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Opinión

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La ideología y el salario mínimo

A partir de los procesos de ajuste económico de los 80, el salario mínimo se utilizó como un instrumento para anclar la inflación, al ayudar a contener los incrementos salariales que se negociaban en medio de procesos hiperinflacionarios. Después de eso, en plena fiesta neoliberal, a nadie se le ocurrió volver a utilizar el mínimo como mecanismo para presionar los salarios más bajos a la alza, solamente el sagrado mercado podría hacerlo. Ya entrados los dosmiles, gobiernos progresistas, en Estados Unidos, Europa y Sudamérica comenzaron a incrementar los salarios mínimos a niveles superiores a la inflación y similares a los de los años 70. El resultado fue el incremento de los ingresos de un sector de bajos ingresos, sin ninguna catástrofe, pérdida de competitividad o de empleo o espiral inflacionaria alguna.

En México, desde hace una década se inició un movimiento en favor de reactivar el salario mínimo como una forma de regular el mercado laboral e impulsar al alza los salarios de las personas que menos ganan en la economía formal. El avance fue lento, especialmente debido a que quienes tomaban las decisiones de política económica, en la SHCP y el Banxico, tenían visiones ideológicas, neoliberales, muy rígidas. Se decía que el mínimo generaría un “efecto faro” que generaría una espiral al alza de los salarios, con consecuencias inflacionarias que serían mayores al incremento salarial nominal, por lo que la ganancia real sería negativa. En realidad se desaprovechó la oportunidad de incrementar los salarios de personas de bajos ingresos y contribuir así a la reducción de la pobreza por ingresos. En buena medida se trataba de un free lunch que lo estamos comiendo tarde.

Llama la atención que los prejuicios contra el salario mínimo como mecanismo regulatorio del mercado laboral continúen. A pesar de que existe evidencia a favor de la política de haber subido el salario de niveles irrisorios, de 88 pesos diarios, a montos más razonables, de 248 pesos, el regular el mercado genera reacciones irracionales en contra. Los incrementos no han tenido efecto alguno en la inflación y sí pudieron impulsar el monto de los salarios de las personas de menores ingreso. El incremento se acompaña de estudios y análisis del impacto de la medida, por lo que sabemos, por ejemplo, de acuerdo con información de Conasami, que no se ha incrementado la informalidad, de hecho, el empleo formal crece más que el informal. En realidad, el incremento del salario no tiene un efecto significativo en el empleo, por lo que gracias a los incrementos un grupo de trabajadores, de alrededor de 9 millones de personas, gana más, pero la demanda de empleo no disminuye. Lo que parece que sí se incrementa es el consumo, que ha aumentado 9% en lo que va del sexenio. El impacto inflacionario es minúsculo, no es un factor que impulse el incremento de los precios.

En el futuro va ser muy difícil mantener incrementos de 20% o incluso mayores de un dígito sin generar, ahora sí, efectos significativos en el mercado laboral, en los costos de la empresas y en los precios. Todavía existe margen para aumentarlo por encima de la inflación, pero eso será cada vez más complicado. Se requieren otras medidas para impulsar los salarios, como las que se tomaron cuando se reguló de mejor manera el llamado outsourcing, para evitar la disminución de los pagos salariales por esa vía. Es necesario fortalecer también la capacidad de los sindicatos para que puedan lograr que los incrementos de la productividad sean capturados por los incrementos salariales, pero también incrementar la productividad laboral, con políticas educativas, de conectividad y de infraestructura, así como con facilidades para las inversiones que generen empleo de calidad. El incremento de los mínimos es una buena estrategia para favorecer el salario de las personas con bajos salarios, sin efectos negativos en la economía, por el contrario, con beneficios por el mayor consumo. Eso no significa que se tiene que hacer mucho más para que los salarios se incrementen en todos los sectores.

Twitter: @vidallerenas

Licenciado en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), cuenta con una Maestría en Política y Gestión Pública por la Universidad de Essex, Reino Unido y un Doctorado en Administración y Gerencia Pública por la Universidad de York

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