Buscar
Opinión

Lectura 6:00 min

Infocalipsis

Una vez adquirido el lenguaje articulado, las diferentes culturas del mundo solían esculpir ideas relacionadas con lo que se hablaba. Posteriormente comenzaron a hablar acerca de lo que se esculpía y escribía. Atenas pasó de la cultura oral a la cultura escrita a partir de la invención del alfabeto y no fueron pocos los oponentes que lamentaron dicha invención, por considerar una pérdida severa de la memoria. Sócrates fue uno de ellos, se oponía a la pérdida de la cultura de la memoria, de la cultura verbal. Este paso del pensamiento a la escritura, es quizá la primera crisis del desarrollo de la comunicación y la cultura. Más tarde vendría la del pensamiento a partir de la palabra impresa; después la explosión de la comunicación del siglo XX, en la que McLuhan concebía al ser humano como parte de un ecosistema, y finalmente, esta en la que el ser humano se ha convertido en una interfaz.

En esta vemos a diario cómo uno de los fundamentos del discurso humano que es la credibilidad de los hechos, es atacado sistemáticamente. Lo advertía hace algunos años Aviv Ovadya, tecnólogo del Centro sobre Responsabilidad en las Redes Sociales de la Universidad de Michigan, en el naciente marco de la economía de la atención creada por los numerati de los contenidos, carente de un sistema de controles y equilibrios que permita un uso adecuado tanto en lo comercial como en lo social. Ovadya señalaba la peligrosa situación en la que cualquier persona u organización política (habría que agregar empresarial), con recursos y hambre de poder, podrían desatar una catástrofe mundial, a través del diseño de una realidad matemática orientada a desatar problemas políticos y diplomáticos de consecuencias lamentables. Esto es posible desde el punto de vista del “Recurso lippmaniano”. Esto es, determinar la la realidad, no por lo que experimentamos, sino por una realidad alterna creada matemáticamente por los medios, plataformas mediáticas y redes sociales gobernadas por algoritmos. Dicho recurso hace honor a Walter Lippman, uno de los primeros en observar este fenómeno. Hoy este tipo de realidad falsificada anular la credibilidad de los hechos, como bien apunta Ovadya. La ecuación es simple: un algoritmo de aprendizaje automático, nutrido de cientos de horas de videos con mensajes de contrastes diseñados para generar una incesante interacción que apuntale una realidad virtual casi imperceptible. Cuando me preguntan qué sigue después del fake news y el deep fake, no dudo en responder que la Infocalipsis. La desaparición de la credibilidad que alterará radicalmente la percepción de la realidad, que anulará la comunicación humana en medio de un escenario en el que será más factible la confrontación que la coincidencia en todos los ámbitos de la vida social, donde prevalecerá el mercado de la distancia y la extinción del prójimo. Corroborando una vez más que lo que el individuo crea el individuo destruye. Las identidades en una Infocalipsis, ya no se compartirán, se atomizarán. Los géneros, en su más amplio sentido, se volverán manifestaciones personales en competencia constante por hacer que la voluntad del otro sucumba. El mercado y los marcatenientes de la red terminarán sobreponiéndose al Estado. No olvidemos que el contenido de las plataformas es gobernado por incentivos emocionales y sensacionalistas impulsados por potentes aceleradores de difusión.

Si a todo lo anterior añadimos la falta de tiempo que nos vuelve incapaces de analizar el contenido que vemos, dicho sea de paso, contenido manipulado ahora por la cara oscura de la Inteligencia Artificial tan al alcance de todos, estamos condenados a la desinformación, a la manipulación de la percepción, a la falsificación de la realidad: a la Infocalipsis.

Este escenario infocalíptico puede ser peor que el temido “Efecto 2000”, en el que no se sabía si los humanos seguirían teniendo el control del nuevo siglo. Ningún gobierno sabía lo que ocurriría con el cambio de siglo en las computadoras, ya que estas no entenderían el significado de 2000 y eso -decían-, haría que los cajeros automáticos escupieran billetes sin control, que hubiera transferencias sin sentido, alteraciones en las centrales nucleares y el armamento militar. Hay constancia de países donde funcionarios, médicos, periodistas, policías, políticos, y embajadores, fueron obligados a trabajar, por lo que pudiera pasar. De reformas a la legislación para considerar delito negarse a trabajar aquella noche; de líderes muindiales que se atrincheraron en los búnkers construidos por sus antecesores en tiempos de amenazas nucleares.

En un artículo publicado por Sean Norton y Jacob N. Shapiro en Bulletin of the Atomic Scientists, titulado Cómo estudiar mejor (y luego mejorar) el corrupto entorno de información actual, estos investigadores de la Universidad de Princeton, señalan la falta de transparencia, de modelos de sistematización informativa y cobertura geográfica que ha llevado a resultados contradictorios y problemas más amplios a quienes estudian la literatura sobre el entorno de la información difundida en medios. Condiciones que desembocan en una falta de consenso académico sobre cómo diseñar, probar y medir el impacto de las intervenciones, los diseño y la evaluación de la investigación generalizada en los estudios sobre el entorno de la información. Todo esto, dicen, impide tener conclusiones pertinentes para crear recomendaciones de políticas de alta calidad. En efecto, la super carretera de la información está bloqueda por datos difíciles de tamizar debido a la falta de acceso a ellos, a la incapacidad para crear herramientas de investigación y modelos de comprobación científica, como bien apuntan. La investigación limitada en la mayoría de las plataformas y la ausencia de resultados fundamentales hacen que este campo esté lejos de proporcionar el tipo de evidencia confiable para ser socialmente últil, para habilitar un universo compartido y garantizar condiciones sólidas de coincidencia, diálogo y estándares democráticos.

Es verdad que el desarrollo tecnológico es cada vez más democrático y accesible, pero solo a condición de aceptar que, además de lo antes mencionado, plantea escenarios en los que ni los gobiernos ni las empresas resisten la tentación de opacar y manipular datos, realizar espionaje y acumular ganancias de forma extractiva. De ahí la necesidad de desarrollar marcos normativos para la investigación basados en la ética, la educación, el derecho y la transparencia, capaces de evitar una Infocalipsis. Neil Postman tenía razón, cada medio impone un estilo específico de receptividad. Tremendo reto.

Temas relacionados

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Últimas noticias

Noticias Recomendadas

Suscríbete