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Informalidad
La economía mexicana es hoy muy diferente de como era hace 30 años, ya no se diga de cómo era hace seis décadas. El parteaguas fue la decisión, a mediados de la década de los 80’s, de abandonar el modelo de sustitución de importaciones que se había agotado dos décadas antes pero que se trató de mantener con una política fiscal expansiva financiada con deuda externa y financiamiento del banco central. La crisis de la deuda y de balanza de pagos en 1982 y la pérdida de acceso al mercado internacional de capitales forzaron finalmente al gobierno a tomar la decisión de abrir la economía, primero adhiriéndose al Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (el antecedente de la OMC) y posteriormente, en 1988, decretar una significativa reducción de aranceles. El proceso de apertura se coronó en 1994 con la entrada en vigor del TLCAN y la posterior firma de otros acuerdos binacionales y multilaterales de libre comercio.
Este cambio indujo una significativa reasignación de recursos en la economía, tanto sectorial como regionalmente. Sectores y empresas en las cuales no había ventajas comparativas se contrajeron mientras que otros, en los cuales estas ventajas existen, crecieron. Regionalmente, la actividad manufacturera, además de modernizarse tecnológicamente, también se relocalizó hacia el centro - norte del país para aprovechar la cercanía con Estados Unidos, el mercado natural de las exportaciones manufactureras.
Las modificaciones estructurales, tanto sectorial como regionalmente, significaron también una dinámica de desarrollo notoriamente diferenciada, con los estados del centro y norte crecieron a tasas relativamente altas y significativamente mayores que los estados del sur del país. Esto se puede ver en la notoria diferencia que existe no solo en el PIB estatal por habitante sino, de manera más amplia, en el Índice de Progreso Social. Así, mientras que los cinco estados de mayor desarrollo son Nuevo León, Querétaro, Aguascalientes, Sinaloa y Sonora, los cinco menos desarrollados son Tabasco, Veracruz, Guerrero, Chiapas y Oaxaca.
Las diferencias regionales en los niveles de desarrollo están, entre otros factores, ligadas a la formalidad/informalidad laboral. Así, los estados en los cuales la informalidad es mayor son precisamente los del sur, destacando Chiapas, Tlaxcala, Hidalgo, Guerrero y Oaxaca. La informalidad laboral no solo significa un menor nivel de bienestar individual y familiar sino, más aún, se constituye como un lastre en el proceso de desarrollo económico en cada una de las entidades y para la economía en su conjunto.
Destacan dos factores importantes que atender. Primero, dado que los costos de despido son relativamente elevados, se introduce un sesgo en contra de la contratación formal de mano de obra. Una empresa que busca contratar un trabajador dedicará más recursos para tratar de averiguar las verdaderas características y productividad de los candidatos ya que equivocarse puede costar mucho si es necesario despedirlo. Una solución es reducir directamente estos costos de despido y sustituirlo con un seguro temporal de desempleo financiado de manera tripartita (gobierno, empresas y trabajadores). Esto, además de eliminar el sesgo en contra del trabajo formal, haría todavía más flexible el mercado laboral y reduciría los costos de la modernización tecnológica, principal fuente de crecimiento económico. Prohibir el outsourcing va en contra del objetivo de reducir la informalidad.
El segundo es desligar el acceso a la seguridad social, principalmente los servicios de salud, de la condición laboral de los trabajadores. El sistema actual implica que las cuotas patronales al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) actúan como un impuesto implícito al trabajo formal lo que introduce un sesgo en contra de la formalidad laboral y a favor de la informalidad. Moverse hacia un sistema de seguridad social financiado con la recaudación general de impuestos es el camino a seguir.
Continuará.