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Invertir bien es fácil, empezar no lo es tanto (Parte 1 de 2)
Invertir con inteligencia es bastante sencillo cuando uno comprende los aspectos básicos. Lo difícil, como en todo, es empezar. Es como conducir un coche por primera vez: por más que uno sepa toda la teoría, la primera vez que uno arranca el motor, es normal sentirse inseguro. Hasta que con el tiempo nos acostumbramos y nos vamos soltando.
Hay dos aspectos que uno tiene que tener muy claros antes de invertir:
¿Cuál es el objetivo de nuestra inversión? ¿Para qué estamos invirtiendo? Saber esto es sencillo y además nos da información sobre el horizonte de la misma. No es lo mismo invertir dinero que uno podría necesitar en caso de emergencia, que dinero para el retiro que uno no tocará hasta dentro de 30 años.
¿Cuál es nuestra tolerancia al riesgo? Saber esto es bastante complicado, sobre todo cuando uno empieza. Hay quienes empiezan de manera muy conservadora, pero también quienes lo hacen de manera aventurada y piensan que el riesgo es lo suyo, hasta que experimentan una volatilidad extrema. Por otro lado, la tolerancia al riesgo es una variable que va evolucionando: no es igual cuando uno tiene 20 años y está iniciando en este mundo, que cuando uno ya está retirado o tiene un patrimonio de cierto tamaño.
Por eso es importante experimentar. ¿Cómo sabes cuál es tu tolerancia al riesgo, si toda tu vida has tenido tu dinero en está en instrumentos “seguros” como Cetes a 28 días? Tienes que experimentar poco a poco otros activos, que si bien tienen más volatilidad, también tienen un potencial de rendimiento a largo plazo mucho más elevado.
Ahora bien, es esencial entender que experimentar no significa aventurarse sin dirección. Se trata de tener una estrategia controlada y consistente, en la que uno va aprendiendo, adaptándose y ajustando sus decisiones en función de sus necesidades y la evolución de su perfil de riesgo. De ahí la importancia de conocer las diversas clases de activos y su función en un portafolio de inversión.
Siempre he dicho, hay sólo tres maneras de invertir nuestro dinero:
Prestarle dinero a alguien más, quien nos promete pagar intereses periódicos y devolver nuestro capital en un plazo determinado. Esto es lo que hacemos al comprar Cetes a 28 días –le estamos prestando dinero al Gobierno, que prometen devolverlo junto con los intereses al vencimiento.
Por eso se denominan “instrumentos de deuda”. Los hay a diferentes plazos (en México se emiten hasta 30 años, pero en otros países existen algunos a perpetuidad).
Además de los emitidos por gobiernos de prácticamente todos los países del mundo, existen bonos bancarios y corporativos (emitidos por empresas grandes –en lugar de pedirle prestado al banco, se financian a través de estos instrumentos que colocan en los mercados de valores locales e internacionales.
Desde luego, prestar nuestro dinero tiene riesgos. Siempre hay la posibilidad de que no nos paguen.
Pero además, son instrumentos que se cotizan en los mercados de valores, lo que significa que su precio cambia todos los días, varias veces al día. Aunque paguen una tasa fija.
Es fácil entender esto. Imagina que tienes un bono que vence dentro de cinco años y que paga una tasa de 7 por ciento. Hoy los bonos a cinco años con un riesgo similar, pagan una tasa de 11 por ciento. Como tu bono paga menos, se cotiza a un precio menor (hay una minusvalía).
Claro, lo contrario también puede ocurrir. Si las tasas de interés bajan y los nuevos bonos a vinco años pagan una tasa de 5%, tu bono se volvería más valioso, porque paga más. Lo podrías vender a un precio mayor.
Por eso, te tiene que quedar claro que los instrumentos de deuda de largo plazo tienen volatilidad. Por ley, en los estados de cuenta, los intermediarios financieros tienen que reportar el valor de mercado –eso significa que en ocasiones puedes experimentar volatilidad: minusvalías o plusvalías pronunciadas.
Eso no significa que un buen instrumento de deuda, respaldado por un emisor en excelente condición financiera y que puede pagar sin problema, ya no sea bueno simplemente porque su precio cambia todos los días. Es simplemente que la volatilidad es parte normal e inherente de los mercados financieros. No hay que tenerle miedo.
Claro: los instrumentos de deuda de muy corto plazo casi no tienen volatilidad porque las tasas de interés suelen cambiar de manera paulatina, no brusca (y aunque lo hicieran, su vencimiento estará relativamente próximo y obtendrás tu dinero de regreso). En general, a mayor plazo, más volatilidad.
En la segunda parte hablaremos de las otras dos maneras de invertir.
Es esencial entender que experimentar no significa aventurarse sin dirección. Se trata de tener una estrategia controlada y consistente, en la que uno va aprendiendo, adaptándose y ajustando sus decisiones en función de sus necesidades y la evolución de su perfil de riesgo. De ahí la importancia de conocer las diversas clases de activos y su función en un portafolio de inversión.