a reducir la compra de activos del Tesoro en 10,000 millones de dólares y 5,000 millones de dólares en activos respaldados por hipotecas de manera mensual.

En ese sentido, es importante destacar el esfuerzo que realiza el banco central estadounidense para lograr una comunicación clara y robusta con el mercado, lo anterior en aras de acotar lo más posible episodios de volatilidad en los mercados financieros. Es importante señalar que varios bancos centrales alrededor del mundo poseen autonomía en sus decisiones, no obstante, es innegable la influencia de la política monetaria de Estados Unidos en dichas decisiones.

Bajo dicho contexto, cobra relevancia la interrogante de cuáles serían los efectos de esas decisiones al extrapolarlo al escenario monetario de México.

Primero, indiscutiblemente el tono de la Fed ha mostrado un sutil cambio al denotar menor confianza en su argumento de que las recientes aceleraciones en la inflación sean de orden transitorio, cuando anteriormente afirmaban dicha transitoriedad. Esa debilidad en su argumentación podría generar una expectativa de que el ciclo acomodaticio del Fed podría terminar antes de lo esperado.

Ante tal expectativa, es innegable la presión adicional que se genera hacia el Banco de México, el cual se ha caracterizado por aplicar política monetaria preventiva, gradual y ordenada para el anclaje de las expectativas de inflación. Sin embargo, no puede restar atención al cuidado del diferencial entre tasas mexicana y estadounidense. Por ello, han surgido algunos comentarios criticando la magnitud de los recientes aumentos en la tasa de fondeo, argumentando que el mandato del canco recae en procurar el poder adquisitivo de la moneda y no en incentivar el crecimiento económico.

En esa línea, las fuertes aceleraciones en la inflación, las cuales han sorprendido al alza, han encendido alarmas al interior del mercado, pues se ha empezado a sugerir un aumento de 50 puntos base por parte del banco para su próxima reunión del 11 de noviembre.

Dicha expectativa responde, naturalmente, a las fuertes aceleraciones de la inflación, pero especialmente al comportamiento del elemento subyacente, componente que presume ser más sensible a la dirección de la política monetaria y que ha desafiado el reciente endurecimiento de las condiciones monetarias.

Si bien las decisiones de política monetaria son dinámicas y responden, principalmente, a la evolución de los datos, consideramos que un aumento de 50 puntos base es poco probable.

En primera instancia, de materializarse dicha posibilidad, supondría romper con la comunicación que ha adoptado Banxico de un gradual y preventivo ciclo de alzas, además podría dar la señal de que la convergencia del componente inflacionario a la meta del Banco se alargaría más de lo estimado.

Segundo, recordar el horizonte en el que opera la política monetaria, es decir, aumentos en la tasa de referencia no se traducirían en un control de la inflación de corto plazo, sino que se busca que dichos aumentos traspasen al anclaje de expectativas de mediano y largo plazos.

Finalmente, hay que tener en mente un elemento clave: la mayoría de los choques que han incidido en las aceleraciones del nivel de precios han sido de oferta (disrupciones en cadenas de suministro, cuellos de botella, ineficiencias logísticas). Lo anterior, por la naturaleza de los mecanismos de transmisión de la política monetaria, genera cierta limitación en los aumentos de la tasa de referencia para el control de la inflación.

Es por lo anterior que consideramos que la dirección que ha tomado la mayoría de los miembros de la Junta de Gobierno es adecuada en un contexto de velar porque las expectativas de mayor plazo dejen de contaminarse. No obstante, la magnitud de un aumento de 50 puntos base nos parecería ligeramente agresiva considerando los elementos explicados. Por lo que, analizando lo anterior y la perspectiva de que la inflación general no bajará del 6% en lo que resta del año, esperamos que la tasa de referencia se ubique en 5.25% al finalizar el 2021.

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