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Opinión

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La reforma de la OMC es responsabilidad de todos

La conferencia ministerial más reciente de la Organización Mundial del Comercio concluyó con algunos resultados positivos que demostraron que es posible un cambio significativo, aunque hubo algunas decepciones. Una agenda exitosa de reformas requerirá que más miembros –particularmente los mercados emergentes y las economías en desarrollo– tomen la iniciativa.

GINEBRA. La décimo tercera Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio en Abu Dabi tuvo lugar en tiempos desafiantes e inciertos, y produjo resultados dispares: unos pocos éxitos, pero también algunas decepciones. Por el contrario, la conferencia ministerial anterior, que se realizó en junio de 2022, concluyó con la adopción de numerosos acuerdos y decisiones multilaterales, lo que le brindó a la OMC un respiro temporario de las críticas que ahora volvieron a aparecer.

Las críticas no necesariamente son algo malo; deberían llamar a la reflexión de por qué, por empezar, se creó la OMC, como ha beneficiado a sus miembros, tanto ricos como pobres, y qué impacto podría tener en el futuro. Pero las críticas son útiles sólo si tiene en cuenta la complejidad de la organización, que se profundizó por la dinámica de la reunión de Abu Dabi. Además de los desafíos habituales entre norte y sur, las negociaciones pusieron de manifiesto las crecientes tensiones entre sur y sur sobre ciertas cuestiones. Las diferencias entre los países en desarrollo complican aún más la estrategia consensual de la OMC en cuanto a la toma de decisiones.

Las nuevas tensiones se hicieron más evidentes en las áreas de comercio digital y agricultura. Los miembros de la OMC del grupo africano, caribeño y del Pacífico —en total 62 países— se alinearon con los países desarrollados y algunos mercados emergentes en el respaldo de la extensión de la moratoria para los aranceles al comercio electrónico para transmisiones electrónicas. Otros, entre ellos Indonesia, India y Sudáfrica, se opusieron a extender la moratoria. Citaron pérdidas de ingresos para sus gobiernos y las ventajas injustas que, a su entender, confiere la moratoria a las grandes empresas tecnológicas.

Después de arduas negociaciones, los miembros finalmente alcanzaron un acuerdo de extender la moratoria por dos años, con una fecha límite del 31 de marzo de 2026, o hasta la próxima conferencia ministerial de la OMC, lo que se produzca primero. Este acuerdo fue posible, en parte, gracias a los países en desarrollo que consideran que la moratoria es beneficial para sus sectores de servicios.

De la misma manera, durante las negociaciones, salió a la luz una combinación compleja de alianzas sobre una reforma agrícola. Si bien un bloque unido principalmente de países en desarrollo llamó a que se realizaran recortes profundos en los subsidios agrícolas de los países desarrollados, surgieron claras divisiones entre los mercados emergentes respecto del “almacenamiento público” —la práctica de comprar productos agrícolas, muchas veces a precios fijos, para reforzar la seguridad alimentaria doméstica— y sus potenciales efectos en el comercio. Estas diferencias obstaculizaron los esfuerzos por avanzar con las negociaciones agrícolas pendientes lo que, desafortunadamente, llevó a algunos miembros a bloquear un acuerdo que restringía aún más los subsidios perjudiciales a las pesqueras.

Ahora bien, la reunión de Abu Dabi también alcanzó algunos logros importantes que son cruciales para la credibilidad de la OMC. Por empezar, después de años de cabildeo, se adoptó una decisión destinada a aliviar la transición de los países menos desarrollados (PMD) —los miembros más pobres de la OMC— que pasan a la categoría de país en desarrollo. Los miembros ahora pueden conservar las concesiones comerciales especiales disponibles en los acuerdos de la OMC hasta tres años después de graduarse de la categoría de PMD.

También hubo otro acuerdo para aceptar a dos nuevos miembros, Comoras y Timor Oriental, que emprendieron reformas económicas difíciles e implementaron cambios legislativos durante muchos años para calificar para una membrecía. Su compromiso demuestra que los países siguen valorando la pertenencia a la OMC y ser parte del sistema comercial multilateral basado en reglas. De hecho, otros 22 países, entre ellos Bosnia-Herzegovina, Etiopía, Turkmenistán y Uzbekistán, han venido acelerando sus solicitudes de acceso a la OMC.

Por último, 125 miembros de la OMC —que representan tres cuartas partas de la membreaía e incluyen casi 90 países en desarrollo— utilizaron el instrumento de negociación plurilateral para concluir el Acuerdo de Facilitación de las Inversiones para el Desarrollo (FID) para eliminar las barreras burocráticas a la inversión directa doméstica y extranjera. Esto podría ahorrarles a los países participantes hasta 1,000 millones de dólares por año en costos agregados y hacer que resulten destinos mucho más atractivos para la inversión. Si bien el trabajo continuará en Ginebra para insertar el acuerdo en el marco legal multilateral de la OMC, no existen dudas de que el Acuerdo FID demuestra que la OMC tiene a su disposición herramientas de negociación innovadoras para encontrar puntos de coincidencia en cuestiones fundamentales.

La conclusión es que hace falta un esfuerzo colectivo concertado para llevar adelante acuerdos de la OMC y crear una organización capaz de abordar los problemas de este siglo. Si no se logran estos objetivos, no se le puede echar la culpa exclusivamente a Estados Unidos —o a cualquier país, si vamos al caso— de falta de liderazgo o pérdida de interés.

Efectivamente, Estados Unidos en parte perjudicó el sistema de solución de controversias de la OMC al bloquear nuevas designaciones a su Órgano de Apelación. Pero Estados Unidos tuvo algunas críticas válidas del sistema, al igual que otros países. En respuesta, los miembros de la OMC han comenzado a trabajar en las reformas, con la expectativa de completar el trabajo para fin de año.

La dinámica de la OMC ha cambiado. Si bien el liderazgo de Estados Unidos sigue siendo esencial, una reforma significativa exigirá que otros miembros, entre ellos mercados emergentes y países en desarrollo, tomen la delantera y ayuden a conducir la organización —sobre la cual, claramente, ejercen una influencia real, como quedó de manifiesto en Abu Dabi—. También será crucial trabajar con los países en desarrollo para garantizar que cualquier reforma propuesta brinde las condiciones que necesitan para crecer y prosperar.

La OMC ha adoptado una agenda progresista para respaldar el comercio digital y ecológico, promover servicios, fomentar la inclusión y crear un campo de juego nivelado a nivel global. Los miembros de la OMC —y todo el mundo— van a beneficiarse de trabajar conjuntamente para alcanzar estos objetivos.

La autora

Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio, fue ministra de Finanzas y ministra de Relaciones Exteriores de Nigeria y presidenta del directorio de Gavi, la Alianza de Vacunas. Es miembro visitante distinguido de la Brookings Institution, líder público global en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard y copresidente de la Comisión Global sobre la Economía del Agua.

Copyright: Project Syndicate, 2024

www.project-syndicate.org

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