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La desglobalizaciónes una amenaza climática
La globalización puede haber caído en desgracia en los últimos años, pero preservarla es un imperativo ambiental. Las respuestas eficaces y coordinadas al cambio climático se están viendo retrasadas por la reducción de los flujos de comercio e inversión transfronterizos y por el aumento concomitante de bloques comerciales regionales aislados
CHICAGO – Las deliberaciones y las conclusiones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) de este año sugieren que, si bien los encargados de la formulación de políticas están conscientes de la urgencia que reviste la lucha contra el cambio climático, es poco probable que hayan llegado a un acuerdo colectivo global para abordarlo. Sin embargo, aún existe una manera en la que el mundo puede mejorar las posibilidades de llevar a cabo una acción más eficaz en el futuro: el mundo debe frenar la desglobalización. De lo contrario, las posibilidades de la acción climática se verán obstaculizadas por la contracción de los flujos comerciales y de las inversiones que cruzan fronteras y por el resultante aumento de bloques comerciales regionales que cada vez están más aislados.
La desglobalización se está acelerando a través de una combinación de un anticuado proteccionismo, el novedoso “friend-shoring” (un comportamiento según el cual el comercio internacional de un país se limita a aquel que se lleva a cabo con países con los que comparte valores) y prohibiciones y sanciones motivadas geoestratégicamente. Para ver por qué esta tendencia frustrará las respuestas globales al cambio climático, considere las tres categorías de la acción climática: la mitigación (la reducción de emisiones), la adaptación, y la migración hacia lugares con mejores condiciones. La secuencia en este punto es importante, debido a que los desafíos implícitos en cada categoría serán más difíciles si se hace menos en la categoría precedente. Si hacemos muy poco en la categoría de mitigación, necesitaremos hacer más en la categoría de la adaptación, y si hacemos muy poco en cuanto a adaptación, veremos que más refugiados climáticos huyen de sus países de origen ya que estos se tornan en cada vez más inhabitables.
Se necesitan nuevos acuerdos internacionales para gestionar cada uno de estos problemas. Pero las crecientes rivalidades geopolíticas dificultarán los acuerdos de mitigación. ¿Cómo pueden China y Estados Unidos acordar reducciones de emisiones que sean significativas cuando ambos sospechan que la principal prioridad del otro es asegurarse una ventaja económica y, por tanto, una ventaja estratégica?
Será más fácil llegar y hacer cumplir acuerdos en un mundo que no se encuentre fragmentado económicamente. Cuando el comercio y las inversiones bilaterales sean constantes, tanto China como Estados Unidos tendrán más razones y ocasiones para hablar entre sí, y habrá más fichas (¡literalmente!) con las que se puedan realizar trueques: una transferencia de tecnología aquí a cambio de un compromiso de emisiones allá, por ejemplo. La apertura mutua, incluida la libre circulación de empresarios, turistas y funcionarios, también facilitará la supervisión de la acción climática, mientras que un mayor aislamiento solo generará más sospechas, desinformación e incomprensión mutua.
La desglobalización también obstaculizará la producción, la inversión y la innovación que son necesarias para sustituir los procesos de producción intensivos en carbono por otros respetuosos del clima. Como ejemplo considere la producción de baterías, actividad que es necesaria para almacenar la energía procedente de fuentes renovables. Se pronostica que los insumos clave para las baterías (litio, níquel y cobalto) escaseen dentro de una década, al igual que se prevé que escaseen las tierras raras utilizadas para los electrodos. La producción mundial de baterías sufrirá si los fabricantes tienen que actuar dentro de un escenario “friend-shore” para obtener estas materias primas. Al fin y al cabo, la mayoría de estos recursos se extraen en países que están atravesando por períodos de inestabilidad o se encuentran plagados por conflictos, como la República Democrática del Congo, y gran parte del refinamiento disponible hoy en día se realiza en China y Rusia.
Sí es verdad que algunas cadenas de suministro podrían modificarse con el transcurso del tiempo de manera que atraviesen por países amigos. Sin embargo, las empresas tendrán dificultades para determinar quién cuenta como un “amigo” y quién seguirá siéndolo a lo largo de la duración de una inversión de 30 años. No transcurrió mucho tiempo desde el momento en el que un presidente de Estados Unidos se enfureció nada menos que con Canadá. Además, a corto plazo, la reorganización de las cadenas de suministro limitaría gravemente la capacidad de producción y aumentaría los costos, reduciendo las posibilidades que tiene el mundo con respecto a mantener las temperaturas promedios globales por debajo de los umbrales críticos dentro del estrecho margen de tiempo que nos queda.
La adaptación al cambio climático también será más difícil en un mundo desglobalizado. Las temperaturas más altas y los patrones climáticos cambiantes harán que la agricultura tradicional sea inviable en muchos lugares. Los nuevos cultivos y tecnologías pueden ayudar, pero estos requerirán innovación, inversión y financiamiento. Muchos países en desarrollo fuera de los principales bloques regionales quedarán excluidos de tales flujos. E incluso los esfuerzos de adaptación más heroicos no preservarán la viabilidad de la agricultura en los trópicos. Muchos agricultores tendrán que buscar nuevos medios de subsistencia.
La forma más infalible en la que los países en desarrollo pueden crear nuevos empleos es la exportación, aprovechando la fiable demanda que existe en los países más desarrollados (y que son los países menos afectados por el calor). Sin embargo, el aumento de las barreras proteccionistas en las regiones más desarrolladas impedirá dicho crecimiento, limitando así la adaptación. Mientras tanto, el aislamiento no necesariamente dará a los países desarrollados la seguridad que buscan. Si bien es posible que disminuya algunos riesgos políticos, confinar las cadenas de suministro dentro del propio país o región aumentará su exposición a catástrofes climáticas y otros riesgos. Basta con mirar cómo los mayores costos de energía están afectando actualmente a toda Europa, pero no a Norteamérica.
La diversificación global, por el contrario, aportaría una mayor resiliencia. Lo ideal sería que una cadena de suministro tuviera múltiples proveedores a lo largo de diferentes regiones y continentes en cada segmento, lo que le permitiría cambiar rápidamente de un proveedor afectado por el clima a un proveedor en otro lugar. Del mismo modo, en el caso de las materias primas, el mejor seguro es un mercado global bien conectado y de libre acceso en el que se puedan suavizar las perturbaciones y en el que ningún productor tenga una ventaja indebida. Cuanto más local o regional sea el mercado, se verá más adversamente afectado por las inclemencias del tiempo o por un proveedor malintencionado.
Si la mitigación y la adaptación fracasan, las personas que viven en las zonas gravemente afectadas se verán obligadas a migrar. Aquellas personas en las regiones menos afectadas no deben miopemente suponer que pueden seguir viviendo cómodamente detrás de los muros fronterizos. No solo sería difícil ignorar la tragedia humanitaria que ocurre afuera, sino que los desesperados refugiados climáticos escalarían o derribarían cualquier muro.
Sería mucho mejor forjar nuevos acuerdos globales para dirigir a los refugiados climáticos hacia los países que pueden absorberlos, y para proporcionar a dichos migrantes potenciales la capacitación laboral y lingüística que necesitan para ser productivos a su llegada. La desglobalización solo obstaculizará esos esfuerzos.
Es posible que la globalización haya caído en desgracia en los últimos años, pero es imperativo preservarla. Incluso si los países tienen un interés legítimo de seguridad que los lleve a restringir el comercio y la inversión en sectores estratégicos y sensibles, debemos evitar que estas políticas degeneren en aislacionismo.
Como mínimo, la comunidad internacional debería negociar un pacto al estilo de la Convención de Ginebra para crear ámbitos seguros de interacción mundial continua que estén protegidos de sanciones y prohibiciones bajo la mayoría de las circunstancias. Estos ámbitos deberían incluir el comercio de alimentos, energía, medicamentos y otros bienes esenciales, como por ejemplo los necesarios para la mitigación y adaptación al clima. Deberíamos establecer condiciones estrictas para los casos en los que se quiera denegar a países el acceso a la infraestructura mundial de pagos, así como también para los casos en los que se les quiera aplicar sanciones secundarias (sanciones contra los infractores de sanciones).
A pesar de que actualmente no podamos ponernos de acuerdo sobre un plan de acción climática global, aún debemos preservar los fundamentos para la cooperación. No puede haber una acción climática eficaz sin una globalización continua.
El autor
economista internacional, es autora de cuatro éxitos de ventas del New York Times, entre ellos Edge of Chaos: Why Democracy Is Failing to Deliver Economic Growth – and How to Fix It (Basic Books, 2018).
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