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Juventud divino tesoro ¡en México!
Hace unos días el Wellbeing Research Center, un brazo de Susteinable Development Solutions Network, de Naciones Unidas, publicó su reporte más reciente sobre la felicidad de las sociedades: “World Happiness Report”. El estudio se hace con base en las encuestas anuales que realiza Gallup en todo el mundo (1,000 por país, cada año), y para ampliar el tamaño de la muestra y robustecer los resultados, los analistas usan el promedio de tres años. Esta edición es un promedio de 2021, 2022 y 2023.
De cara a la elección del 2 de junio resulta interesante revisar el estado de ánimo de nuestra sociedad, pues éste se traduce en las urnas.
El estudio busca analizar las evaluaciones del bienestar en la vida de las sociedades, con base en emociones positivas (risas, diversión, intereses) y emociones negativas (preocupación, tristeza y enojo). Los académicos a cargo del estudio construyeron un modelo de seis variables, que, de acuerdo con sus regresiones, juntas explican más de 75% de la varianza en la felicidad de los países. Estas variables son PIB per cápita, vida saludable, tener alguien en quien contar, libertad para tomar decisiones de vida, generosidad y ausencia de corrupción.
Las cuatro sociedades que en su conjunto (índice general) resultan ser las más felices son Finlandia, Dinamarca, Islandia y Suecia. Varios lugares después están Estados Unidos (23), Alemania (24), México (25) y Francia (27). Más abajo en la tabla España (36), Chile (38) y Japón (51).
Cuando vemos solamente a la población de 18 a 30 años, hay cambios bastante significativos. Los jóvenes de Japón están en el lugar 73, Estados Unidos en el 62; España 55, Francia 48 y Alemania 47. Es decir, en todos estos países la población joven está bastante más infeliz, que la sociedad en general a la que pertenecen.
No así en México. Nuestros jóvenes son más felices que el resto de los mexicanos: ocupan el lugar número 22, es decir, tres lugares arriba que en el índice general. Uno puede entender el malestar de jóvenes en países europeos o Japón, con un panorama cada vez más complicado derivado de la migración, las pensiones, el costo de la vida. Tan sólo en España, con el porcentaje más elevado de desempleo en la Unión Europea, con un 11.8%, en el caso de los jóvenes se sitúa en el 28 por ciento.
Pero en México, según este reporte, nuestros jóvenes la están pasando bien, con un alto porcentaje de emociones positivas y bajas emociones negativas. En otras palabras, no se sienten particularmente preocupados, tristes o enojados. Al contrario, disfrutan —al parecer— de risas, diversión e intereses.
Las peguntas asaltan a cualquier analista. A los jóvenes mexicanos también deberían preocuparlos los problemas que aquejan a los de otros países. Después de todo, temas como seguridad en las calles, costo de la vida o empleos competitivos están lejos de resolverse en México. De las seis variables que se utilizan en el estudio, tal vez dos sean las que más pesen en el estado de ánimo de nuestros jóvenes: la capacidad de tomar decisiones libres sobre su vida, y contar con alguien de apoyo.
El resultado sorprende aún más a la luz del modelo de análisis, y me parecería bastante probable que México sea un “outlier” en la metodología utilizada por el equipo de analistas. De cualquier forma, esta “feliz” juventud mexicana, ¿será más o menos atenta a lo que ocurre en las campañas?, ¿acudirá en mayor o menor medida a las urnas?, ¿acudirá a emitir un voto de castigo o de esperanza en un mejor futuro?
Hace seis años López Obrador contó con un voto mayoritario de las y los jóvenes del país, que salieron a manifestar su rechazo al gobierno de Peña Nieto, su hartazgo con los partidos tradicionales, particularmente PRI y PAN y a exigir una agenda puntual que, en 2018, estaba anclada en el rechazo a la corrupción y la exigencia de partidos con claro rostro ciudadano, que los tomaran en cuenta. Hoy, ¿alguna de las candidatas está escuchando y conectando con lo que piden los jóvenes?
World Happiness Report, 2024, John F. Helliwell, Richard Layard, Jeffrey D. Sachs, Jan-Emmanuel De Neve, Lara B. Aknin, and Shun Wang, p. 19