Lectura 6:00 min
La economía en la nueva era de seguridad nacional
La creciente división geopolítica y económica entre Estados Unidos y China debería impulsar un cambio de paradigma en el pensamiento económico. En particular, los economistas deberán reconsiderar su enfoque de temas como la ventaja comparativa, la integración del mercado y cómo promover la convergencia
ABIYÁN – La economía global ha ingresado en una nueva era de seguridad nacional. La pandemia del Covid-19 ha resaltado la vulnerabilidad causada por una dependencia excesiva de las cadenas de suministro globales y la falta de coordinación a la hora de enfrentar los riesgos sanitarios globales. Pero lo que realmente ha introducido esta nueva era es la invasión no provocada de Ucrania y el sabotaje de la economía global por parte de Rusia.
Más allá de los estragos económicos y humanos que generó, la guerra en Ucrania ha profundizado marcadamente las divisiones entre los bloques geopolíticos occidentales y orientales centrados en torno de Estados Unidos y China, respectivamente. Rusia ha utilizado sus exportaciones de energía y alimentos como un arma para dividir a los europeos y ha procurado atizar el sentimiento antioccidental en los países en desarrollo. China se ha aliado con Rusia y ha afirmado su respaldo de los asuntos de seguridad del Kremlin. Las tensiones por Taiwán, un fabricante líder de semiconductores a nivel global, son otro punto álgido importante en las relaciones entre Estados Unidos y China.
Estos acontecimientos deberían ser vistos como réplicas de la creciente polarización de la economía mundial, afianzadas en la asimetría de los sistemas políticos de las dos superpotencias. No es coincidencia que varios conflictos congelados se hayan reactivado recientemente y que muchas potencias regionales de mediana envergadura se estén comportando de manera más asertiva.
A diferencia de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, China es un rival tanto estratégico como económico para Estados Unidos. Los crecientes vínculos comerciales y financieros de China con el Sur Global ayudan a explicar el giro en muchas alianzas de países más pobres frente a Estados Unidos. Pero la decisión de muchos países en desarrollo, en marzo, de abstenerse de votar sobre las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que condenaban la invasión de Ucrania por parte de Rusia sorprendieron a las autoridades norteamericanas y europeas.
La creciente división geopolítica y económica entre las superpotencias debería inducir un cambio de paradigma en el pensamiento económico. Los economistas vienen considerando desde hace mucho tiempo a la seguridad nacional como un campo de estudio separado con escasa relevancia para sus análisis de mercados –y por buenos motivos: su profesión, al igual que la economía global, ha florecido en medio de la relativa estabilidad de la era post-Segunda Guerra Mundial.
Las instituciones de Bretton Woods y la Organización Mundial de Comercio –con el apoyo implícito de Occidente y específicamente de Estados Unidos- han ayudado a respaldar la expansión de la economía global. Desde 1960, el PIB global ha aumentado alrededor de ocho veces. Como resultado del formidable ascenso de la economía china en las últimas décadas, el PIB de China (medido a tipos de cambio de mercado) podría superar al de Estados Unidos en 2030.
Pero la polarización geopolítica de hoy amenaza con fragmentar la economía global de múltiples maneras. Existen fuertes indicios de que esto ya está sucediendo. La estrategia de “Estados Unidos primero” del ex presidente norteamericano Donald Trump y la instigación a una guerra arancelaria con China le asestaron un duro golpe a los mercados libres y al libre comercio, y la administración de Joe Biden ha seguido su ejemplo. La secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, recientemente abogó por la relocalización de las cadenas de suministro a países de aliados confiables, “friend-shoring”, como parte de la respuesta estratégica de Estados Unidos al creciente desafío chino. Pero decidir quién cuenta como “amigo” puede ser difícil; utilizar criterios como el compromiso de un país con la democracia podría resultar en un grupo bastante pequeño.
En paralelo, una creciente cantidad de países han manifestado interés en sumarse a los BRICS, un grupo que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. China está promoviendo un nuevo sistema de gobernanza global respaldado por organizaciones nuevas. Y China y Rusia están buscando desarrollar alternativas para el sistema de pagos SWIFT. Eso tampoco será fácil, sobre todo porque los sistemas de pago están interrelacionados con cuestiones vinculadas a las monedas de reserva. Una prueba decisiva para China es si puede encontrar o no una alternativa para los bonos del Tesoro de Estados Unidos en los cuales invertir sus cuantiosas reservas de moneda extranjera.
Se han producido muchos episodios históricos de fragmentación, inclusive guerras comerciales, pero quizá ninguno tan extendido entre dos superpotencias económicas y estratégicas. La tendencia es evidente en los retiros de empresas de las bolsas, en sectores como los microchips y la tecnología de telecomunicaciones, en las ventas de tierras agrícolas, en la energía y en la industria de defensa. Y la fragmentación de las cadenas de suministro tanto para bienes como para servicios podría aumentar aún más como consecuencia de barreras no arancelarias como la seguridad, la privacidad y estándares fitosanitarios o problemas relacionados con la interoperabilidad de equipos electrónicos y digitales.
Las contrapartidas entre eficiencia económica y seguridad nacional son enormes. Desviarse de los mercados globalizados sin duda reducirá la eficiencia, alimentará la inflación y dejará a cientos de millones de personas en peores condiciones. Los economistas, por lo tanto, deberían repensar su estrategia frente a temas como la ventaja comparativa, la integración de mercado y cómo promover la convergencia.
En este nuevo contexto donde la seguridad de los suministros se ha vuelto primordial, el diseño de las cadenas de valor tendrá que minimizar el riesgo de una militarización. Y si bien los mercados libres definen una fijación de precios eficiente superadora de cualquier otro mecanismo, hay fragmentos de la economía global que probablemente funcionarán de manera independiente con fijación de precios y abastecimiento autónomos.
Para hacer frente a la creciente fragmentación económica y contener sus costos sin duda harán falta economistas que aborden las causas de división subyacentes. Generar confianza y limitar la incertidumbre entre las dos superpotencias y sus aliados por ende será vital. Pero eso exigirá algo totalmente diferente de un nuevo pensamiento económico.
El autor
Ex economista jefe y vicepresidente del Banco Africano de Desarrollo y ex economista jefe para la Región de Oriente Medio y Norte de África del Banco Mundial, es miembro sénior de la Escuela Kennedy de Harvard.
Copyright: Project Syndicate 1995 - 2022