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Opinión

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La cuarta revisión de contratos petroleros

Existe la posibilidad de que la nueva administración contradiga el análisis de la ASF y hasta sus propias revisiones previas.

Pensar en procesos de cuatro fases está de moda. López Obrador, por ejemplo, ha sugerido que estamos a punto de iniciar la cuarta transformación de la vida pública de México. Su aplicación para nuestro país es única. Pero, en otras partes del mundo, también han estado pensando en procesos tetrafásicos. Steve Bannon (estratega en jefe de Donald Trump durante su campaña y la primera fase de su administración) planteó en su momento que Estados Unidos estaba entrando en la cuarta vuelta o etapa: un momento de crisis antes de una etapa de crecimiento y consolidación. Estaba siguiendo las ideas de William Strauss y Neil Howe que, en un libro de 1997 titulado The Fourth Turning, plantearon que los eventos globales siguen ciclos predecibles de 80 años que se pueden dividir en cuatro capítulos o etapas. La cuarta, como el título sugiere, tiene un peso extraordinario.

En el caso petrolero, el cuatro es pura coincidencia. Que estemos en la cuarta revisión contractual sólo significa que ha habido tres previas. Pero hay que reconocer que la cuarta pinta para ser determinante. Antes de analizar cada una, es importante partir de que los contratos petroleros se asignan mediante procesos competitivos. Esto genera una dinámica interesante: los primeros auditores que dan fe de la transparencia del proceso son los participantes que no ganan bloques. Es relevante que a la fecha ninguno de ellos se haya inconformado. Pero difícilmente podríamos llamarlo una revisión contractual.

La primera revisión de los contratos parte de la revisión a la cuenta pública de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), que depende del poder legislativo. En las dos versiones aplicables y disponibles al momento, la del 2015 y el 2016, las rondas y sus contratos salieron completamente limpios. La del 2015 sólo lanzó dos cuestionamientos, que se resolvieron en cuanto la Auditoría escuchó la razón técnica del regulador, sin que esto llegara a resultar en ninguna observación formal.

La segunda revisión de los contratos corrió a cargo, ni más ni menos, que del equipo del entonces candidato López Obrador. En febrero del 2018, Nacha Cattan, de Bloomberg, parafraseó a Alfonso Romo diciendo: “López Obrador, de 64 años, ha revisado la mayoría de las rondas adjudicadas a petroleras privadas y las encontró benéficas para México (...) encontró las licitaciones (como procesos) bien ejecutados y transparentes”.

La tercera revisión la hicieron el Natural Resource Governance Institute (NRGI) y el Open Contracting Partnership, desde una perspectiva comparada internacional. Nos fue tan bien que, de 16 elementos que miden, en siete seleccionaron a México como un ejemplo global:

  • Utilizar información conjunta (entre dependencias) para explicar al público el sistema contractual completo.
  • Difundir quiénes son los tomadores de decisión.
  • Difundir quiénes son los participantes y ganadores en el proceso.
  • Transparentar las reuniones de los reguladores con los licitantes.
  • Difundir los resultados de las licitaciones, junto con los criterios y variables que las explican.
  • Publicar los contratos completos.
  • Dar seguimiento a la ejecución de los contratos y difundir la información.

Todo esto puede sonar técnico a un proceso más. Pero esta serie de elementos justo fue la que hizo posible que, como candidato, López Obrador pudiera revisar tan profundamente los contratos como lo haría ya de presidente. Sólo esta abundancia de información justifica que Alfonso Romo le haya declarado a Reuters sentirse “muy cómodo” con los contratos revisados hasta junio del 2018.

Con todo este precedente llegamos al momento de la cuarta revisión contractual. La verdad es que, desde fuera de su equipo, nadie sabe qué va a pasar en realidad. Pero todos parecemos intuir que es un momento determinante. Aún existe la posibilidad de que la nueva administración contradiga no sólo a la Auditoría Superior de la Federación y a consultores respetados como NRGI sino a sus propias revisiones previas. Pero eso parece que nos pondría en un camino claro hacia la crisis descrita en The Fourth Turning, no rumbo a la cuarta transformación de la vida pública de México.

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